Voy a tener que revisar en serio las tontadas que les enseñan a los niños en el colegio. Juro que cuando abrí el libro de ciencia de 2º de primaria el septiembre pasado parecía inofensivo. Quizá sea el cómo se imparte, o quizá lo que los niños entienden después de los macarrones que engullen en el comedor, pero casi tengo un accidente con la risa que me entró cuando mi hijo desde el asiento de atrás del coche me cuenta todo serio:
—Mamá, los humanos nacemos un 5% raros, rojos y llorando. Luego de niños somos un 2% raros y de mayores queda un 1%. Mmmmm, los lagartos son un 35% raros, sí —me comenta pensativo acerca de una de sus especies animales más preciadas.
—Pero ¿quién te ha dicho eso?
—Mi seño de ciencia.
—¿Y tú qué eres?
—Pues uno de los raros, del 2% —comenta todo orgulloso y sigue mirando por la ventanilla.
Todo sea dicho, la asignatura la imparten en inglés, los niños son 100% de habla pseudocastellana y en Alicante hay demasiados días de sol, así que no me extraña que unos hablen y otros escuchen realidades divergentes. Y esta palabra coincide con una de los grandes bestseller al canto, donde curiosamente el target, como el de los vampiros, vuelve a ser la juventud. Se lleva lo raro, lo diferente, lo único, lo especial, lo incatalogable, vamos, que se ha puesto de moda ser uno mismo como si eso fuera la última excentricidad de esta sociedad.
Es una fantástica noticia que nos ha pasado desapercibida como tantas otras que camufla la rancia monarquía, el espectáculo circense del fútbol o los shares inventados del Face, Twitter o Whatsapp, y para encontrar una perla como el siguiente video, hay veces que una tiene que bucear en un montón de bodrios para rescatar ese raro 2% que sí merece la pena.
¿Cuántos han sido tachados de inútiles, vagos, rebeldes o insociables? Sólo se valora a los que sacan buenas notas en matemáticas, lengua, ciencia o idiomas. Tal como predice Sir Ken Robinson, estamos desperdiciando talento a raudales y eso es como tirar a la basura la semilla del pistacho porque es blanda y quedarse únicamente con la cáscara porque es dura. Menos mal que el pobre Mozart no nació en nuestros contemporáneos años, su matrícula de honor en música nunca hubiera suplido su «progresa adecuadamente» en las otras #FF asignaturas, sin por supuesto entrar en «Comportamiento en el aula: mejorable».
Así que, aunque todavía me pregunte qué demonios dijo la profe de mi hijo en inglés, que traducido en oídos profanos de dicha gentil lengua diera como resultado el trabaideas de porcentajes expuesto, me congratulo de que para un infante en edad escolar ser raro ya no sea un demérito, sino algo de lo que sentirse orgulloso.
Las cosas están cambiando cuando un libro, un video y un niño están alineados hacia la divergencia.