¿Qué le pasa a la gente? ¿No les basta con los reality y el fútbol? Venga ¿qué toca ahora, meterse con los coaches? Pues vale. Supongo que esto nos cae ahora del cielo a los que nos dedicamos al desarrollo personal para así encontrar razones y legitimaciones de nuestra aportación a la sociedad. Es una magnífica oportunidad que se nos brinda, a veces desde el desprestigio, el insulto y la burla, pero una oportunidad al fin y al cabo, para mostrarnos y depurar las malas prácticas.
Quizá una de las contribuciones a esta confusión de a qué exactamente nos dedicamos parta de la RAE.
Un coach no es exactamente un asesor, pues en el Coaching Ontológico (tómalo como sinónimo de puro, ortodoxo, originario) el coach acompaña (sostiene, guía, sujeta, sirve de soporte) a su cliente (persona, equipo, grupo, familia, pareja) en el proceso (cambio, camino, recorrido, fases, trayecto, viaje) hacia una meta (mejora vital, objetivo profesional, punto deseado, fin aspirado, resultado, enfoque).
Como he apostillado, acompaña, no asesora, pues no dice lo que hay que hacer, no señala la solución, no dirige hacia lo que se espera. Si le decimos a alguien lo que tiene que hacer, primero, sería nuestra subjetiva manera de ver el mundo y nosotros no somos ni sabemos mejor que nuestro cliente, cuál es su mundo. De hecho, la inmensa unanimidad de veces no tengo ni idea de cómo desarrollar su negocio o cómo se vive desde una personalidad diferente a la mía, ni su más profundo sentir. ¡¿Y yo qué sé?! Mi valor está en no saberlo, por ello precisamente le cuestiono, le pregunto:
- A veces por simple ignorancia y curiosidad, y de paso se encuentra verbalizando cosas que no se atrevía o no le ponía palabras.
- Otras por acercarme a esa persona, es fantástico ver cómo nos reconforta que alguien nos escuche, que no nos juzgue, que no opine, que no alimente nuestro inútil drama.
- Otras por conformarme mi película, que oye, esto ha de ser un ganar mutuo; ese intangible que nuestros clientes, pacientes y alumnos nos regalan.
- Y otras para que sea consciente de sus patrones y creencias, porque intentando justificar lo injustificable, reconoce sus incoherencias.
En segundo lugar, si yo le digo a alguien cuál es la mejor solución, le estoy incapacitando. Le estoy mandando un mensaje claro: tú no sabes. Tú solo no eres suficiente. Tú no eres capaz. Tú no te bastas. Entonces me necesitarás, te haré dependiente para tomar decisiones. El prota seré yo y tú un mero espectador de mi expertis. Lo bueno es que se vayan capacitando, empoderando, superando solos y yo sea la testigo imparcial de este desarrollo. No sabes la de clientes que «he perdido» y cuánto me alegro por ello.
Y en tercer lugar, pero no por eso menos trascendental: ¿Y si le sale bien? Me pongo yo la medalla, que para eso le dije lo que tenía que hacer. Sólo faltaba… ¿Y si le sale mal? Pues no se hace responsable, lógicamente. Entonces ¿qué aprendizaje extrae? Pues buscarse un mejor asesor.
Esta es la trampa del asesoramiento. Que para cuestiones jurídicas, financieras, informáticas, logísticas, farmacéuticas, arquitectónicas, etc y etc, es lo ideal. Yo de esas competencias, solo me podré saber algunas. Pero para competencias de tu propia persona, más te vale dominar tú el tema.
El CÓMO es tan sencillo, que por eso pocos lo comprenden. Porque se trata de conversar. Sí, ya lo anuncié, era tan sencillito… Conversar implica mantener una comunicación a través del lenguaje. ¿Alguna vez has hablado contigo mismo, en voz alta o en voz baja? Pues lo mismo pero con otro delante de ti. Imagínate que estás con tu disco rayado dando vueltas una y otra vez y alguien te cuestiona algo que tú das por hecho y te para, ralentiza, acelera o te hace cambiar de disco:
—¡Vaya! no lo había visto antes así…
—Pues, ahora que lo dices, no sabría…
—Acabo de darme cuenta de que…
Para eso el coach está atento con oídos y ojos a las reacciones y respuestas del cliente. No sólo las bocas hablan. No solo los pensamientos y sentimientos se expresan con palabras. Nuestras mejores habilidades a entrenar para ser buenos profesionales es convertirte en estatua preguntona. Sí, tener habilidad para estar presente, con solidez, sujetar el espejo con fuerza, en el lugar más cercano a esa persona, con el gesto adecuado al momento y la pregunta necesaria.
Nada de saber oratoria, entender teorías cósmicas, disponer de un arsenal de frases cortas ocurrentes o empapelar el pasillo con títulos. Nada de eso es hacer coaching. Eso son añadidos. Si sabes oratoria, tendrás posibilidad de dar clases o vender tus servicios a través de ponencias. Si entiendes de teorías cósmicas, en los descansos del café con tu cliente te verá más ameno. Si dispones de un arsenal de frases cortas ocurrentes, tu muro de Face lanzará destellos de inspiración, tal como lo hace el horóscopo, que parece que lo que dice, te apaña. Y si puedes presumir de empapelar el pasillo de títulos, no sé en qué narices estás pensando que no te dedicas a asesorar, o sea, resumir lo que has aprendido para evitar a otros tiempo y disgustos de larga y dura formación y ensayos con mucho error.
El charlatán de Sócrates que fue de los primeros iconos de este noble oficio de tocar las narices con garbo, actuaba por ahí sin formación reglada y hecho un haraposo… ¿Y qué me dicen de Timothy Gallwey? Juego interior, lo llamó… Hablando del deporte ese de raquetitas, tenis. ¿Pues no tuvo la desfachatez de plasmarlo en un libro y todo? Por no mentar a John Witmore, que el muy sinvergüenza lo llevó al terreno de la empresa y ganó dinero con esta tontada. Con semejantes gurús, como los que he nombrado, no me extraña que hayamos llegado a donde estamos…
Dedicarnos al desarrollo personal y profesional… ¡Cómo si las personas pudiéramos mejorar y cambiar! ¿A dónde van contando por ahí que como nuestras vidas dependen de nosotros más nos vale actuar? ¿Comportarnos de diferente manera? De eso se encarga el gobierno, la sociedad, la mala suerte, mi suegra, el infame de mi marido, la lastimosa enfermedad, el cruel de mi jefe, el enfermo de mi padre… A mí estos no me van a descubrir nada ya. No te dan ninguna solución, no tienen ni pajolera idea de llevar una empresa, ellos mismos se conducen como unos torpes humanos y a ninguno he visto que haya descubierto la cura del cáncer. No producen nada, no hacen nada más que comerte el tarro. En fin, ya les sonará esto que acabo de decir.
A lo mejor también les suena esto: no todo el mundo está preparado para escucharse, ver, pensar ni sentir. Y no pasa nada. No hay obligación de mejorar ni de ser feliz. Tampoco de vivir en plenitud, ni siquiera de sobrevivir. También hay otras cosas importantes en la vida. Comprar humo (acumular riquezas materiales) o probar frascos de crecepelo (evadirse con diversas experiencias o sustancias, incluida la comida), sin ir más lejos.
El Coaching no es ingeniería aeronáutica. Ni resuelve graves dificultades mentales porque no hace terapia ni se basa en diagnósticos con tratamientos objetivos y científicos. El Coaching es un simple método para tomar conciencia y actuar en consecuencia. En principio lo puede hacer cualquiera, porque en potencia, las personas disponemos de todas las herramientas para reflexionar y hacer reflexionar a los demás. Si se adquieren los conocimientos oportunos, es cuestión de práctica. También para amasar pan, confeccionar un vestido, coser una herida, programar las luces de un edificio… Incluso para diseñar aviones.