Nuestro cuerpo y mente, todo uno o dos en uno, según queramos verlo, come para reparar, crecer o mantenerse. A estas alturas de la humanidad no vamos a dudar de que la alimentación es importante ¿verdad? Hablamos de alimentación variada, pero también equilibrada en determinadas cantidades. Parece ser que no es lo mismo comer carne con tomate que tomate con carne, ni cae igual un gran vaso de jugo de frutas que un tazón mediano de vinagre de manzana.
Nuestro cuerpo tiene un peculiar funcionamiento del que, aunque todavía no hemos descubierto todos sus intríngulis, ya hemos sentado ciertas bases. Precisa agua, proteínas, carbohidratos, grasas, fibra, vitaminas y esas cosas que los especialistas estudian y aconsejan. No se ponen del todo de acuerdo en las dosis y mezclas, cual quisquillosos alquimistas, pero a grandes rasgos diremos que hay unanimidad en que solo comer un único alimento día, tarde y noche durante días, semanas o meses estropea el organismo, si no es que lo degrada y mata.
¿Te imaginas? Me recuerda al chiste ése que pregunta qué hay de comer y siempre sale lo escatológico con patatas. Pues encima quítale las patatas…
Además, cada cuerpo tiene sus intolerancias, preferencias, sensibilidades hacia unos alimentos u otros. Y ya no digamos en según qué épocas o procesos internos nos puede dañar según que cosas. Aún en la generalidad, vemos que existen particularidades.
Y esto que lo puede ver y experimentar cualquiera en su cuerpo, es también aplicable a la mente. Si estuviéramos todo el santo día escuchando el mismo mantra, una y otra vez, una y otra vez… Nada de mantras variados, ni dosificación de cantidades… ¿Qué pasaría con nuestra mente? Lo mismo que con nuestro cuerpo, se saturaría, se intoxicaría, enfermaría.
Nuestra mente también se nutre. Puede hacerlo de alimentos ricos y nutritivos: pensamientos positivos, palabras de afecto, de esperanza, de poseía, de reflexión, de risa, de buenas intenciones hacia el mundo que nos rodea, de amor, de sonidos tranquilizadores, del ritmo acompasado del corazón, de frases picantes, de acertijos divertidos, del rugir de las olas rompiendo, de paisajes de naturaleza, de miradas cómplices, de conversaciones de calidad, de consejos sabios, de fotos bonitas, del ruido de los pasos al caminar, del silencio en paz…
Pero también se puede tragar un gran plato de… sin patatas: discusiones en programas, chillidos de vecinos enfrentados, palabras apocalípticas, señalamiento de culpables, anuncios catastróficos, lamentos quejosos, resignadas sentencias, directrices amenazantes, proclamas de desdichas, peligros venideros, desgracias que acechan, odios que se levantan, cruce de miradas hostiles, manos que no sustentan y huyen, personas que callan lo que sienten y emiten lo que hiere…
Estamos viviendo una neurosis colectiva y no cerramos la boca, nos lo tragamos todo y a todas horas. Es el culmen de la obsesión. Ya de por sí, por tratarse de una obsesión es nocivo, pero es que además el tema de la obsesión es demoledor: el miedo en estado puro. Lo vestimos de miedo a enfermar, miedo a morir, miedo a contagiar, miedo a sufrir, miedo a la incertidumbre, miedo, miedo…
¿Cómo podemos pretender estar sanos si nos tragamos todo, incluido el veneno a grandes dosis y a diario? Ya está bien, selecciona lo que comes. Nútrete de alimentos sanos y deliciosos. Comprueba sus cantidades. Si puedes, endulza un poco. Si no te lastima, sala lo justo. Si lo toleras, adereza a gusto. Pero no hagas de tu cuerpo y mente un contenedor de… sin patatas.
Cuida lo que comes. Vigila qué escuchas, cuánto tiempo, en qué momentos y para qué. Una cosa es estar informado y otra dar vueltas y vueltas a lo expuesto, socavando tu confianza, despojándote de tu propio criterio, manipulándote para hacerte sentir mala persona por tus propios pensamientos, apelando a tus mayores temores, imponiéndote conductas arbitrarias para que confundas lo reglado con lo correcto, preparándote para que escojas un mal, el menor de los propuestos, pero un mal, una privación de tu libertad, un recuerdo constante de tu incapacidad, sembrando desconfianza y recelo hacia tus semejantes.
Si te estimas, si te respetas, si te valoras, cuida lo que comes. Cuídate en cuerpo y alma. El cuidado nos previene. El cuidado nos compromete. El cuidado nos responsabiliza. El cuidado preserva, aún siendo consciente del riesgo. La obsesión nos bloquea. La obsesión tergiversa. La obsesión incapacita. La obsesión destruye. Cuídate, cuida lo que comes, lo que escuchas, lo que piensas, lo que haces. El cuidado nos lleva al amor, nunca al miedo.
«Cuídate, cuida lo que comes, lo que escuchas, lo que piensas, lo que haces». Estas palabras me parece que resumen la página. Me gustan. Me las quedo. Gracias.
Gracias a ti.