Y no llega. Será porque no ha de ser. O no le dejamos ser.
Tiempo ha te presentaste con el viento. Sí, a distancia, a golpe de onda que vibra. Vibra con tu sola presencia. Ya sea física o mental. O es lo mismo. O no. Y me da igual no poder explicarlo. Me basta con saberlo.
Me dices pájaro que revolotea. Pero yo te lo dije antes. Porque te vi de arriba, del cielo. Te pedí a las estrellas. Supongo uno de esos días en que mis noches se preñan de lágrimas anhelantes: dame coraje, dame fuerza, dame blando, dame sol. Y amor.
¿Qué hago con esto que tengo entre mí? Me embarga y tengo que entregarlo. Si no lo doy me voy a inundar. Y me llamas…
Y no quiero. Y sí. Mi voluntad se fabrica necesidades que dejaron ya de existir. Y aún sabiendo que solo duele, pero no destruye, te sigo reteniendo. Apartarte, dejarte a un lado. Miles de veces. Y otras miles te recogí en mi pecho. Pero en silencio, en quietud. Y aunque rabie, escueza o queme, mi rugir se aplaca al presentirte. Soplas con un viento tan cálido… como si no fueras tú. Porque embistes, manejas, arreglas y sigues. Hasta que me alcanzas en tu vuelo.
Y me creí imaginando esto que no es ni llega. Y no, desde aquí noto como extiendes tus brazos cual zarcillos que se anudan a mí. Mis entrañas guardaron tu olor, tu tacto brusco y suave y no cesa de resonar en mí tu teatral entonación. Tú tampoco me sueltas.
A dar vueltas… Al mundo, o al segundo.
Se me ocurrió negarte. Es la mejor manera de seguir en ti. Retomo trucos de niña… ya intenté odiarte. Mas no me reconozco. No voy a anularme por y para ti. Y además, no dejarías de existir y mis tretas no servirían de nada.
No andaré pasos, dejaré correr el agua. Sí, es cierto que enfría. Me enfría todo menos el alma. Y yo la tuya me la he pedido. Se la he pedido al Universo, que te me trajo. Te pertenece, es tuya. Pero me acompaña.
Y ahora la que hay soy más yo. Seguiré leyendo y escuchando teorías que digan que no y que sí. Que expliquen el aire, las alas y el sonido del unísono batir. No faltarán razones, certezas y sentires. Pero se me acaban las ideas y las ganas de huir. Y mi vacilante calma me dice que no siga, o que ahora sí…
Me rindo.
Aquí hay palabras que me recuerdan a Cortázar, que también intentaba explicar cosas muy difíciles de decir.
«Este inútil deseo comprender» (Cortázar, 62/Modelo para armar).
Aunque sean difícil de explicar, son tan sencillas de entender…