Ya no escribo poesía. Si no me lo propongo mucho, mucho, no viene a darme ninguna visita. ¿Será porque estoy feliz? Eso creí leer en un artículo entrevista.
No escribo y me palpo a ver y me viene que me siento bien, satisfecha y servida. Sonrío y en cada una, se escurre la necesidad de levantar la mano para ver si miras.
Pero sé de ti. Me gusta tu ánimo, tu aplauso, tu lectura y comentario. Te imagino leyendo esta chorrada mientras vas al trabajo.
Si es que al final, no termino de quedarme calladita y sentada en mi regazo. Reminiscencias de mis carencias infantiles, búsquedas de miradas y aplausos.
De mi ancestral familia soy la hija pequeña, la que no lleva el nombre de la esposa, que por tradición pusieron a la primogénita, que siempre lo hacía todo antes y mejor.
No fui el hijo esperado: nací niña. Repetición de una gran obra. ¿Y qué más se puede hacer? Encontrar mi camino, mi verdad y mi propio mensaje. Mi voz.
Y así, me dejo escuchar entre mis líneas escritas. Mi papel es tierra, desde ahí me mancho las manos para crear figuras de barro, unas veces grandes y realistas, otras diminutas pero muy creativas.
También me asoma a la garganta el agujero que llevo dentro y me brotan solas las palabras, como canciones que nunca afino. Y me río de mis intentos.
Antaño me encerraba en mí cuando estaba con tristes momentos negros, ahora me conecto al todo y parece que estoy libre y despreocupa. Entre colorida y contemplativa.
Eso sí, me llegan estas líneas y no las voy a dejar pasar. No solo lo hago por ti. Me divierte juntar palabras, contar números y esperar a ver qué pasa.
Miro los cascos con la música en la punta de su lengua, pero no me los pongo. La emoción me viene de dentro pura y ciega, y sin apenas hacerle caso, se cuela entre las rendijas de este inicial boceto.
Siento que todo lo que te dije, ya te lo dije. Y lo que no, lo iré arrancando a poquitos del devenir de los días. Para así, más ligera, caminar pausada y aguerrida.
Sí, estoy guerrera, pero no con la vida. Atenta, pero nada alerta por agoreros peligros. Me empiezo a acomodar en estos recién encontrados bonitos equilibrios.
Me podría gustar no verte… Umm… Lo pensaré en otra vida. Mientras, quizá, a ratos, escriba poesía.
Ya no escribo poesía.
Anegado está el tintero
de tinta de calamar,
vuela mi pluma en la cola
de un pájaro carpintero.
Lo primero es lo primero:
Sonrío. Te miro. Me miras.
Me admira oirte callar.
Pienso que piensas mi nombre.
Yo lo noto al caminar.
Gracias por completar este post. 🙂