Tú ya no estás y me acuerdo de ti. Me vienes a la mente, me viene tu amplia sonrisa, tu encendida mirada, tu gesto burlón. ¿Fiel reflejo? Qué más da… tú ya no estás y pienso en ti.
Cogías mi mano tan fuerte que nuestros dedos se entrelazaban con daño placentero, como ese abrazo que quita el aire y te da el aliento. ¿De verdad fue así? Qué más da… tú ya no estás y te siento así.
Incluso con los ojos abiertos y mientras pasan los coches, los edificios, las rutinas… veo tu rostro, ese rostro familiar, bello, único ¿te recreo mejorado? Qué más da… tú ya no estás y me acuerdo de ti.
Tu olor permanece en mis entrañas, me acompaña como buen perfume. Tu voz me persigue y hasta me doy la vuelta a veces por inercia ¿Fuiste tú? Qué más da… tú ya no estás y vives dentro de mí.
Creo que fue ayer cuando escuché en el aire esa palabra de la que tú y yo nos reiríamos seguro. ¿Me imagino conversaciones que no serían reales? Qué más da… tú ya no estás y permaneces en mí.
Me acompañas en los momentos de duda, de caída, de celebración, de incertidumbre, de quietud y encuentro consuelo, alegría y ánimo. ¿Harías eso por mí? Qué más da… tú ya no estás y necesito de ti.
Si te menciono mis labios se estremecen como si declamara el mejor de los poemas en la intimidad de un libro viejo ¿Has desaparecido para ser mi inspiración? Qué más da… tú ya no estás y tengo ansia de ti.
Podrías ser eterno, sustituido de un plumazo, un lejano y borroso recuerdo, una destructiva obsesión, una luz que guía… Serás lo que yo quiera, real, inventado, ficticio, certero, idealizado, buscado, arrinconado, ensalzado… Pero, qué más da… tú ya no estás y te invento para mí.
Y aunque no seas, no fueras o no tuvieras… qué más da… tú ya no estás y no existirías si no es por mí.