Anda por ahí un anuncio tan elocuente, que hasta cuesta detenerse a leer con qué nueva tontada nos van a sorprender. ¿Pues no proclaman que tenemos curvas? Los hombres también, no somos animales de líneas rectas. ¡Ah, ya! se refiere a las curvas de la cadera-culo, barriga y pecho ¿no? Vale, monopolizamos la palabra, pero los hombres también tienen trasero, barriga y pectorales… Porque lo de referirse a las curvas de nuestro cerebro, no ¿verdad? ¡Cómo se me ocurre!
Lo curioso del tema es que cuando hablan de que las mujeres tenemos curvas, en realidad no se refieren a las proporciones griegas o brasileñas, sino que se refiere a que las mujeres lo que tenemos son depósitos de grasa. Pues claro, además de que se forman las curvas de esa manera ¿qué esperar de una sociedad que está poco ejercitada y mucho alimentada? Que conste que no por contra cultivada y bien nutrida.
Entonces nos ponen fotos de lo que se supone es una mujer común, enseñando miches y tetas abundantes. Y mira que entramos otra vez en estereotipos… Ya sea mujer u hombre, esta sociedad cada vez va perdiendo la imagen de lo que es realmente el cuerpo humano. Porque eso que sale de los gimnasios con tres cuartas partes de su masa concentrados de cintura para arriba, tampoco es muy natural que digamos. Yo tomo como referencia la medida de la cabeza y si ésta se queda como mera anécdota de la parte alta o como máxima protagonista cual gamba andante, algo falla y no como sólo una cuestión estética, hablamos de salud.
De todas maneras, me sigue sorprendiendo que los únicos mensajes que nos lleguen para «normalizar» las cosas siga siendo la imagen de las zonas más cargadas de hormonas. Venga, mujeres, vamos a consolarnos diciendo que reconocemos que somos imperfectas, excesivas y acordes con este tiempo de desmesura… eso sí, en posturitas sensuales y caritas súper monas.
No está mal que lo recordemos si es como comienzo de una verdadera campaña de empoderamiento de un género muy machacado por los avances que luego se convierten en grandes cargas: sexo libre, pero cuidadín con el aborto; incorporación al trabajo, mas ya tú sabes la faena que hay cuando llegues a casa; acceso a los estudios superiores para luego ocupar puestos inferiores; valoramos experiencia profesional, pero absténganse marujas arrugadas, etc. No sé, he puesto el etcétera porque me estaba deprimiendo yo sola de pensar los muchos ejemplos que se me vienen a la cabeza. ¡Y nosotras preocupadas porque nos reconozcan con derecho a tener sobrepeso!
Ciertamente no me parece un logro, ni gracioso, ni digno de tendencia, me da más bien lástima que las obviedades no sean obvias, que lo que vulgarmente y en plan queli se dice «é lo que é», no lo sea todavía. Tenemos curvas, cerebro, sentimientos, o lo que viene siendo traducido en cuerpo, mente y corazón. Aunque me da mí que este mensaje se lee tan rápido como ese que a renglón seguido aparece una mujer casi en edad púber y se hable como prototipo de profesional o madre. ¿A esa edad? Otra vez nos alejamos de la realidad…
De verdad me cuestiono si es beneficioso que proclamemos la frasecita de partida, pues entonces tendremos que decir también aspectos evidentes de los hombres, para ir parejos en tontadas hechas mitos. Así visto podemos hacer un anuncio tipo «El tamaño no importa» o se me ocurre el eslogan ese de «Tenemos más de una neurona» y en el siguiente plano sale el apolíneo de turno, con cara de chico duro marcando sabiduría en piel. ¿No se trababa de abanderar frases elocuentes?
Pues no sé, no me veo yo a muchos de ellos poniendo esto en su muro de Facebook: «Los hombres tenemos pelo por todo el cuerpo» y a los amigos comentando:
—»Cuánta razón tienes, Alfredo, si es que con la presión que nos meten con la bici, las cremas solares y la tableta de chocolate, no teníamos bastante con la barba y ahí estamos todo el día alimentando a los centros de depilación láser».
De verdad que igual de cómico me parece que nosotras piquemos:
—»Claro que tenemos curvas, si además está demostrado que cuantas más tenemos más les gustamos a los hombres». Y claro, no falta el adepto a estas causas que para terminar de rematarlo comenta entusiasmado sus más íntimas fantasías eróticas apoyando la moción de tías macizorras como símbolo de belleza para beneplácito de la comunidad femenina.
A ver, a ver, que mira por dónde me lo temía, que en vez de servir de revulsivo ante irreales patrones de pasarela que intentan imponer dictaduras morfológicas, salimos en defensa de nuevo amo: la satisfacción de los hombres. Cometemos muchas veces ese error, reivindicamos desde los demás, desde gustos masculinos, desde gustos de la industria de la moda o desde gustos de la sociedad de consumo que exalta la eterna juventud. Efectivamente, me quedo con la perogrullada de frase «La mujeres reales tienen curvas», pero sólo desde los pliegues cerebrales que conforman esa geometría cambiaremos los clichés.