Tengo una teoría y quería compartirla: tu éxito en la búsqueda de empleo está en sincronía con tu autovalía. Es fruto de mi propia experiencia, de mi trabajo, de la observación y del estudio. Por supuesto, la que más vale es la de mi propia experiencia, pues teorizar es sencillo y bonito (el papel lo soporta todo, se dice), pero no ayuda a quien se encuentra en esta situación.
He tenido que consultar en Linkedin desde cuándo me dedico a la empleabilidad, o sea, desde cuándo colaboro con la Escuela de Organización Industrial en programas formativos a menores de 30 años. Comencé en esta gran casa orientada a dar soluciones a emprendedores con temas de comunicación y cuando me propusieron participar en la asignatura de empleabilidad con clases y tutorías, dije enseguida que sí. ¡Qué reto tan apasionante! Y al colgar el teléfono y darme cuenta de lo que había aceptado, me comieron las dudas… ¿Y yo qué sé de esta materia?
Me empapé de artículos, libros, manuales… Seguía sin tenerlo claro, me tuve que confeccionar un programa por materias, tiempos, teoría, dinámicas… ¿Y en las tutorías? Me las planteé como sesiones de coaching enfocadas en el tema y cronológicamente sistematizadas. Y no sé cómo, pero llegué justo al meollo. Partí de lo que a mí me hubiera gustado que me hubieran enseñado cuando estuve un tiempo buscando trabajo, o cuando me reorienté en el mercado laboral. Lo que a mí me hubiera servido para no dar tantas vueltas, tanto en utilidad como de motivación. Sí, me encontré que lo que más necesité fue motivación, romper con la sensación de victimismo, de que las cosas no dependían de mí y que lo que dependía de mí, era un desastre tremendo.
Terminó atrapándome la empleabilidad, cada contacto con cada joven era un regalo. Me confiaban sus miedos, sus tropezones, sus complicadas vidas, sus inseguridades… Algunos venían con olor a clase de Instituto, otros rondaban los 30 y la ansiedad afloraba en cada mirada. Resonaban las palabras papá, torpe, imposible, necesidad, llegar… Con cada alumno subí un peldaño más en mi perdón. Me tuve que perdonar por cada vez que me desmerecí, por cada intento que no comencé, por cada fracaso que me hundió, por algún éxito que no celebré y por las mil noches que me acosté reafirmada en la idea de que no estaba a la altura. ¿De qué o de quién? De mi ideal inalcanzable, puesto adrede para rebajarme.
Todas esas palabras de ánimo, todos esos maravillosos planes que trazaba con ellos, esa paciencia en atender un dolor o una explicación, esa crítica con tacto que ayuda a crecer, ese cariño con que los trataba, en realidad era hacia mí. Y cuanto más me entregaba al trabajo, más me sanaba, más me encargaban, más dinero ganaba. Nunca estaré lo suficientemente agradecida a la EOI, a este empleo, que nada te lleva a los altares del reconocimiento porque un empresario te cite o recomiende, pero a mí me da la vida. Es un trabajo vocacional que se queda en el grupo o en el alumno que tienes delante, porque son personas que empiezan su andadura o que apenas están saliendo de un bache. Sin embargo, se puede ver y tocar ese hilo que conecta mi quehacer diario con mi contribución a la sociedad.
Y para más inri, llegó el año 2018 y una empresa que trabaja para organizaciones gubernamentales en temas laborales y de viviendas, me reclamó para trabajar temporalmente con ellos: Ingeus. Y digo reclamó, porque al principio les dije que no, insistieron, les llegó mi documentación fuera de plazo y finalmente colaboré con ellos. Cómo me alegro a toro pasado, porque entonces, fue bastante duro poner en marcha aquello. Fue una propuesta pionera en España de programas de coaching y acompañamiento para grupos diferentes de desempleados: a) jóvenes de hasta 30 y b)parados de larga duración mayores de 30, incluso con personas de más de cincuenta y muchos años. Y entonces me di cuenta del mayor obstáculo para encontrar empleo: uno mismo.
Los junior se quejaban de que como no tenían experiencia, no les daban una oportunidad. Los senior se quejaban de que como tenían ya una trayectoria, no les daban oportunidad. ¿Y los de enmedio? Pues por estar en tierra de nadie… Da igual. Los que no tienen cualificación, porque no la tienen; y otros por la sobrecualifación. Si tienen familia, si son solteros, si son mujeres, si son hombres. Si son almas solitarias y serios, si son excesivamente sociables y parlanchines. Si son meticulosos y lentos, si son rápidos y desmanotados. Da lo mismo, tengas lo que tengas, quien no se valora, encontrará peros. Y esto llevó a niveles, que si no lo hubiéramos vivido varios coaches que en ese tiempo trabajamos juntos en los variados grupos de desempleados para Ingeus, no lo hubiéramos creído.
Poco a poco, mis compañeros y yo desde otro puesto de conectora con empresas, conseguíamos empoderar a lo largo de varios meses, a personas que habían perdido la esperanza, la confianza y la autoestima. Los veíamos crecer, sonreír, personas que volvían a creer en ellas, que venían de bajas voluntarias para crianza de hijos y se metieron en 7 años enfrentándose de nuevo a dar explicaciones de sus decisiones, hombres que se sentían inútiles y les había afectado en su vida íntima y familiar, chavalas que acudían en contra de sus padres que querían que se casaran y dejaran sus empeños de independencia, jóvenes que habían tirado la toalla de los estudios y se habían refugiado en nubes de humo como tabla de salvación, otros en su día inmigrantes que llevaban tiempo empleados en trabajos que no les realizaban y ahora ni eso…
Podréis comprender que la empleabilidad no consistía en sugerir mejoras en un currículum. El trabajo era que ellos lo redactaran, se reconocieran, pensaran en ellos, pusieran en valor competencias olvidadas, habilidades no conscientes, talentos acallados. Había quien le costó más de dos meses traer una foto de ella misma que le gustara. Fue un trabajo más que gratificante. Poco a poco, las personas fueron encontrando empleos. Estos 20 grupos de 20 personas iniciales contemplaban con ilusión los asientos vacíos de sus compañeros, a la par que había que trabajar con la angustia propia por seguir ocupando la silla en el programa.
Y llegaron las entrevistas. Ciertos parados de larga duración, llevaban 7 y 8 años sin que los llamaran para una simple cita. No habían conseguido ningún resultado de sus acciones. Y cuando al fin llamaron a algunos, se daba lo que tenía que darse: imposibilidades de asistencia, las resistencias del inconsciente. Hubo caídas con rotura, familiares que exigían sus urgentes cuidados, móviles que se bloquearon ese justo día, despistes de fechas…
Cuando está muy arraigada la creencia de que no valemos lo suficiente, el Universo entero se alía para reafirmárnoslo. No se trata de ir luchando contra todas las circunstancias, eso es precisamente lo complejo y cero efectivo. Tan solo hay que dotarnos a nosotros mismos de valía, de estima y confianza y curiosamente, los obstáculos se despejan y nos posibilita llegar al empleo. Sin embargo, queremos empezar por el tejado, «cuando tengamos empleo»… Será una espiral que retroalimente nuestros cimientos de autoestima, pero hemos de construirlos antes.
Tema 1 de empleabilidad: ¿Qué estás dispuesto a aportar al mundo?