Poco se puede añadir a la frase: existes porque te veo. Quien haya sido padre o madre lo entenderá mejor. De hecho, los padres han de pasar por ese trance con más golpe de realidad que las madres, que al menos hemos tenido contacto estrecho con nuestra criaturas y ellos tan solo elucubran acerca de lo que saldrá. Hay presentimientos, sentimientos, sensaciones… pero hasta que no vemos, olemos o tocamos con nuestros sentidos o alguno de ellos, no lo damos por existido.
Haciendo un símil, la ausencia de la presencia es la primera causa de debate de si lo que hemos escuchado a distancia o lo que leemos, es cierto o no. Hay una profesión y todo que se dedica a ello, el periodismo de investigación. Sí, para los despistados, es lo que se hace fuera de la plataforma X, Tik Tok, Instagram o los copia y pega de titulares de anónima procedencia. Pues los humanos estamos de enhorabuena con la Inteligencia Artificial, porque gracias a su uso extendido vamos a poner en valor de una vez la presencia, que será la mejor herramienta de comprobación de la autenticidad.
Será glorioso ver como la IA nos devolverá nuestra humanidad, lo que nos hace únicos y especiales. Andaremos analizando si estoy o aquello proviene de su fuente, poniendo nuestros sentidos otra vez a funcionar. Lo de las referencias de los expertos, ya sabemos que hay tantos expertos y experiencias como gotas en el océano…
La IA podrá copiar y desarrollar mis letras, podrán reproducir mi voz; pero mis incorrecciones gramaticales, mis giros peculiares del lenguaje, mis faltas de ortografía arrastradas de mi infancia, me delatarán. Incorrecta y errada; equivocada y obtusa, me delatará humana. Puede ser que mi voz la reproduzcan, pero quien quiera y sepa escuchar apreciará mi falta de temblor o emoción al decir una concreta palabra. Seguro que se percibirá mi rapidez de dicción cuando no toca y ese trabar de lengua que me acontece siempre en cada episodio.
Recuerdo cuando empecé a grabar un audio en mi post y los subía a este blog y algunos los repetía siete veces y otros los hacía de tirón. ¡Cachis! siempre encontraba fallos de entonación, dicción fluidez o interpretación y al final por hartura los dejaba. Ahora esos defectos serán mi sello de identidad, los dejaré como las migas de pan que dejaba Hansel para encontrar el camino a casa, el camino a la autoría.
Lo sé, mi estilo de comunicación no es de los que busca la excelencia y perfección en la ejecución, primo la esencia e inspiración. Se me da bien hacer que las cosas sucedan en corto tiempo e impulso la acción sin terminar de pulir. No seré excelente, pero soy resolutiva. No perfeccionaré las técnicas que hago, pero las aprendo y hago y luego la experiencia me las mejora o las delego y aprendo otra técnica. Ya escribí sobre esto: me encanta la excelencia, pero no me la exijo https://laurasegoviamiranda.com/no-me-exijo-la-excelencia-pero-la-prefiero/.
¿Y una máquina? ¿Y la Inteligencia Artificial? Si no perfeccionara lo dado, si no buscara la exactitud y el patrón preciso para su réplica ad infinitum ¿para qué la necesitaríamos?
Queridos congéneres, queridos imperfectos y errados congéneres, estamos de enhorabuena y celebración. Queriendo alcanzar a Dios mediante lo artificial, conseguimos alejamos del camino engañoso de suplantarlo, en vez de desarrollarnos como seres creadores que somos. Y ello, paradójicamente, nos convierte en la partícula divina que somos. No temamos anularnos ni ser reemplazados, volveremos al reino de la humanidad.
Volveremos a acortar distancias físicas (la intimidad), a tocarnos para sabernos en real compañía (el afecto), a encontrarnos para sentir nuestras energías (un concierto), volveremos…
La alquimia del encuentro humano se dará y las máquinas se quedarán con el sufrimiento de intentar alcanzar la perfección, de atender a muchos desde varios puntos distantes, de buscar incorrecciones constantemente en nuestras obras humanas, en competir en llegar antes, en darle una y otra vez a lo mismo sin innovación ni descanso. La IA que hemos creado nos devolverá nuestra humanidad si ponemos consciencia en ello y esa será la verdadera inteligencia en estado puro. Aquella que prefiera y priorice la presencia humana en las interacciones para aportar calidad. Ya está sucediendo, el lujo ahora es la atención presencial.