Me cuesta celebrar los éxitos. Los míos. Los compartidos. Cualquiera. Puede que de palabra lo diga: venga, vamos a celebrarlo. Pero en mi interior una voz se cuela para cuestionarme: ¿A eso lo llamas éxito? Y gira la cabeza a modo de desaprobación. Si tú has podido hacerlo, bonita ¿qué clase de éxito va a ser? Todo lo más, te admito un pequeño hito conseguido, un pasito.
Sí, ya lo ves. No hace falta que venga nadie de fuera para echar por tierra cualquier trabajo que haga. Ya yo solita me entierro bajo tres capas de desvalorización y desmerecimiento.
Esa puñetera voz tiene nombre, forma y bozal. Le he comprado unas riendas negras y rojas de terciopelo para domarla. ¿Qué no sabes de quién hablo ni cómo se llama? En general es ego, en mi particular, lo llamo «diablo». Es elegantón soltando improperios; sutil y silencioso camuflándose; y escurridizo y raudo para atraparlo. Pero ya llevamos tanto tiempo juntos que hemos aprendido a manejarnos y tolerarnos.
Aunque me doy cuenta alguna vez cuán tanto poder se gasta en cuanto bajo la guardia y me despisto…
Fue ayer, mi amiga y socia de proyectos en desarrollo personal, Maku Sirera, impartimos nuestro primer curso juntas. Y teníamos mucho que celebrar. Y si bien salí con el gusto dulce en el paladar y un pálpito de júbilo en el corazón, poco a poco se apagaba y al día siguiente, hoy, no me tomé la molestia de limpiar, adornar y mimar la cesta de frutos cosechados.
Vi como ella colgó un post donde, yo que la conozco, contemplé su enorme y merecida fiesta de celebración por la hazaña. ¿Y yo? Miré con escepticismo primero: Tampoco hicimos… Con sorpresa, segundo: ¡Será posible que «diablo» me haya tapado los ojos otra vez!… Con rabia, tercero: ¡Deja de desvalorizarte, Laura, no seas cría, coño, solo tú has de reconocerte!… Y con amor, por último: Acéptate, acepta las cosas que haces, sea lo que sea, todo está bien y es perfecto. Esa eres tú, y eres válida, y eres bien, y eres perfecta siendo tú. Porque no hay un ideal de Laura, tan solo eres tú.
Y es que no doy un curso de asertividad y autoestima porque me sobre y por ello lo reparta enseñando, lo doy porque necesito seguir aprendiendo ¿y qué mejor manera de hacerlo que compartirlo? Para mí, en eso consiste dar clases, formación o sesiones. En lo mucho que me llevo está el éxito. Ese éxito que no consiste en que las cosas me salgan bien o correctas, consiste en que yo las hago, con independencia de su resultado. En permitirme mostrarlo está mi celebración.
Así que me fui a la playa, y entre la sal de mis emocionadas lágrimas por mi vulnerabilidad y mi grandeza y la sal del purificador mar, escribí este post. Un post de celebración.
Al ego habría que ponerlo a trabajar a favor, no en contra. Pero ¿cómo?: ¿engañándole? ¿a la fuerza? ¿rogándole? ¿negociando?
Acertado el final del texto: la emersión toda saladita.
Saladas gracias 😉
Al ego hay que ponerlo a trabajar a favor siempre, para «en contra» ya se lo sabe él. Y no le parece trabajo, le da un placer terrible. Pues el cómo ha de encontrarlo cada uno conforme su diálogo interno. Yo le engaño, le obligo, le ruego, negocio… En resumen, con todas las armas dialécticas de la que uno disponga. También uso mi cuerpo, mi postura, mi expresión facial… Y la escritura 😉