Lo bueno no nos espera más adelante. Lo bueno no está por llegar. Esta pandemia y su manera de gestionarla colectivamente nos ha puesto en evidencia cuán profundamente reina la inercia en nuestras vidas. «Llegará, volverá, seremos…». Y estamos como conformados en que este encierro hay que sufrirlo para llegar a lo bueno. Y encima no te lo dice alguien, no, te lo dice todo el mundo, todo el rato y por todos los medios posibles.
No sé cuántas horas de siesta te quedan todavía, pero es seguro que llegará el momento en que despiertes. No interesa, lo sé. No interesa a la sociedad, a tus vecinos y a ti tampoco, porque despertarte consiste en ponerte en marcha y eso va en contra del ahorro energético que tu mente y cuerpo tiende a hacer.
Lo bueno o lo mejor, o lo más feliz no nos espera más adelante. Te está sucediendo, se llama vida. Y a eso, a vivirla, se llama inteligencia. Lo estúpido es ponerse a berrear, a rechazar lo que hay a tu alrededor, a negar lo que ves, a temer enfrentarte, a suspirar por lo que fue, a cruzarte de brazos hasta que las cosas hagan ¡chas! y sean como a ti te gusta. Todo eso es inútil, desgastante y doloroso.
La inteligencia emocional va de generarnos a cada instante la mejor respuesta adaptativa con el entorno. La IE (Inteligencia Emocional) elige disfrutar la vida presente en su plenitud con lo que dispone en el ahora. Disfrutar, en su primera acepción y más coincidente con su etimología, es percibir o gozar los productos y utilidades de algo (DRAE dixit). Es tomar el fruto, es hacer carpe diem, es ser capaz de apresar entre tus manos lo que la vida te va poniendo delante.
Está claro que esta idea de disfrutar la vida ahora y no dejarla para más adelante, con el panorama en el que estamos inmersos, no quiere decir que bailemos encima de enfermos y muertos. Que aplaudamos encontrarnos solos y aislados de nuestros seres queridos. Que miremos para otro lado ante el miedo de ojos ajenos desconfiados que espían y recriminan conductas. Que hagamos de las mascarillas nuestras prendas favoritas y de la lejía la más deliciosa fragancia. Que el no pagar deudas, cerrar negocios, ni poder comprar alimentos sea el pedido de Amazon más deseado como regalo. La happy tonta idea esa no, por favor.
La IE no espera que pongamos sonrisas y regalemos besos a trote y moche subidos en una nube de arcoiris. Nos indica que miremos de frente, que agradezcamos estar todavía vivos, que contemplemos al mundo como un escenario variado y diverso, que valoremos cada voz que pronuncie nuestro nombre, cada pedazo de carne que podamos estrechar con cariño. La IE nos recuerda que a cada momento tomemos consciencia de nosotros para disponer de la mejor actitud y acción que se nos ocurra y no de la pronta reacción que solo se inclina a la supervivencia irracional, no a la vida escogida.
Y aún así… no pasa nada. Me dejaré arrastrar por esos memes graciosos que han sustituido al «peo, culo, caca, pis», por esa indignación desesperante y rabiosa, por ese abatimiento de la caída de nuestros usos sociales, por esos bares cerrados y por esa pataleta como última arma mohicana. Podemos y seguramente nos encontraremos con emociones desagradables, dolorosas, que a veces nos superen, nos remuevan los fondos y nos aprisionen los pies.
Las experiencias de este tipo no siempre sirven para crecer, también te pueden restar. Pero como eso está chupado hacerlo, porque tan solo tenemos que dejarnos arrastrar por la corriente, ni lo mento. Me apetece más escribir sobre la posibilidad que tenemos de pararnos. De decir que a ese carro no me subo. De tomar decisiones que te convengan a ti y sin dar explicaciones. De coger las riendas de tu motor y moverte.
Por todos aquellos a los que se les ha ido la oportunidad de recordar la historia de esta pandemia, por todos los que no se ven capaces o siguen luchando para continuar, por todos ellos es necesario y generoso aprender a vivir la vida hoy. Desde muy temprana hora hasta que nos acostemos. Todo cuenta. Un rato, una hora, un día, una semana…
Esperar a que llegue una fase, una nueva etapa, una superación, una vacuna, un compuesto químico, un sueño y no esta mala pesadilla, no es inteligente. No produce cambios en nosotros ni en nuestro entorno. Nada de eso contribuye a generar buen ambiente o propicia una solución satisfactoria.
Lo bueno no llegará porque no existe. Lo bueno tan solo es una percepción humana que creamos y recreamos a cada momento. Pues no la retrases. No se gasta. Hay cosas que nos gustan más que otras, cosas o personas o situaciones que deseamos, está claro. Pero si no puede ser ahora, me pierdo lo que por otro lado se me ofrece. Y quizá, no llegue nunca. O no como lo pensábamos.
La IE no pospone vivir y disfrutar para cuando llegue eso que pienso y que es incierto en tiempo, lugar, cantidad o calidad. Y aún aferrándote a un concepto religioso del más allá, ahora estás en el más acá. En cada momento y lugar se ha de hacer lo que es propio de ese momento y lugar y si en vez de reaccionar por inercia, respondemos ante ello con inteligencia, notaremos cómo nos sentimos bien, aunque experimentemos dolor.
Y mientras me dije: no voy a esperar más,
me hice un café. Y aparecieron tus sombras.
Un regusto amargo y
una gota que mancha el plato con el pasado.
Pero la taza rozó tibia mi mano
y me estremecí de su contacto.
Cuántas cosas se habían dado
para que me llegara desde tan lejos, tu consejo sabio.
No voy a aguar este postre
con lágrimas del amor no entregado,
he decidido endulzar mi vida con cualquier gesto
sincero y mundano.