¿Te cuento una historia de amor? Luego me dices si crees que acaba bien o mal.
Tuve la suerte de ser invitada a una fiesta familiar; una familia ajena a la mía. ¿La excusa? Que se quieren y les gusta estar juntos. Yo ya lo conocía: un viudo culto, alegre y peculiar que guarda vestigios de buen porte y belleza física. Pero nada conocía de su corazón, ya que dos fiestas con más de 20 personas y rodeado de gente querida, no daba para intimar. Hasta ayer.
Me contaba de su mujer con ojos chisposos batallitas de cuando eran jóvenes, de sus tres hijos y hablando, hablando, no pudo evitar que asomara la emoción que sentía por ella, cuando hace unos años ella falleciera de una enfermedad. Yo esperaba las frases bien conocidas de aquellos que se quedan solos y han tenido o un buen amor, o un buen matrimonio: “La quería mucho” dicen algunos en pasado y otros te lo cuentan en presente. “La echo de menos, no pasa un día o un instante que no piense en ella”, te confiesa algún romántico. “He perdido a la compañera de mi vida, a mi sustento, a mi mejor amiga”, son palabras de aquellos que encontraban en esa persona a su gran complemento.
Me enseñaba sus fotos como el que enseña un tesoro: “Aquí tenía 50 ¡fíjate qué chavala!”¿Cómo iba a poder mirar a otra?” Sus hijas aceptaban de buen grado que su padre no tuviera más ojos que para su mujer y que con ella la máxima belleza familiar se extinguiera.
Todo esto son afirmaciones que había escuchado o leído antes, mas nunca había escuchado de un hombre de su edad, en sus circunstancias históricas y personales, con ojos acuosos y temblando como un niño: “Todavía estoy enamorado de ella”.
Si se supone que el enamoramiento es tan sólo una fase, al menos así nos lo describen y ratifica la ciencia psicológica y médica hablándonos de química, activación cerebral, con sus estudios y sus estadísticas, es que esta historia de amor todavía andaba en esa fase. ¡Chorradas!, dirán algunos, “el recuerdo le hace idealizarla”, “no sería para tanto”, seguro que encontramos más expresiones parecidas de incrédulos o descreídos, o tan sólo de aquellos que no han tenido la suerte de quedar en perpetuo estado de locura. Pero yo te aseguro que si hubieras visto sus ojos y cómo lo decía, no pondrías en duda que él todavía estaba enamorado de ella y así lo sentía. ¿Qué nos importará a los demás que andamos con nuestras etiquetas deseosos de colgarlas en espaldas ajenas?
No lo decía sólo con nostalgia, no lo decía sólo con intenso dolor, lo decía como aquel que lleva con estoicidad el peso de una dulce condena. Yo al menos creo que esta historia acaba bien: el amor triunfó, mas el hombre que la vivió…