Hablando, hablando con los amigos… nos preguntábamos todos qué pasa con nuestra generación que bordeando o superando los 40 nos ponemos todos y todas unas zapatillas y a correr cual Forrest Gump, o a subirte encima de una bici. Entonces nos dice cada cual su explicación:
—Me siento mejor.
—Nunca es tarde para hacer deporte.
—Ocupo mi tiempo de fin de semana en algo sano.
—Conozco gente y me relaciono.
—Es un tiempo reservado para mí.
—Bla, bla, bla…
Estamos en plena crisis de los cuarenta. ¿Yooo? ¡Qué dices, qué va! Si yo lo hago porque me siento mejor, nunca es tarde… ¡Ah! se me olvidaba eso de que son deportes baratos. ¿Las zapas de 190? ¿la bici de tres cuotas de hipoteca de pleno auge de burbuja inmobiliaria? ¿Los mini viajes para participar? ¿Los trimestres de gimnasios y entrenamientos? Ya lo de los complementos pasamos y así etcétera, etcétera.
Vamos a ver, seamos francos: si nunca hemos sido muy constantes y en la época que más vaguetes estamos nos volvemos unos vigoréxicos, algo pasa. Pasa que estamos en esa franja de edad donde nuestra juventud se escapa y nuestra madurez no llega del todo. Es nuestra segunda adolescencia (ni niños, ni adultos). Y nos volvemos a cuestionar si lo que hemos hecho con nuestra vida es lo que realmente queríamos y encima vemos que tan sólo nos queda el doble o poco más. Es el momento idóneo para reflexionar, ya con cabeza y con cierta estabilidad, si continuamos el camino que nos conduce a… o hacemos un giro para ir a…. ¡Pues nada! ¿qué mejor que ponernos unas zapatillas y correr o subirme a la bici y pedalear?
He llegado a escuchar frases tales como: «No sabes la de amigos que conozco que se han separado por la bici» «Si es que tanto entrenamiento y encima los fines de semana corriendo, ha terminado en divorcio». Bueno, eso es como decir que si la gente muere en la cama, la cama es la primera causa de muerte. No se acaba con tu matrimonio o vida sentimental porque tu nuevo hobby deportivo sea muy importante, sino porque tu matrimonio o vida sentimental sea lo menos importante de todo. Pero en fin, cada uno ve una excusa y rellenar la casilla de «falló por otra causa que no éramos nosotros», queda mejor.
Hasta hay por lo visto estudiosos de las Universidades americanas esas que hacen tesis sobre si el rebozado del calamar andaluz es aconsejable para la salud bucodental, que ven mucho interés en este nuevo fenómeno: los veteranos subidos a unas zapatillas. No sé a qué conclusiones llegarán, todavía están en debate profundo, pero yo me quedo con un chiste que corrió por Twitter que decía lo siguiente:
Crisis de los 40 en 1993: comprarse un Porsche
Crisis de los 40 en 2003: echarse un novio/a de 25
Crisis de los 40 en 2013: correr maratones
Digo yo que será la situación económica actual que nos ha empobrecido, y de comprarnos objetos de lujo o de mantener contento al joven personal, hemos pasado a deportes baratos, porque efectivamente, estos deportes los podemos abaratar. ¡Hemos democratizado la crisis de los 40! Estoy por llamar al autor de esos estudios y mandarle el chiste, así por ahorrarle unos meses de sesudas conclusiones.
Como nunca uno termina de teorizar (como reflexiona hoy en su post Andrés Pérez Ortega), voy a mojarme y contar mi experiencia deportiva, rozando y apenas pasando los 40: Caí en la trampa… lo siento… yo también corro… ¿Por qué empecé? Me siento mejor, nunca es tarde, es un tiempo para mí…