Iba a hablar con las tres editoriales que se pegarían de solapas para publicar tan top tema, pero me da vergüenza entregarles un solo folio. Bueno, un solo párrafo. Venga, está bien, sin faltar a la verdad: una sola línea: «Háztelo mirar tú».
Queda muy corto ¿verdad? Pero es que todo lo demás, juro y prometo que sobra. A día de hoy, que parece que todo quisqui anda muy puesto en relaciones personales, no se han enterado de que no existen personas difíciles, tóxicas, retorcidas, conflictivas, rencorosas, vengativas, envidiosas…Ah, se me olvidaban otros enfoques: personas negativas, de baja vibración, de energía o aura… Jo, se me ha olvidado. Pero ya me entienden.
Se trata de poner enfrente y fuera de ti todo aquello que no te gusta, no sabes manejar o no toleras. Es fantástico. ¿Que soy incapaz de subir escalones? Pues queda abolido todo aquello que no sea plano y pulido para que mis pies sigan resbalándose sin problema. El problema está en el asfalto, camino, en la montaña, la roca, la arena el parque y el suelo.
Y así con esta premisa tenemos lemas preciosos. Algunos los dijo Coelho, Mr. Norteamericano y otros el refranero español, depende del corta y pega, uy perdón, quise decir de la fuente a la que se acude: «Aléjate», «Huye», «Mantén distancia», «Ponle freno», «Tócalo con un palito y de lejos…», «Ten compasión», «Perdónale», «Muestra lo mejor de ti para ser su ejemplo», «Cuenta hasta dos mil quinientos treinta y cuatro», bla, bla, bla…
Enmascara un tufillo que te sitúa por encima y a distancia de tu entorno: Tú eres mejor. Tú no haces eso. Eso lo hacen los demás. Pobres (ellos, no tú). Y entonces sale tu vis de maestro frustrado para dar lecciones de moral e ir repartiendo tu bien siempre proceder: ¿Ves? ¿Ves cómo yo te escucho, te soporto y no me pongo a tu nivel? Menos mal que te has tropezado conmigo, que me he leído setenta y dos manuales de qué hacer con chusma (uy, otra vez perdón…) personas como tú. Es decir, que tienen (ellos, yo no) un problemilla con sus frustraciones, egoísmos, educación, tolerancia. Yo no, ellos. Por eso huyo, para que no contaminen mi paz interior y equilibrio.
La de libros, clases de yoga, meditaciones, hierbas, conversaciones, terapias y disgustos que me ha costado conseguirlo. Para que venga ahora uno de esos difíciles, que ponen por ahí, como los semáforos, para tocarme las paciencias. Este subtipo de personas, que aparecen espontáneamente igual que las aguas subterráneas, y manifiestan enseguida esas cualidades que, casualmente, yo detecto con mi máquina de «Captador de cosas que no están en mí, siempre en los demás, cuya principal habilidad es que sacan lo mejorcito de mí y alteran mi nivel de agua calmada«.
¿Cómo es eso? ¿Cómo que en qué medida sustento esa relación? ¿Que las relaciones que mantenemos con los demás son sustentadas por ambas partes? Nooo, eso no es así. Eso se da en los demás, en mis relaciones no. Yo estoy aparte, estoy fuera, arriba o a distancia. En otro plano. Eso de que una cuerda precisa de dos extremos, no. Yo no cojo el cabito. ¿No ves que ya me he ido? Míralo, míralo, es el otro. El que tiene un problema es el otro, los demás, los subtipos, las personas difíciles.
Que conste, que si algo recomiendo, aparte del bar de la esquina de mi despacho, es entrenarse en asertividad. Puede durar toda una vida o tres, pero ayuda mucho. Y trabajar para detectar tu ego y gestionarlo también ayuda mucho. Incluso un poquito más. Ya sé, te comprendo, ya fuiste una vez a clases de inteligencia emocional y ya hiciste un trabajo enorme e inmenso de introspección y sigues encontrando personajes complicaditos. Si es que no se van, ya digo yo que los van poniendo. Algunos hasta se repiten, parecen que los clonan. Así que por si acaso no te da tiempo o no te da ganas de hacértelo mirar, compra el manual para tratar personas difíciles.
En ese manual encontrarás trucos estupendos de contestaciones sin mostrar agresividad, o sea, la venaca esa que se te activa ante gilipollas (uyyy, ya son muchos perdones…) personas difíciles. A mí me encanta el «banco de niebla». Maravilloso. Y tengo una frase que me deja siempre en buen lugar: «Gracias por tu opinión no pedida». ¿A qué quedo como una señora? Si hasta alguna vez me ha salido desde el corazón y no desde la hiel. Se nota en mi entonación, bien corregida, así para que no suene la espada que desenfundo. ¿Has visto que asertiva? Por algo hay que empezar. Algunas cosas me las he llegado a creer. Eso que vaya por delante. Otras continúan en revisión, pero en silencio, no se vayan a dar cuenta de que todos debutamos ante ciertas situaciones.
Como sigo tropezándome a diario con cuerdas, cabos y personas difíciles, hace un tiempo que me ha dado por hacérmelo mirar. Creo que sale más económico poner el foco en una persona y dejarse de categorías. Aprendido en uno (mismo), reproducido para todos. Simplifica la vida. Lo contaré con otro título: «Manual para tratar-nos».
No es fácil tratar a gente difícil. Sin ir más lejos hay un tipo que me inquieta y molesta. Me desagrada que me mire pero, a veces, lo observo observándome. No me habla, pero su mera presencia me produce desazón. Es un tipo feo y malencarado. Por las mañanas, sobre todo. Llevo varios días sin afeitarme, por no verlo. Pero ahora me pica la barba y estoy pensando en aprender a afeitarme sin mirarme al espejo. ¡Qué horror!
No debe ser fácil, no… Limpiar de espejos la casa, esquivar escaparates o no asomarse a charcos podría ser una mala solución del manual. Habrá que superar dificultades y desagrados hasta que nos llegue a resultar cómodo. 😉