Hoy te dedico este escrito, simple e insignificante muestra de mi dedicación a ti. Porque yo te dedico parte de lo único que poseo, mi tiempo, mi ternura, mis alegrías, mis enfados y mis dudas. En verdad no es gran cosa, son sólo retazos de alguien que crece, muy lentamente, pero crece junto a ti.
Sí, hoy se lo dedico a ese hombre que me escogió como mujer aceptando que se quedaba con la niña. Que en la superficie era fuerte y resistente porque envolvía una llaga a flor de piel. Lo malo de las niñas grandes es que no se educan, no cesan de jugar y se despistan con facilidad, así que eres valiente llevándome a tu vera.
Se lo dedico a ese muchacho que tras un primer beso fue directo a casa a decirle a su madre que la había encontrado, ¡que sí, que era ella! Mientras esa muchacha subía aterrada en el ascensor a su cuarto y aceptaba que su corazón tuviera al fin un descerrajero de paso decidido y mapa abierto.
Y sobre todo se lo dedico a ese compañero que suelta la cometa porque le gusta verla volar alto, lejos y visible… pero con la otra mano ata sin nudo en su confianza la cuerda que los une. Ese hombre que guarda el perfecto segundo puesto porque sabe que nadie le va a quitar el primero.
A ti, mi amor, que siempre pareces salido de la ducha vengas de donde vengas y cuyos ojos se aclaran verdosos cuando me miras. Boca generosa y cuerpo grande. Abrazo eterno que me protege de mí misma.
A ese que a veces come fruta ácida y desespera paciente su cambio de estación…
Se lo dedico al hombre que a pesar de haber recibido los dos mayores regalos que otro ser humano le puede hacer, sus hijos, siempre me ha hecho sentir infinitamente más importante para él como mujer que como madre. Es a ése, a ese hombre que con brillante inteligencia me conquista hacia su cama.
Para ti, mi amor, que me coges la mano y en antagónica talla andamos por la calle retando al destino…