Me encuentro mezclando mis recuerdos cual alquimista, absorto en sus descubrimientos.
Y un poco de ternura aquí, y una pizca de chispa traviesa allá.
Hay quien se condimenta con sales y flores de Bach, y se curan de males, se sanan de dolores y se sobreponen de golpes vitales. ¡Qué bonita metáfora comerse las entrañas y los frutos de la Tierra Madre!
Me asaltan los fantasmas con todos sus besos tímidos y sus cálidas sonrisas. Pupilas curiosas que indagan discretamente en los estados de ánimo. Actitudes que quieren ser fuertes y directas y sin embargo caen delicadamente en el gran apartado de la elegancia.
Miro el pequeño, grande, brillante y suave envase, de finas arrugas esculpidas a base de vida y allí inspiro su esencia: abedul.
Dícese: remedio de muchos males. Aporta tranquilidad y paz.
Allí en mi solitaria estancia repleta de letras se evaporan las esencias creando nuevas fragancias. Extractos del Universo, trocitos de almas.
Barro y ceniza,
tinta, papel,
un vaso alto,
una flor.
Una pared y un espejo,
Un minuto en el reloj.
Tu sonrisa, como lluvia
en el cristal,
dándole al día su luz.
Gracias, complementa mi idea.