Me toca este próximo sábado arrancar un curso que imparto con otras dos compañeras (https://egoescuela.com/formacion-mentoring). Me gusta iniciar las cosas. Me encantan los inicios. Me da entre vértigo y gustirrinín, lo confieso.
Ser la que inicia me produce un dolor placentero, o un placer/displacer. Pero es que no me cuesta, la verdad es que tomar la iniciativa en ciertas cosas, me hace disfrutar mucho más la vida. Me permite tomar las riendas, abrir camino, sentar las bases, ser la que hace el molde. Me descarga de la comparación previa y me resguarda del miedo paralizante al fracaso o de no estar a la altura que me atenaza si veo antes de probarme yo como lo hacen los demás. Así, al ser la primera, el que venga después… que arree.
En cierta medida, para mí, tomar la iniciativa es permanecer en mi zona de confort.
No entiendo cuando me llaman valiente por ello, pues hacia mis adentros me alivia. Quizá sentiría que pongo más coraje si salgo de mis esquemas para amoldarme a las circunstancias que otros ponen. Pero es que quedarme a merced de la voluntad o el consenso de los demás, me produce pavor. He tenido que aprender a convivir en «democracia».
Me parece de las cosas más complejas: casar mi individualidad con la comunidad sin imponerme y sin someterme. A esto se le llama ASERTIVIDAD.
¿Y si no me agrada la inercia que se ha creado? ¿Y si no me tienen en cuenta? ¿Y si tengo que ir contracorriente? ¿Y si pierdo por el camino el «afecto» de alguien? ¿Y si decepciono?
Estas dudas se me resuelven a medida que voy escuchándome más. Y no es que solo piense en mí, es que pienso en mí…
Mi voluntad, mis deseos, mis intereses, mis juicios, mis opiniones, mis gustos, mis creencias no han de ser postergadas por la voluntad, deseos, intereses, opiniones, gustos o creencias de los demás. Ambos, los demás y yo, estamos igual de legitimados para ir pos de nuestra felicidad. Sin imposiciones y sin sometimientos.
Tan lícito es mi sueño como el del prójimo. Tan intrínsecamente bueno o malo es mi mundo, como el mundo del otro, como nuestro común mundo. Sin imponer, sin someterse.
Para mí está más lleno de riqueza, de creatividad y de tolerancia ese lugar donde uno se encuentra y se desenvuelve con los demás. Sin imponer. Sin someterse. Mucho mejor que ese pequeño, reducido y preventivo sitio que me creo a veces en primer lugar donde me reino en soledad por mor de no tener que utilizar aquello de lo que a veces carezco: de amor propio. Amor propio para defenderme, para poner límites, para respetarme, para no decepcionarme.
Y para ello me valgo de tomar la iniciativa, donde ya sentadas mis premisas, son los demás los que han de sacar su amor propio, sin imponerse y sin someterse…
Desde este punto de vista, para mí valiente es quien no precisa tomar la iniciativa por miedo a no saber manejarse en iniciativas ajenas, sino que lo hace porque confía en que, sea cual sea el tiempo de su acción, sabrá manejarse en la vida.