El amor en los tiempos del Coronavirus

Ya sé que la circunstancia se presta en exceso a estos títulos, pero no tengo ambición de conseguir el Pulitzer con este artículo, tan solo toser lo que llevo dentro sin causar daño a nadie.

Y es que estos tiempos me han pillado despistada, lo reconozco. Si bien he podido fantasear alguna vez con una pandemia mundial y si bien evito ver toda clase de pelis o series que tratan el tema, no vaya a ser que remuevan de nuevo mis superados púberes pensamientos hipocondríacos, cierto es que subestimé la gran influencia de lo pequeño, llámese virus o gesto individual.

A día de hoy me debatía entre centrarme en mis cosas y pensar en mí y los míos, o pensar con mente colectiva. Y he dicho debatía, porque a renglón seguido lo vi claro. Me decanto por desintegrarme en la colectividad. Me siento parte activa y responsable de esta circunstancia social, llamada pandemia de Coronavirus.

Ni idea de explicaciones científicas, de conspiraciones, místicas, kármicas o cuánticas del tema, lo que a mí me ha aportado es claridad acerca de la conexión de las personas. No es solo por respirar. No es solo por tocarnos. Es porque ante un mismo hecho y las infinitas y variadas percepciones que se tiene del mismo, los humanos nos hemos mostrado al mundo, a los demás, tal cual somos.

Mis hijos se sienten unos privilegiados porque piensan que no lo pueden desarrollar y padecer, pero sí contagiar y como pocas veces, los veo implicados y solidarios. Notarlos como se sienten «poderosos» y aún utilizándolo en su provecho, pensando y actuando en pro de los demás, de los mayores o de los que ellos piensan menos favorecidos en salud y oportunidad, me hace palpar cuál es la esencia de la juventud.

Y ni qué decir que siendo mi padre el prototipo de población de riesgo, nos recibe en familia con los brazos abiertos, llegando a manifestar que todo lo daría por merecido y disfrutado con los suyos. Tomamos precauciones cuando vamos a verlos, pero no con miedo y angustia, sino con alegría de celebrarnos volvernos a ver y vivirnos juntos en esta prueba experiencia.

A mí me ha movido los cimientos de muchas cosas. Agradezco estar pasando por esto porque me despierta (no me sobresalta), me pone en pie (me hace tomar responsabilidad) y me mantiene fortalecida (siento con más intensidad el amor).

Claro que a muchos les mueve hacia el victimismo, el oportunismo, el alarmismo, el populismo, el egoísmo, el pesimismo, el dramatismo, el patriotismo y todos los «ismos» con sus mismas raíces helénicas… Pero eso también forma parte de nosotros y se refleja en nuestras acciones.

Contemplo los acopios ingentes de alimentos y productos para uno mismo como actos egoístas, mas comprendo que el miedo y la desconfianza en los muchos recursos de que disponemos en esta sociedad, campa a sus anchas. Incluso los que denuncian y recogen esos actos, se nutren de la visibilidad que ellos mismos provocan, muchas veces ejemplificadores.

Tengo que hacer un inciso para decir que me siento muy partícipe en el visionado de memes, chistes, gags y viñetas que corren por las redes sociales. ¡Qué ocurrentes somos! Me asombra tanto derroche de ingenio, tanto sentido del humor relativizando los megadramas que montamos…

Pero también soy testigo del altruismo y la vocación que millares de profesionales demuestran al curarnos, atendernos, dispensarnos, entregarnos, vendernos, transportándonos, sosegándonos, vistiéndonos, recogiendo nuestros desechos, haciéndonos sonreír en la radio y un sinfín de etcétera de actividades que los humanos nos hemos creado para ayudarnos los unos a los otros.

Hay gente empleando su tiempo, su energía y su dedicación aislada, sin ingresar dinero, ni disfrutando de sus mayores placeres por convencimiento y respeto para con su comunidad. Los hay que calladamente se movilizan o inmovilizan para no añadir más carga o gasto a los demás. Cuando esto se hace desde la decisión escogida y no desde el sacrificio autoimpuesto, se eleva la vibración positiva. Esta situación sirve de termómetro de nuestro nivel de conciencia.

En estos tiempos del Coronavirus es donde más se podría apreciar el Amor. Ese hilo invisible, indoloro y constante que nos mantiene universalmente conectados: el Amor entre nosotros. Y si bien este virus viene a despertar la sombra o el lado oscuro que nos queda por aceptar y renovar a las personas, también extrae la grandeza de nuestra naturaleza: cooperativa, esperanzadora y amorosa.

PD: Te amo

2 comments

  1. Filemón Pi.

    Percibo en esta página cierta energía que… bien, pues.

  2. Laura Segovia

    Energía podría ser la única sensación válida, pero me entró la curiosidad de indagar en esa pronta respuesta que diste. Por favor ¿podrías explicarla? Gracias

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