Esa es la idea de pequeños, grandes y medianos: si el todo es una tarta, cuantos más comensales, menos trozo para mí. Esta idea tan reducida, obsoleta y limitante me viene muchas veces a la cabeza. Pero debo decir que son mis musas las que encienden la chispa para que me ponga a darle forma y una vez más, y no sé cuántas, es Fran Torreblanca en su post de hoy, el culpable de mi líneas. No podéis perderos su blog donde de cada foto, mención o idea expuesta, extrae la esencia de su concepto de marketing.
Fran empezaba hablando de Coopetencia, para referirse a una de las formas de trabajar con tus pares sin que ello reste, sino que sume. Lo voy a traducir de otra manera: aunar sinergias con tus competidores para ofrecer al mercado una gama de servicios que individualmente y pensando sólo en uno mismo, no se llega. Le sigo dando vueltas a la palabra y al final llego a la conclusión de que sólo desde un cambio de paradigma (representación mental socialmente aceptada a partir de la cual configuramos la realidad y da lugar a nuestras acciones) puede llegarse a esta coopetencia.
Vivimos una época de tremenda riqueza, de abundancia de medios, recursos, avances, oportunidades… y sin embargo, seguimos pensando en la escasez. ¿Tanta evolución para esto? Parece que seguimos yendo solos por la selva desconocida con tan sólo nuestras uñas, recorriendo todo lo más 5 kilómetros desde nuestra inhóspita cueva para cazar al único mamífero esquelético que estará en la tierra hasta el fin de nuestra mísera vida. Desarrollamos las armas, los recorridos desde nuestras impecables chozas, creamos nuevos medios de transporte y hasta criamos bichos y vegetales para asegurarnos el alimento. ¿Qué paso con nuestro cerebro? ¿Será verdad que es el que menos evolucionó y sigue esperando que las neuronas miren hacia arriba y no sólo del ombligo hacia abajo?
Debemos partir de la abundancia, debemos ver que hay muchas, casi infinitas tartas y que sino, pues las creamos. ¿Acaso no jugaste de pequeño a hacerlas con la arena y barro? Si no son comestibles las hacemos monas y las vendemos como arte y el de al lado, a dieta estricta de cero carbohidratos, seguro que la quiere para contemplar aquello que tiene prohibido. En fin, que las combinaciones son infinitas y que gracias a la diversidad hay mercado y oferentes que pueden acudir para satisfacer sus necesidades.
Una vez instaurado este nuevo paradigma de la abundancia, emprendemos, empezamos o como queramos llamarlo y salimos de nuevo de nuestro pueblo, acompañados de un grupo nutrido de congéneres con lanzas último modelo y ya como a 50 kilómetros para abarcar así a más animales. Hemos conseguido cambiar la visión y eso debería de ser suficiente ¿no? Pero al ir llegando, vemos cómo un grupo muchísimo más numeroso de otros semejantes alzan tan sólo sus cucharas y nos indican cuál es nuestro puesto respecto de la posible comida para no estorbarles a ellos. Pusieron sus reglas del juego y arriba del todo y bien escrito ponía: Del gran pastel de carne que hemos hecho con todos los mamíferos de la contornada primero comemos nosotros y os dejamos repelar las migas.
—Con lo que he visto, me acabo de hacer vegetariano —dice uno y se va a recoger moras.
—Oye, chicos, que estos se han dejado el caldo de hacer el pastel y casi lo tiran ¿os hace una taza? —y antes de terminar la pregunta uno de los de cuchara en mano, añade un trozo de pastel y juntos lo reparten (el origen del caldo con pelota).
¿Eso es coopetencia? Al menos los que empiezan tienen una oportunidad y los que hacían las tartas, se reciclan y ven nuevos modelos de negocio. Seguro que después de esta crisis los que quedan en la selva son los que aprendieron a quitarle la «m» para añadir la «o» (la RAE no la contempla).