Son de estas cosas que te pasan en la vida para probarte de poquitos a poquitos. No es que fuera un gran trauma, un problema insoluble o una enorme dificultad… Hasta creo que se podría decir que es una leve contrariedad, pero fue la prueba en que me he medido este verano.
No, efectivamente, romperse en pleno julio un dedito del pie y tener que adoptar a la fuerza la postura justa en la que quedas en las tumbonas de playa como una modelo profesional no parece una gran desdicha. Tener que dejar de madrugar para hacer ejercicio, dejar que te sirvan en trajines caseros varios, saber que tienes reservado el mejor asiento, que los favores los rechazas sin carga de conciencia… no parece ni contrariedad ¿verdad?
Confieso que hasta en otras épocas de mi vida he rezado porque algo parecido sucediera para ver y experimentar… No, jamás volveré a invocar a los malditos hados, que parece que no, pero escuchan sólo la primera parte de la plegaria: «Mándame a alguien a quien amar», «Que no me falte nunca el trabajo», «Que me quede como estoy»… Pero, jodíos, ¿no escuchasteis lo que venía detrás? «Y que me quiera también», «Pero con períodos de descanso para reponerme», «Aunque no estancado y sin posibilidad de avanzar»…
Al principio mi resistencia a aceptar la nueva situación, a cambiar mis hábitos, gustos, deseos y hasta mi forma de ser me dejaron un poco KO. Eso de luchar contra lo inevitable nunca se me hizo tan patente. Ir contra mi natura inquieta y cinética me ha costado, debo de ser de lo más vulgarcito de esta especie y no como esos impertérritos seres, se ve a juzgar por los miles de mensajes que la gente se asigna en sus muros. Mi vida social mermada, mi ánimo por los suelos, mi ansiedad a tope y mis recuerdos de situaciones semejantes con consecuencias desfavorables que me asaltaban de vez en cuando, me tocaron hasta el punto de cuestionarme lo que tanto se escucha por ahí: ¿Una coach que no se aplica lo que dice?
No sé si a los médicos cuando enferman o a los informáticos cuando el ordenador se les peta atraviesan por las mismas diatribas que yo pasé, pero esa preguntita me machacaba a cada momento. Cada vez que me venía un pensamiento de esos que no ayudan en nada, además del esfuerzo de cambiarlo por otro más positivo, gestionar la rabia, aguantarme las ganas de adoptar el papel de plañidera frente a mis congéneres, o canalizar la vuelta de rosca que me acompaña desde que nací, me sentía como juzgada por toda la población: ¡¿Cómo?! ¿Una coach que no se aplica lo que dice?
Ufff, qué presión, la mitad de la comunidad me señalaba con el dedo acusatorio, mientras la otra mitad se reía con ganas por reafirmarse en lo que muchos se relamen hasta la punta de los dedos: si es que… ¿ves, ves? son unos cantamañanas que dicen que te ayudan pero ellos solos no lo pueden hacer consigo mismos. A ver… ni es inmediato, ni es un camino de rosas, ni las pastas para hacer humanos difieren en esencia.
(Hago un inciso que me llamó poderosamente la atención este verano y que vi en el Museo de las Ciencias de Granada contradiciendo todas las teorías que antes nos enseñaban: no existen las razas humanas, la raza humana es única. Quizá eso explique muchas cosas…)
Sin embargo, a mí esto me sigue pareciendo lo mismo, necesitamos del otro, de alguien que nos haga de espejo para vernos desde otra perspectiva, ya seas humano, coach o simplemente humano que tiene esa profesión. Suerte que el agua cristalina de la piscina en la que me daba el gustazo de bañarme yo sola gracias a mi mala pata (sí, la perfecta excusa de que esté desierta para que nadie me pudiera dar un golpe) también ayudaba a devolverme mi imagen…
Pues me ha servido muchísimo, este pequeño enorme incidente me ha servido para chequearme los puntos débiles y supongo que cualquiera que haya pasado por algo parecido habrá experimentado esos vaivenes que las emociones nos recorren. Dependiendo de qué hagamos con ello, si nos dejamos arrastrar, si luchamos, si aceptamos, si fluímos, si nos oponemos, etc, estará la clave para decidir cuando hagamos el balance de situación si algo nos superó, lo superamos o fue un mix.
No creo que haya fórmulas comunes y absolutas, siento si contradigo a los metódicos. Cada uno pone su foco de atención en un aspecto, a cada uno le sirve más una herramienta que otra, cada uno tiene un grado de madurez diferente y hasta cada uno extrae de la lección lo que quiere.
Lo que a mí me ha servido puede que a otro no. Es tan cierto como que las cervezas fresquitas que me he tomado, los baños relajantes de sol, las páginas escritas, las canciones escuchadas, los mimos recibidos y la soledad disfrutada no los receto a nadie, no vaya a ser que se queden con la primera frase y no lo que había o venía detrás de eso…