La apariencia de las cosas no son las cosas, son eso: apariencia. No ha quedado muy revelador ¿verdad? Y eso que el título daba a entender que íbamos a encontrar la verdad entre bambalinas. Pues nada, ahí va el segundo intento: la apariencia de las personas nos ciega su descubrimiento.
Podría haber terminado el post con esta última frase, así en plan «Laura dixit», pero sería como admitir que a mí me vienen los pensamientos de esa manera, sin más, sin un contexto, sin una idea que relacionar… Yo creo que por eso me veo obligada a seguir escribiendo en mi blog. Me pasan cosas… alguien dice… yo anoto en mi libreta… y como no me entero ni yo de qué he querido decir al condensar tanto, pues desarrollo el tema.
No hace mucho alguien dedujo de mi apariencia y corta observación de mi comportamiento que la persona que hoy soy, es fruto de la improvisación. Nada más lejos… Gracias a que he adquirido el hábito de la disciplina en algunos aspectos puntuales puedo permitirme el lujo de dejarme llevar. Es lo mismo que les digo a mis alumnos de oratoria, soy buena improvisando porque llevo mucho trabajo detrás.
No soy metódica, o mejor dicho, no sigo los métodos de los demás, pero sí el mío propio. Me esfuerzo por hacer las cosas aunque no se traduzcan en conseguirlas y cometo el gravísimo o acertadísimo error de hacerlas a sabiendas de que las detesto, pero que luego me traerán buenas consecuencias que sí deseo. Así que no me queda otra que machacarme semanalmente con lo que más odio: levantarme temprano, pasar frío y correr.
Lo odio, de verdad que lo odio, cada día que me levanto antes que la luna siquiera tenga intención de irse para dejar brillar al sol y salgo en pleno invierno con las canillas al aire para ponerme a punto de perder el resuello, me llega ese momento en el que me digo: ¿pero a mí quién me manda hacer esto?
Me da una envidia cuando escucho a alguien decir que le encanta hacer ese deporte, que disfruta la carrera, que se apunta a competiciones, que está deseando que llegue… Y si no, un amigo que a veces me acompaña sólo por el gusto de madrugar, porque una lesión le impide hacer running… Y no digamos esos con los que me cruzo a veces los sábados que gustan de nadar en el mar cuando baja de 20 grados…
Mucha gente me lo dice, que disfruto con cada cosa… ¿Disfrutar? Vamos a ver… no me considero rarita en eso… Venga, que levanten la mano los que adoran contenerse con la comida, sudar la gota gorda, restar tiempo de sueño por las mañanas dominando un cabello rebeldón para no asustar al personal, dejarte plantado un planazo porque un nuevo informe/artículo/libro te espera para ser estudiado a fondo, despedirte de tu mejor capricho para invertirlo en ser novato de una nueva habilidad=formación.
Creo que el resultado de esas cosas no se improvisan: tener agilidad, encontrarte bien emocionalmente, obtener un título o acreditación oficial de conocimientos mínimos, resultar agradable físicamente, acumular sabiduría, poseer un círculo de amigos y colegas, evolucionar con tu presente…
Hay cosas que precisan disciplina, a mí no me salen así como así porque un día tuve ganas y fuerza. No tengo esa suerte… Supongo que como aquellos que se plantearon una meta alta y saben que tienen que subir escalón a escalón, que a veces es sin ventana ese pasillo estrecho, otros peldaños son anodinos y empinados y a ratos nos pueden salir agujetas. Los escalones en sí no parecen grandes logros, hay un montón y nadie se pone medallas hasta que llega a descansillo, vamos, que no se suele celebrar ¡estoy en el escalón 23 del 75!
No es sólo el súper esfuerzo de una vez, eso es fácil, lo puede hacer cualquiera, la disciplina es el esfuerzo continuado. No es hacer un día régimen comiéndote una ensalada con pescado y los 364 días restantes del año m*** con patatas, nooo, es comer ensaladas y pescados toda tu puñetera vida. ¿Que haces de vez en cuando excepciones? Por supuesto, a eso lo llamo yo improvisar.
Efectivamente, supongo que habrá un montón de suertudos que sin disciplina en las variadas actividades de la vida tales como el estudio, el deporte, el desarrollo personal, el trabajo, el ocio, etc, hayan conseguido llegar a lo más, pero para los no tocados por esos hados…
Eso sí, toda esa disciplina tiene que revertir en hacer del caos excepcional una fiesta, para mí la disciplina es un camino, no un fin en sí mismo. ¿Mi secreto? me lo reveló quien me puso de nombre Lau: soy disfrutona en sociedad o con quien y cuando toca y disciplinada en solitario. O si lo prefieres traducido: uno puede improvisar bien cuando lleva el trabajo detrás hecho.