Así suele ser la vida de las mujeres: nunca tener los pies en el suelo. Yo creo que el cuento de la Cenicienta tenemos que interpretarlo no en el sentido de que al final «le encaje» el zapato, sino que al fin «pisa» algo frágil, algo que se puede romper enseguida: la realidad. Y claro, ella se lo coloca en contadísimas ocasiones. Y ya perdido uno, en plan metáfora de pérdida de la primera inocencia, pues como para calzarlo todos los días, pues no, lo guarda en el fondo y bien tapado por sus ilusiones…
Las mujeres sueñan, imaginan… De niñas juegan a ser grandes, importantes, vistosas, irrepetibles y únicas. ¡Anda va una a conformarse con ser una feliz y sana persona! No, de eso nada, qué menos que reina de la fiesta, princesa del pueblo o hada del bosque.
Tú deja que los chiquillos sean uno más, estrella, pero uno más del conjunto: ya sea equipo de fútbol, cuerpo de bomberos, comunidad youtuber, o nave espacial, que ya si eso, nosotras, las mujeres, soñamos con puestos únicos.
Y ya subiditas en nuestro pedestal, no vamos a emparejarnos con un cualquier mortal. Así que nos buscamos a ese ideal… Pero como los pensamos con cabeza de reina, pues no nos salen plebeyos.
Hubo cierta mujer que un día me confesó que no existía hombre en la tierra capaz de cumplir ni tres de sus diez básicas expectativas (porque tenía muchas más en la lista, que conste). Y que ante tal fiasco de oferta, disfrutaba mientras con los lacayos que por la vida se iba encontrando… incluido su último marido y padre de su tercer hijo. Me dejó aterrada. ¿Y yo por ahí circulando sin esa lista de mínimas pruebas? Con lo exigentona que yo me creía…
Cada vez que conozco más a las personas, más me fascinan. Ellos, los hombres, quieren lo que hay. Les entusiasma lo que ven y tocan. Les encanta tener los ojos bien abiertos eliminando, en la medida de lo posible, toda esa complicación que se genera en torno a un simple acontecimiento. Mientras que las mujeres andan queriendo lo que no existe, añadiendo a lo que ven y tocan muchas más cualidades de las que podría poseer y tejiendo alrededor de lo simple una complejidad.
¿Y todo ello para qué? Para construir. Somos constructoras de realidades. Y así, en esa estupenda vida imaginaria de las mujeres están todos esos detalles, esos hijos, esos amores, esas felicidades, esos sabores, esos cuerpos, esas riquezas, esas familias, esas relaciones, esas amigas, esos trabajos, esas vacaciones, esas metas, esas ideales realidades…
Todos, hombres y mujeres, tenemos reveses que encajar entre nuestros magníficos planes y el crudo acontecer. Lo significativo es que las mujeres siguen fantaseando con lo mismo una y otra vez, no vaya a ser que de una vez se cumpla y te pille en déshabillé.
He llegado a la conclusión de que las mujeres se enamoran de lo que se han ideado, ya sean cosas o personas. Si las cosas no salen como ellas esperaban, con comprarse otra (que también resultará una pifia con el tiempo) pues ya está. Por eso sólo a ellas les puedes vender esos maquillajes que rejuvenecen, esas fashion hechuras que sólo quedan bien a tres de cada seiscientos cuerpos femeninos, esas bodas de cuento donde toda la familia está en armonía, esas vajillas de alta nobleza para tu pisito de ochenta metros cuadrados, esos picardías para jubiladas sedentarias… Todas esas cosas sirven para la vida imaginaria.
Y si lo que no sale tal cual las idearon son las personas, o las cambian o hacen lo más fantástico de todo: siguen relacionándose con esas personas en la vida real, pero viviendo con ellas en su estupenda vida imaginaria esperando que…
Y se dicen: esto es así, pero podría ser además. Y no me conformo, no puede ser que no sea. Y si no existe, pues lo invento. Y si no lo hay, con cerrar los ojos, ya lo tengo. Incluso algunas, muy entrenadas en la acción, se ponen a perseguir sus sueños. Eso sí, no admitirán que son sueños, se lo creen firmemente y en vez de disfrutar su apasionante utopía, se desviven por esas ideales metas.
Las mujeres son creativas por excelencia. No me digas que montarse en paralelo varias vidas no exige un plus de creatividad sobre el resto de mamíferos vivientes. Por narices son las generadoras del cambio, anhelantes buscadoras de ideales, inconformistas de realidades.
¿Que esto crea sufrimiento? ¿Que esa insatisfacción entre lo ideal y lo real impide la felicidad? ¡Bah! un pequeño coste… Cuando las cosas se ponen muy feas, descienden al planeta Tierra para dar una vuelta, comprueban que todo sigue horriblemente real, suben de nuevo a los cielos y se reconfortan en su estupenda vida imaginaria…