Un supermercado llamado Tinder

Sigo escuchando gente que acude a las aplicaciones en busca de comida, ¡ups! qué lapsus acabo de tener… quería decir en busca de naranjas: su media, su zumo, su fruta, su macedonia o su tutti frutti. La cosa es acudir al supermercado del amor. Si en alimentos de ingesta parece que Mercadona en España lidera el ranking, en los alimentos del corazón lidera Tinder. Yo lo que no sé es porque Amazon no ve el gran filón del siglo aquí. Ya nos tiene catalogado por gustos, edades, productos, ocios, inquietudes, nivel económico, domicilio, horarios, etc. Hasta que Amazon no saque su «Match Prime», no se molesten, solo un muy bajo porcentaje de consumidores, acertarán.

Ingenuas ellas, buscan relaciones estables (se considera que más de 45 días y hasta unos dos años, como los de prueba y garantía de electrodomésticos aproximadamente). Y claro, aquí entra un grueso de hombres que pasan de comprometerse pero que se saben que esto de pagar es de tiempos antiguos y que ahora lo tienes gratis. También a los que la mamá se les hizo muy mayor, y andan de repuestos. Pican. ¡Sí, señores, pican! y esto constituye el salseo de conversaciones de fin de semana y llamadas a terapeutas, porque tras un tiempo navegando por el love boat descubren sus patrones infalibles de malas experiencias. Por el camino agrandan su friend zone y lista negra que comparten con algunas.

Les cambian los nombres y rostros, pero son los mismos comensales de citas. Si ya llevas una rachita conociendo a 10 o 15 tipos, quizá la estabilidad deseada ha de empezar primero por una misma, como decía Ghandi, sé tú el cambio que quieres en el mundo. O ya en plan espiritual, como nos gusta aderezar ahora a todos los conceptos: primero ser, luego hacer y al fin tener.

Cobardes ellos, se apuntan a estas plataformas que les evitan el gran esfuerzo del cortejo, de la exposición de estar en disposición y de levantar las cartas de la verdad ocultándose en tiempos de espera donde la fantasía hormonal femenina juega malas pasadas decorando realidades todavía no tratadas. Caen. ¡Sí, señoras, caen! y reciben hasta en el carnet en cuanto el velo se levanta y les exigen cumplir lo que prometieron y aún lo que no prometieron pero ellas ya sobrentendieron e incluyeron en el paquete, despechándose así de los anteriores.

También salen trastabillados y su autoestima por los suelos porque se ven comparados en competiciones a ciegas respecto de su lozanía, poder adquisitivo, familia incordio, etc. Ojo, nada que no exageraran ellos motu proprio. Y claro, resulta que la gatita caliente se ha convertido en una gata parda que no cesa de reprochar. Y digo yo, que si sabes ya de antemano que las mujeres son las que escogen (y si te saltaste esta clase, te he evitado repasar los apuntes) salen con un molde ya de ideal que van a encajarte sí o sí y como no superes lo que mostraste, no igualarlo, superarlo, y como la tendencia es a sacar el pecho hinchado de aire aguantando la foto, cuando tu aire se agota, y se ve que no vas a dar más de ti, estás muerto.

En la inmensa mayoría de casos, pasa más o menos este anecdotario. Y ello es así porque se acude al supermercado del amor escogiendo los productos de las estanterías en función de si los ingredientes y la foto del resultado, apaña al cliente. Y si te sientes herido, ofendido menospreciado, incomprendido y tú o tu caso eres la excepción que confirma la regla, deja de leer, no sé cómo has aguantado hasta aquí mi desgarradora sorna.

Pero esto es así porque el punto de partida ya te indica el juego. Desde el momento en que alguien quiere tener pareja, o casarse o compañía o un buen polvo, te acabas de convertir en el medio, no eres el fin. Y nadie escoge ser un medio, una herramienta, un uso o un servicio. Nadie en su sano juicio y en su sana estima, decide no ser el fin amado. Nadie se merece ser usado para llenar las carencias, necesidades, anhelos o vacíos de alguien. Todos somos dignos de amar y ser amados por nosotros mismos.

Nuestra alma, nuestro corazón o el templo que esto lo sustenta, nuestro cuerpo, no debería estar a disposición de cualquiera que buscara algo que le apaña, aparentemente, para sus fines. En el amor, nosotros deberíamos de ser el principio y el fin, nunca el medio.

Entiendo que cuando eres joven, en tus primeras experiencias que no sabes muy bien quién eres, ni lo que ofreces y estás abierto a recibir ni sabes qué, esto suene como a amor muy elevado, porque amar es dar y todavía uno no esté preparado. Pero es que los hay talluditos metido en esto. En el símil utilizado, amar sería convertirte en el chef para ofrecer el plato más sabroso. Mas lo que abunda en esas aplicaciones es el cliente que va con cascos a hacer la compra que si le ponen el plato solo para calentar y ya hecho, mejor. Luego no le gusta, exige alta cocina, se equivocó y tiene gluten, se le quedó olvidado haciendo moho en el frigo o se le achicharró en el horno porque mientras chateaba con un ex. Pero toda la culpa es de la comida ¿verdad?

Tomado como un juego en el que puedes herir o salir herido, o pasártelo muy bien solo o en compañía, convertirte en una ficha a sabiendas, es un pasatiempo tan bueno como el programa ese de encuentros con casting y pajaritos revoloteando. Pero no te cuentes mentiras, cuéntate la verdad.

Esto es tan sencillo como hacer un ejercicio que propongo en los talleres de pareja. Te coges un folio y lo rellenas con las cosas que te gustaría que tuviera esa pareja. Describe si quieres con minuciosidad sus valores, sus hábitos, su ocio, sus detalles, sus habilidades, competencias, potenciales, educación, grado de cultura, deportes, familia y un sin fin que quieras y te imagines. Describe bien a esa persona de la que estás dispuesto a poner foco, enamorarte, responsabilizarte de su estado emocional, pasar tiempo y procurar su desarrollo.

La primera parte del ejercicio sería investigar un poco dónde encontrarías a una persona así, qué sitios frecuentaría y qué estaría haciendo, todo ello con la finalidad de averiguar lugares y actividades acorde a su descripción y procurar un encuentro. Puede ser de manera digital también, en grupos, en asociaciones, en eventos, encuentros, tribus, etc. Piensa cómo esa estupenda persona que has descrito se presentaría en texto, imagen y fotos y qué resaltaría de su persona.

Si todavía no se te ha despejado la ecuación, puedes continuar con la segunda parte del ejercicio. Una vez lo tengas, ya sabes que el Universo, que siempre ríe el último y mejor, en lógica resonancia ha de poner a esa persona frente a otra equivalente. ¿Tú tienes esos valores, hábitos, educación…? ¿Eres la persona de la cual podría iniciar o dar un paso la persona que has descrito anteriormente? Si es así, adelante, vuelve a la aplicación con otra mirada y me cuentas. Te espero en comentarios…

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