¿Se tienen que celebrar este tipo de cosas? ¿A alguien le cabe duda? Vamos, si hubieras venido a la XII Jornadas por la Igualdad de Género, Micromachismos, organizada por la Diputación de Alicante en su edición marzo de 2016, te sales sin más duda en el cuerpo. Así que más vale que no vayas si quieres continuar pisando o dejándote pisar por tradición o costumbre.
Ya no basta seguir mirando para otro lado, girando incluso a veces la cabeza 360 grados como la niña del Exorcista porque no puedes dejarla quieta en ningún punto sin aparcar tu dignidad y tus valores al tiempo, hay que empezar a entrenar la tolerancia cero o mucho me temo que las leyes sólo servirán para hacer canutos de sustancias que nos dejen bobos.
Empezando por el interés que este tema debería generar en la sociedad en su conjunto. Pues no, de sociedad en su conjunto nada. Parece que la igualdad es cosa que sólo interesa/afecta/atañe/complace/agrada/beneficia, etc, etc, a las mujeres.
El aforo estaba lleno, a rebosar. Interés había y mucho. De todas las edades, menos las que están escolarizadas, explotadas laboralmente o engañadas en mundos de Yupi, la mayoría, la inmensa y cuasi total mayoría eran mujeres. Se podían contar con los dedos de sólo un cuerpo, los hombres que asistieron.
Vamos, se había dejado patente con esa omisión, ausencia o silencio de la mitad de los miembros de la sociedad, que lo de la igualdad de género no es algo que les afecte a los hombres. ¡Qué gracioso! se habla de cómo nos tratamos entre ambos sexos, pero luego tú te lo guisas y tú te lo comes. Algo hemos cambiado, que conste, ahora nos comemos lo que hemos guisado sin tener que servirlo para los demás…
Me picaba la curiosidad y me dirigí a un nutrido grupo de hombres, tres, y a mi pregunta de qué les había traído venir me contestaron que por trabajo, eran policías. Mas allá me pareció ver a un terapeuta, otro que me dijo que por puro interés y para acompañar a su madre y… Me faltó la entrevista con todos, pero supongo alguna avezada periodista hizo su trabajo de estadística por mí.
Se podría deber, como así algún comentarista ausente me pretendía hacer ver, que los hombres a esas horas diurnas estarían trabajando… ¡Acabáramos! las allí presentes es que no teníamos otra cosa que hacer, ni trabajos, ni encargos, ni… Pero no, no hay excusa para ello, una de mis actividades es frecuentar este tipo de eventos (al día siguiente precisamente tengo un desayuno de trabajo que por tratarse de consultores suelo estar en grandísima desventaja de mi género frente a hombres) y los he asistido casi todos acompañada de numerosísimas corbatas si el tema es el emprendimiento, el liderazgo, las nuevas tecnologías o paradigmas de la mosca blanca expulsada del campo de césped artificial en plena temporada deportiva. He visto, he sido testigo, he comprobado, tengo pruebas de que cuando el tema interesa a los hombres, no hay trabajo, obligaciones familiares, quehaceres domésticos, lumbagos, ni reunión de colegas que les frene a asistir.
Así que sepan empresarios, negociantes y profesionales ocupadísimos en producir y crear servicios para las masas desocupadas de mujeres que allí se concentraron, que han perdido grandes oportunidades al no aisitir, aunque sea vendernos bolsos o fundas rosas de móvil. Lo de la calidad de las ponencias, la profesionalidad de los ponentes y la innovación en el tratamiento del tema expuesto… claro, eso supongo que con una breve reseña de la sección de Moda y Nuevas extravagancias que les dan a las mujeres por ahí, será más que suficiente para cubrir el expediente de «La sociedad anda interesada en esas menudencias ¿qué pensaba usted?».
Bueno, al fin y al cabo, de eso iba la Jornada, de micromachismos, así como de ese ninguneo, anulación, negación, silencio, menosprecio, inhibición, infravaloración de todo lo que ha de cambiar para que la desigualdad disminuya o desaparezca.
Se dice «La mujer ha salido de la esfera privada y ha conquistado la vida pública», cuando en realidad todos los indicadores, cifras, números y hechos nos dicen que «La mujer lleva a rastras allá a donde va su vida privada y es la mano de obra barata de los que manejan la vida pública».
Alguno todavía anda preguntado sin sonrojo por ahí: ¿Qué más quieren las mujeres? Si es que es verdad, teniendo unas leyes tan bien redactadas gramatical y ortográficamente, unas instalaciones tan monas para acudir sólo nosotras y unos temas tan relevantes encima de la mesa para perder el tiempo que nos sobra como es la igualdad de género ¿a qué pedir más?
Me instruí de tantas herramientas y claves para combatir la desigualdad, que no pienso compartirlo, me voy a ponerlas en práctica de manera absolutamente sibilina, sutil, indirecta, incisiva, sin anuncio previo, en complicidad con aliadas y por supuesto, si soy pillada infraganti, lo negaré todo. No dejaré ni una prueba, no daré paso a réplica ni espacio para que tengan voz. ¿Peligroso, verdad? Igualito, igualito que el micromachismo…