«Con estos defectillos construyo mis metodillos». ¿Alguien se ha parado a pensar por qué hay manuales que te bombardean tus cimientos con apenas una línea y te llevan a mundos fantásticos de soluciones y otros que con método hiperexplicativo te pierdes en el primer párrafo del prólogo y no consigues continuar?
Yo tengo a varios libros castigados por ello en mi estantería a la privación más absoluta de luz. Les abrí por el índice, cogí dos cositas que me interesó y en agradecimiento a su autor por compartir su expertis con sus congéneres, les beso en la contraportada donde suele venir la foto del sujeto y les dejo cual princesas de cuento: que duerman su sueño ininterrumpido. A veces, cuando hago mudanzas, que es a lo que yo llamo limpieza general en mi despacho, les asigno un candidato idóneo a su estructura mental y alimento mi parte celestina sin destrozar la vida de nadie.
Vamos, que si alguien no se ha planteado del por qué de un libro sí y otro no, es que sigue pensando que los métodos sirven a todos, con independencia del relleno que se le ponga. Pues no. Hay personas que son de procesos, otros de acción, unos se orientan en los objetivos y algunos más en las relaciones que tejen por el camino. Unos más de contestar con un monosílabo, otros de no poder parar de hablar pero sin dar respuesta concreta.
Aún así, no falla, de cada 5 libros con método, 4 y medio son escritos por personas metódicas. Y la otra media persona es porque fusila el método de un metódico. Son métodos que entusiasman a los metódicos. Métodos que siguen a rajatabla los metódicos. Métodos de los que se obtienen resultados metódicos que miden, revisan y vuelven a medir los metódicos.
Ellos no entienden al resto de la población (que suele rondar el 75% restante) cómo siguen perdiéndose ese fantástico método que a ellos tan bien les funciona y tachan a los demás con calificativos diversos: tercos, ilusos, escépticos, caóticos, cabezotas, ciegos, vagos, desorganizados, superficiales, difusos, impulsivos, desordenados, inconstantes, irreflexivos y… (sigan, sigan, no se corten, aquí cabe todo lo que no sea observar, comprender, interiorizar, implementar y supervisar las cosas con método y si es de manual, mejor).
Y ellos siguen preguntándose ¿cómo es posible que continúen sin ver que si partes de aquí y haces todo eso llegas a allá? No, si yo lo entiendo, si yo aunque no sea metódica convivo con ellos. A veces hasta incluso gracias a ellos, porque adopto una o dos veces por década alguno de esos métodos que, me repatea reconocerlo, me dieron resultado.
Entiendo que se pasen por alto de lo que se perdieron o prescindieron por alcanzar aquello que se marcaron. También acepto que en sus resultados, sus mediciones, sus criterios y en sus procedimientos tuvieron que obviar pareceres ajenos, corazonadas sin evidencias, sentimientos comunes o alteraron sistemas intangibles, pero… Al fin y al cabo ¿qué son esas «menudencias» comparadas con alcanzar tus objetivos metódicamente planificados y conseguidos para satisfacción propia?
En todo equipo, negocio, empresa o proyecto que se precie ha de haber, sí o sí, este perfil de persona. No es ni mejor ni peor que otro perfil, lo que sí es necesario. Me atrevería a decir que su ausencia suele ser el punto flaco de aquellas empresas de mucho emprender y poco permanecer. Las de espuma de mar se alimentan de otros perfiles más vistosos o humanos, pero lógicamente menos prácticos y después de arrancada de caballo se quedan en parada técnica.
//Aquí hago un inciso que ya venía yo teniendo ganas: que lo de emprender es una tendencia del ser. Que si buscas manual de emprendimiento lo que obtienes son instrucciones de uso. Que si quieres entrenar al ser, te mastiques y digieras bien un curso completo de desarrollo de tu persona, déjate ya los talleres de adiestramiento de perros que eso no funciona. Si eres emprendedor no entras en este perfil metódico, si quieres emprender con método busca a uno que lo sea y te complemente. Y si no, emprende y luego pide ayuda a este perfil y a todos los demás. De nadaaaa.//
No obstante, a mí me fascinan y sigo picando anzuelo, los compro, los leo, los estudio, los olvido, los cambio de arriba a abajo, los copio, los innovo, los olvido, los critico, los admiro, los practico, los olvido… Los métodos no dejan de ser experiencias que uno cree extrapolables y con la mejor de las intenciones pretende su réplica. Congratulémonos de que los metódicos se hallen entre todos nosotros y «cada personilla con su sistemilla».