¿Se puede vivir el día como si fuera el último? Me hago esta pregunta muchas veces. Sobre todo cuando a mi alrededor acontece lo imprevisible. Si fue ayer, hace una semana, dos años… Personas que ya no volveré a ver. Encuentros que ya no dependen de voluntades.
Entiendo el carpe diem como un beso que incita a saborear ese momento, a no guardarlo en las postrimerías. Una caricia del instante que te mueve. Una alabanza para aprovechar lo que en el presente se te da. Un recibir bendecido. Una gratitud.
¿Qué sería de nosotros si fuéramos plenamente conscientes de que nada está más allá de ahora?
Imagino al hombre que nada espera después… Lo imagino acorralado contra la pared de sus miedos y de sus deseos. Lo imagino libre de consecuencias a un plazo. Lo imagino preso de su libertad…
El mejor calmante para el ansia es el aquí y ahora. Es permitirse que en el sentir está toda la necesaria respuesta. Es honrar lo que la fortuna, el destino o el Universo te otorgó. Un estado de vida, un compartir al unísono de otros seres.
Pero el mejor calmante para el dolor es el mañana. Es tener esperanza. Es confiar en ver el sol, en seguir formando parte del guión de la historia. Es la tranquilidad de que hay cierta continuidad. Que tendremos una posibilidad. Otra…
Si no intentara alcanzar un ideal, un sumar a la belleza, un dar porque me siento medio y no fin… Si me cercenaran ese movimiento incierto hacia adelante… La autodestrucción estaría servida.
Ya no sería un carpe diem, sería un hedonismo, una rapiña contra la naturaleza, una irresponsabilidad con la agravante de premeditación. Sin la rendija de la confianza del «será», el cuarto se tornaría oscuro. ¿Para qué tener luz si no puedo actuar más allá de mis actuales hechos?
El carpe diem viene acompañado de una llamada a la consciencia presente, al nunca es tarde porque entre tus manos está el espacio y el tiempo. El carpe diem es un dedícate al hoy que tejes y no al futuro que no construyes.
No es un cántico a la despreocupación, es precisamente un salmo a la voluntad en acción.
Sin un mañana, no te escribiría esta nota. No te pediría en mis sueños. Y quizá no sonreiría. Sin un mañana, no cruzaría esa puerta. No bailaría contigo cuidando los pasos para no tropezarte. Sin un mañana, ya no arderían más ganas, ni trenzaría ilusiones. Ni mato dragones, ni me lanzo a salvarme. Sin un mañana, te abrazaría tan fuerte, que quizá, te ahogase.
«Porque hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada».
Proverbios, 23, 18
Pero qué sabio es este lector, que me trae justo lo que ha de traer… Gracias. Bss