Siempre me he divertido hasta con una bolsa de pipas. Pero no por la bolsa. Ni por las pipas. Ni siquiera por pelarlas y tomarlas. Me he divertido, lo de menos era la bolsa y las pipas. Mi imaginación vuela, me recreo ante el mundo que tengo alrededor, me invento situaciones, deduzco actitudes, descubro un algo, me repinto el pasado, rememoro lo que seré… Me divierto mucho pensando y divagando con una bolsa de pipas.
Y me sigue pasando…
Hay quien con una paellita a la orilla de la playa y una cervecita ya se divierte. Pues a mí no me basta. No quiere decir que no sienta el presente, que no saboree el instante, que no viva el momento. Lo hago, pero no solo sensorialmente. Eso me dura un ratín o mucho rato. Eso solo me aburre.
Laura, relájate, no pienses en nada, deja de analizar, no observes tanto, tú solo siente el momento…
Pues mira que estoy relajada… En cuanto me dicen eso me pongo a pensar por qué me lo dice, qué le provoca a alguien decirme eso, desde dónde me lo dice, qué palabras emplea, cómo me lo transmite, qué espera que yo haga, y si lo hago, qué le reportará… y así un sinfín de cosas.
Y eso es precisamente lo que a mí me entretiene.
¡Ah! que tomábamos una paellita… Pues sí, noto casi en la punta de mi lengua su salado sabor, y en el fondo de mi boca su fumet, su textura y su fusión de materia. Pero reconozco que se me evaporan las cosas en presencia de las personas. Me parecen fascinantes, bellas, dramáticas, complejas, infinitas…
Pudiendo centrarme en conocerlas y conocerme mejor a mí… Pudiendo percibir mi influencia en ellas y ellas en mí… Una mirada que apartan, un respirar conjunto, una palabra que se eleva y nadie la toma, un significado que no alcanzo, una risa que acaricia, un enfado infantil que asoma, un temor que se expresa, una emoción contenida… ¿Para qué interesarme por lo demás?
En cada uno de nosotros se encierra todo un Universo. Supongo que no tengo espíritu científico. Contemplo el cielo y las creaciones humanas y le sigo teniendo tanto respeto como en la Edad de Piedra. Si todavía miro las partes nobles a la tele por si un día pillo a los presentadores del telediario y les pregunto mis dudas.
¿Y qué más me da cómo se programe un móvil si toco los dibujitos y escucho la canción que me gusta? He conseguido sobrevivir hasta el 2018 sin tener la más remota idea de qué significa tener 4G en mi móvil. El muy ladino ya va por la cuarta dimensión de su punto G y su dueña…
Eso sí, me emboba ver a un humano cabreado haciendo aspavientos ante la pantalla de ese cacharro porque no puede ver logrado su objetivo de mandar un mensajito en ese instante de su vida. Ser testigo de su reacción ante la frustración y verme reflejada en tal acción… ¿No es maravilloso?
Pasado el momento de encefalograma plano momentáneo (ahora se dice mindfulness) me enfoco en otras cosas. Me relaja, me entretiene, me motiva observar, analizar y también enjuiciar. Sí, permitirme enjuiciar, perdonarme por ello y dejar de hacerlo. Para, a renglón seguido, ver cómo se cuela otra vez. Y observar sin cuestionar, y volver… Y sentir calor en mis manos y la respiración de el de enfrente, acercar mi mano y no llegar a tocar para ver qué le produce. ¿Y a mí?
Comprendo que para algunos parezca una tarada, igual lo estoy, pero es lo que me divierte. Y me siento a gusto. Y estoy relajada. Sentirme viva, receptiva en sentidos, emociones, pensamientos, interacciones…
En soledad difiero levemente. Como el único personaje soy yo, me concentro en algo más amplio y entretenido. Y eso me conecta con la tierra, con el silencio, el almohadón, mis rodillas, el viento repentino, el interrumpir de una pisada, la quietud de una pared, el límite de la cuenca de mi ojo, la ingeniería de una taza, el movimiento de un hormiguero, la transformación de un enfoque, el miedo que me amarga la garganta o el amor que me late al invocarte.
¿No te da por hacer manualidades? Me preguntan. Sí, cuando me duele mucho dejarme llevar por mí misma, me compro una bolsa de pipas.
¿No me ves aburrido? Será porque no soy un hombre corriente. Yo estoy seguro de que casi todos los que acudimos a nuestra Tertulia no somos personas corrientes. Debe ser eso.
Somos corrientes y molientes. A menos que como rareza cuente el no saber comer pipas. En ese caso…
El hecho de que Salva nos vea a todos corrientes y molientes dice mucho de la estima en que tiene al género humano. Yo, que me siento muy defraudado del homo sapiens, pienso que cuando uno encuentra un grupo formado por gente no corriente hay que aprovecharlo, porque hay pocas ocasiones de hallar algo así de excepcional. Yo no soy ni quiero ser alguien corriente, ni creo que tú lo seas, ni Salva, ni la mayoría de los compañeros de la tertulia. Y no me considero elitista ni racista ni nada de eso; solo que vivimos en un mundo capitalista y consumista que premia la vulgaridad, y mucha gente cae en la trampa. ¿Tú qué opinas?
Hola.
A la mayoría de las personas les gusta, en uno u otro momento, considerarse diferentes en algún sentido, si puede ser, positivo (lo que significa: considerarse mejores en algo). Pero, además, las personas prudentes es frecuente que, conscientemente o no, procuren no parecer muy diferentes porque eso puede traer disgustos (y de hecho los trae). Pero también encontramos personas que acentúan la diferencia para asimilarse a un grupo -que como tal se caracteriza por esa diferencia- porque eso les ha de traer tal o cual ventaja, privilegio o posibilidad de medro, actuando en daño del conjunto de la sociedad, y a veces actuando violenta e injustamente de los que (desde su interresada perspectiva) no son diferentes. Creo que la mera constatación de estas situaciones debería ponernos sobre aviso: es un terreno peligroso. Los de la tertulia de los libros tenemos en común que nos gusta leer, hablar de lo que leemos y cenar fuera (algunos, además, escriben, pero esto me parece una encomiable derivación del gusto por leer y por hablar); así que efectivamente hay algo que nos diferencia del conjunto (aunque nos asemeja a muchos otros grupos de personas que tienen esas mismas preferencias). Pero si en vez de reunirnos para hablar de libros y escritores, nos reuniéramos para hablar de mariposas (materia fascinante que propongo para escribir sobre ella y, de paso, homenajear a Vladimir Nabokov) creo que seríamos igual de estupendos de lo que somos.
Esta es una opinión que emito ante la petición (o reto) de M A Pérez Oca, en la soleada mañana del 6 de diciembre de 2018, y que tiene un estricto carácter provisional e incluso precario. Me reservo expresamente el derecho a cambiar de parecer y decir al respecto cualquier otra cosa, incluso lo contrario de lo que aquí he escrito, en cualquier momento y lugar.
Salutaciones bien cordiales.
Ay, Salva, Salva, qué sutil eres. Me desarma tu excepticismo tan mordaz. ¿Sabes qué te digo? Que lo que tú quieras. Solo por haber provocado esta respuesta tan estupenda vale la pena haberla provocado. Eres grande, Maese. ¿O no? Pues eso.
Pero, ¿y Laura? No dice nada…
Me estaba deleitando leyéndoos. Y digo yo que esto de considerarse fuera de lo normal, ya en sí es lo normal… La significación que le damos a una reunión está en el corazón de cada uno, no en la reunión. Ni siquiera en el conjunto de los reunidos. Y yo feliz de veros y leeros comiendo pipas…