Hacía dos años y medio que no volvía a pisar el imponente edificio sito en el Parque Industrial de Torrellano, sede del Grupo Soledad, y además aquella vez no llegué a conocer el Salón de Actos, tan sólo les di un taller «in company» en una Sala que bien podría conformar el Salón de Actos de otra empresa. La verdad es que me atrajo del evento varias cosas: que lo organizaba FUNDESEM, que la charla estaba a cargo de Miguel Rosique, que me encontraría con miembros de AEFA (un placer saludar siempre a Carlos Company y Juanjo Castón) y sobre todo que volvería a esa empresa donde tuve una tarde inolvidable con la segunda y tercera generación donde tratamos uno de los temas preferidos y nunca superados: el conflicto.
Se ve que de traer a la memoria o de intentar hacer paralelismos inútiles, al final me he dado cuenta de algo constante y perenne en todos los ámbitos y del cual, aunque al primer golpe de vista no lo pareciera, la empresa familiar tampoco escapa: el constante cambio. Todo lo que iba aconteciendo era un cúmulo de novedades, empezando por la introducción realizada por el genial Enrico Ahrens. ¿Pues no va y nos cuenta la auténtica razón que ha llevado a FUNDESEM a realizar esta charla fuera de su ambiente? Ha sido lo primero que me ha descolocado, ya que sin titubear nos traslada al público sus intenciones: incrementar como escuela de negocio su presencia en Elche. Aún siendo de lo más lógico, natural, sincero y directo, uno como espectador no deja de sorprenderse cuando las organizaciones actúan como deberían.
Otro «novedad» ha sido Miguel Rosique, uno de los culpables de los grandes cambios en FBS, y aunque su discurso en el contenido no variara en exceso, en cuanto a la forma y las anécdotas tratadas se apreciaba que los directivos ejecutivos han tomado su dosis de medicina cuyo prospecto reza: «Reciclarse o morir». En esencia es lo que está pasando en la empresa familiar. Si tenemos en cuenta que las empresas ya no no son lo que era y que las familias dejaron de serlo también ¿qué nos queda? A veces el mundo parece que ande al revés. El grupo Inditex (Zara, para entendernos) una de las mayores empresas del mundo es una empresa familiar y sin embargo, en «mi barrio», como quien dice, no paran de abrirse franquicias temporales de empresas multinacionales regentadas por gente que cena a la misma hora y en la misma mesa.
De la charla nos quedaba claro que dirigir una empresa era cuestión de estrategia, de dominio de ciertas técnicas, de no perder el sentido de la rentabilidad, de saber comunicar tu producto o servicio adecuadamente, etc, mas dirigir una familia… Que cada uno mire hacia la suya (la propia y la política) y le añada además, todo lo que se ha mencionado anteriormente. Esas son las dificultades y retos que tiene una empresa familiar: conciliar la profesionalidad y el desarrollo del talento, con el sitio que cada uno tenemos asignado en nuestra familia. Se suelen combinar dos fuerzas por así decir, una dinámica como exige la empresa para adaptarse al mercado, y una estática como exige la familia para transmitir su tradición.
Normalmente las empresas familiares destrozan sus negocios por las disputas familiares, por no superar sus conflictos emocionales y todavía hay quien se cuestiona si es importante abordar todo aquello que tiene que ver con las personas y no con los números. Si el nombre de la amena ponencia de Miguel Rosique decía «Cómo dirigir una empresa familiar y no morir en el intento», yo me pensaría la próxima vez titularla «Cómo no dejar morir a la familia para intentar dirigir una empresa», pues al fin y al cabo, las dirigirá el corazón.