Vivimos tiempos revueltos, de la ordenada tortilla, hemos pasado a los huevos revueltos… Las fábricas necesitaban piezas todas igualitas para que encajaran en los productos de serie. Nada de anomalías, nada de sorpresas, mejor que todo esté determinado, predecible, estable y sustituible. ¿Qué falta una pieza? acudimos a su generador y obtenemos cientos de piezas más. Cada pieza cumplía su función y tarde o temprano era usada y reemplazada y así sucesivamente en una cadena de montaje.
Estudios oficiales, títulos oficiales, gremios, colegios profesionales, puestos de trabajo, oficinas, catálogos de tareas…
Cuando se innovaba un producto, se daban órdenes a las fábricas para que produjeran nuevas piezas con el detalle que fuera necesario para que la pieza encajase donde se precisaba. Parecía de lo más lógico y razonable, producir estrictamente aquello que es necesario e ir abandonando incluso el diseño de piezas para las que no se han creado su producto o productos que no se han reciclado y perecieron.
Especializaciones en carreras, formaciones, planes de estudio, nuevos oficios, tareas predeterminadas en puestos de trabajo… Abandonamos la filosofía, las lenguas muertas y los estudios sólo teóricos «sin utilidad práctica»…
Venía siendo así desde que la fábrica era la que imperaba y dominaba la economía, vaya desde a revolución industrial. Si la empresa es la que manda, genera y reparte, en ella deben recaer todas las decisiones. Si vivimos en una mundo de producciones estándares, los procesos, los productos, las piezas, las materias primas, los consumidores… todo ha de ser estándar.
Como buena pieza que soy, estudio, me formo o trabajo en serie para comprar, adquirir, tirar y volver a comprar los productos que ideo, hago y vendo en serie… La cadena de montaje es perfecta.
Y la verdad, no sé cuál fue el momento, el click o la partícula cuántica responsable de que algo cambiara. Nos volvíamos locos en el mercado cogiendo a manos llenas todos los productos estándares que nos ofrecían. Estoy segura que si hubiéramos seguido así, hubiera llegado el momento que tendríamos que haber hecho verdaderos esfuerzos para distinguir de otros miles nuestro «armario» por dentro si nos llevan ante él con los ojos vendados.
Comemos, bebemos, vestimos, adornamos, conducimos, descansamos, viajamos, usamos, leemos, votamos, limpiamos… todos los mismos productos estándares e incluso dotamos de caché al asunto tan sólo por pagar como el triple de su valor porque alguien lo firme ¡en una cadena de montaje!
Admito que siempre ha existido el producto VIP, la serie exclusiva, los números especiales y todas esas clasificaciones esforzadas por salirse del estándar, pero precisamente eran eso: excepciones que confirmaban la regla. Todos entrábamos en el mismo saco menos unos pocos escogidos que tenían derecho a la decoración particular en la suite del hotel estándar. Mas, aún así, sus excepciones seguían rigiéndose por excepciones estándares.
El caso es que ahora veo a la empresa corriendo tras las piezas artesanales porque sólo así contenta a su vez a las «piezas» que se niegan a encajar en los productos diseñados. El consumidor quiere ser considerado como ente diferente, quiere educación particular, estancias únicas, viajes a medida, comida «natural», prendas personalizadas, productos a su carta… ¡Si hasta la Coca-Cola o la Nutella te ofrecen la posibilidad de ver tu nombre en el bote o etiqueta!
Se ha acabado el reinado de la empresa, observo una mirada al individuo. Ya no valen los mensajes masivos, ni la publicidad para todos. Volvemos a la venta puerta por puerta, pero ya no llevas la enciclopedia general, no, ahora llevas la tablet para apuntar el producto que necesita esa personas y conseguírselo al precio que puede pagar, para entregárselo donde le convenga.
¿Quién podrá mantener una empresa en esas condiciones? Una empresa donde los productos o servicios los diseña el consumidor conforme sus necesidades, su economía, sus puntos de adquisición preferido, su propio método… sus condiciones, vaya. Se acabaron los contratos de adhesión, ahora se negocia hasta el tipo de letra del documento word.
La gran fábrica se resiente, se hacen costosos, efímeros y caprichosos los procesos de producción. Quizá debe aprender nuevas formas, microsegmentarse, olvidarse de su característica de mantenimiento en el tiempo, crear nuevas formas de cooperación. ¿Qué harán los mercados emergentes asiáticos e indios? Si sufren la misma evolución que nosotros no quiero pensar en lo que será satisfacer a millones de chinos demandando su singularidad…
El enemigo del capitalismo no parece que sea el comunismo o el anarquismo de antaño, el enemigo del capitalismo es el individuo que reivindica la salida de la fábrica ¿para la vuelta o ida a…?