No estoy vaga, aunque ahora me permita relajarme y no hacer nada productivo para el prójimo sin recriminarme ni sentirme mal por no sé qué historia familiar inculcada, donde el relajo es reprobado como una de las mayores afrentas contra… contra… ¿contra qué o quiénes?
No es que tenga acumulación de trabajos y proyectos, que también, pero otras veces no ha sido un impedimento para escribir, postear, interactuar en redes sociales o «selfiarme» día sí y día también.
Ni tampoco es un no querer compartir ni un aislamiento por gozos en otros pozos o por tristeza o abatimiento.
Sencillamente, es que no me entra el ansia de la necesidad. No me corroe. No me quema. No me desborda.
Mi alma sigue inquieta, ilusionada en su crecimiento, doliente en sus pesares, sangrante en sus recovecos, conmovida en sus hallazgos, alegre por conocerse y reconocerte. Pero…
Sí es cierto que empiezo a encontrar la paz. Me sonrío ante mis locos pensamientos. Remoloneo cuando me despierto nenita. Me esfuerzo en mudar si me experimento demonia. Me dan más arrebatos de tolerancia que de intransigencia. Y mi razón se queda contenta con un trozo de queso. De los momentos de furia donde arrasaría la misma tierra a mi paso y de los agujeros negros cósmicos donde me hundo a la velocidad de la ultraluz, me intento resguardar llevando un rudimentario interruptor on/off. Pero…
No me urge como antes tender mi ropa en el patio común. ¿Me he vuelto reservada? Pues como poca gente me va a creer si digo que en el fondo soy reservada, pese a mi extroversión aparente, contestaré que no es eso. Además ya llevo muy bien entrenada mi máscara de rubia estirada a la que nada ni nadie perturba ¿a qué cambiarla a estas alturas de la película? Que sigan comiendo palomitas…
Y es que hoy, aunque se me eche encima la contención acumulada y la pasión por las nimiedades de la vida, mi mano no corre presurosa a vociferarlo. Más bien se desahoga suave… a trazos lentos, sensuales y detenidos. Tal como lo haría sobre la piel de tu pecho, mirándote a los ojos con amor negado por el juego y retrasando el acelerado deseo.
Y así me noto, que cuando me busco dentro para escribirme… ya me he narrado. Ya te lo he susurrado al oído procurando rozarte con mis labios. Ya me he consolado de mis lágrimas en tu protector hombro. Ya te he reprochado mis caprichos entregándote la tirita de mi herida. Ya me he declarado ante tu alma mucho antes de encontrarnos. Tan solo me queda salir al escenario del teatro social y…
Aquí me tienes… sin embargo, a pesar de y con todo… aquí me tienes entre estas líneas que salen de mi mudable mente.