De vez en cuando a uno se le suben los humos y al final se le desbordan los aires de grandeza. Los humanos hemos sido tocados por las gracias divinas, cósmicas, enigmáticas o inmortales. Está científica, espiritual, anímica y celestialmente comprobado que somos los más guapos, talentosos, sensibles, intuitivos y listos.
Como quiera que incluso este despreciable cuerpecillo nos juega malas pasadas, nos vamos a ir más allá. Vamos a tener alma, ser, aura, espíritu, energía renovable, vibración cuantica (llana y sin tilde) o cuántica (esdrújula como se lleva ahora), el caso es no espicharla del todo. ¡Anda ya que me van a fabricar para nada! Todo ha de tener un sentido: la vida, la muerte, el sí, el no o el quizá. Si no lo tiene, se lo doy; y si no puedo darlo, es que todavía no puedo explicármelo, pero tenerlo, lo tiene. Porque tanta molestia y casualidad en que mi avanzado cerebro primate se piense a sí mismo y se pregunte cositas, no puede ir desperdiciándose por ahí.
Es normal, tanto hemos perfeccionado el tarro sobre el resto de lo conocido por la galaxia que asomarse a la negrura y honda no existencia da un vértigo… Cuando además lo que prima en el universo es el «algo», es la existencia, no la «nada».
Yo lo llamo angustia mortal. Si me pongo a pensar qué era yo antes de ser, qué soy cuando no despierto, qué seré cuando mis sentidos no me acompañen ¿para qué me va a interesar un mundo sin mí? ¿qué voy a hacer con tanta eternidad?
No, si ya no lo pensarás, Laura, me digo a ratos de lucidez. ¿Y? ¿Esto ha sido todo, folks? No, espera, que vuelvo, que me quedaron cosas, que es que no me dio tiempo a enterarme. ¿Por qué me hicieron retardada, incisiva y con granos? No, espera, esto habrá sido una broma macabra, no puede esto quedarse así.
Y lo que es peor, si esto lo hacen conmigo ¿y con esos que masacran sin ton ni son? ¿y al niñito en la cuna? ¿y al que a punto de, se lo arrebatan todo? Está claro que puede colar que conmigo jugaron un rato al descojone, pero con estos la cosa ha de tener un gran motivo misterioso que mi ufana mente no encuentra ahora, que de seguro, una vez que ya el frío y el calor no me importe, lo comprenderemos.
Las ratas de campo, las gaviotas y los boquerones no hace falta que tengan sentido, su existencia es porque sí. Quedan bonitos en el paisanaje. Algunos nos dicen que son seres que purgan cosas de otras vidas, pobres… Pero en nosotros se encuentran las claves para entender las fuerzas del mal y del bien. Que si esencia, que si envoltorio, que si todo el pack; pero en nosotros, en los humanos.
En esos días de angustia, todas las teorías antropocéntricas me ayudan a tener sentido de contribución y pertenencia; todo forma parte de un gran plan. Vaya, que en verdad es cuando más animalita me pongo. Y es que me imagino «a los muchos pelos» por ahí de pie con el hacha en la mano dándose golpecitos en el pecho caminando hacia una cueva más calentita, cuando debió de desplomarse uno de al lado.
Se le ha ido el aliento, dijeron los que seguían erguidos a dos patas. Ale, pues a ese aliento le llamaremos ánima. Pues eso que fuera, las fuerzas vivas, el alma, el que le maneja los hilos de marioneta desde arriba o con palitos desde abajo, pero éste ya no está y era un tipo realmente importante en esta tribu. Se quedaron así con una congoja… El que lo vio empezó a preguntarse ¿me va a pasar eso a mí también? ¿y quién es mí? Y el resto del lío ya lo sabemos porque nuestra ridícula corta Historia homínida todavía anda enzarzada en estas disquisiciones.
Yo lo siento mucho si chafo la fiesta a alguien, pero es que me dio por ver un documental de esos que elaboran los ignorantes científicos acerca de un petardazo de energía que va por ahí expandiéndose por… espera ¿por dónde lo hace? Bueno, da igual, que hace mucho que desde que un… espera ¿desde cuándo? ¿tiempo, tiempo, o tiempo relativo? ¡Joer, déjame que avance! Pues eso, que un día pegó un esclafit y desde esa energía… espera ¿qué había antes? Ni idea, ya lo comprenderemos porque nuestra mente es limitada y… espera ¿límites humanos?
Así no se puede, supongo que el del documental también se percató que no iba a poder progresar mucho en su ininteligible mensaje, de manera que te cuenta lo de después y le pone billones y trillones de años y esas cantidades que todos asentimos pero que no abarcamos. Que si las estrellas, que si los polvitos, que si la Tierra era una pelotita de materia, que si la materia se materializa, que si comienza la vida, que si reinaron los bichos, que si ahora todo se vuelve a hacer añicos, que si otros bichos más evolucionados, que si otra vez un cataclismo, que si ahora los dinosaurios y que si menos mal que se extinguieron para que los mamíferos tuviéramos alguna oportunidad.
En resumen, a base de destrucciones, se construye y en ese reloj imaginario que te explican para que lo comprendas, andas atragantado con las uvas de año nuevo cuando te tropiezas con el vecino que llama a la puerta: ale, ya llegó el primate.
¿Y es a este peludito rechonchete malgenioso al que vamos a ver como el súmmum de la creación? Menuda panda de aficionados dioses nos han tocado… ¿los podemos quitar y poner a otros?
Es que lo mejor está cuando no estemos. No, esto es lo mejor que hay, contradicen algunos. Ni dios lo sabe, así que carpe diem, dicen otros. Está todo escrito. Está todo por escribir. ¿Sabes? todo es cierto y no ¿qué más da si nadie de los que está no » no está»?
Y mientras más me montaba películas de cómo serían esos dioses, fuerzas cósmicas, energías vivificantes o el todo único, más segura en la inmortalidad antroponcéntrica me encontraba y más aumentaba mi verdadera e indiscutible angustia mortal…