Sí señor, el gran peligro de BUSCAR trabajar en lo que nos gusta. Que no es lo mismo que el placer de trabajar en lo que nos gusta. He añadido un verbo: buscar; y eso lo cambia todo. Cuando damos mensajes del tipo «trabaja en lo que te gusta y ya no tendrás que trabajar», no nos damos cuenta de que hay un doble mandato implícito: 1) Sabes lo que te gusta. 2) Vas a hacerlo. Y puedo decir desde la experiencia, estadística, observación y lectura, que la mayoría de las personas no saben lo que les gusta. Y la mayoría de los que sí lo saben, no se atreven. Así que, o bien por no saberlo y por ello no ponerse a buscar, o bien por no atreverse y no ponerse a buscar, suelen quedarse en el sofá incómodo de la frustración, viendo la rutina laboral pasar comiendo un bol grande de palomitas de excusas. ¿Estamos a viernes ya?
Imagina un joven recién salido del Insti, de una formación, de la Universidad, o de su primer empleo… Les entran unas angustias debida a la supuesta presión de tener que encontrar el Santo Grial de lo que les gusta, que a veces les paraliza la indecisión. Otros, sintiéndose culpables por haber gastado el presupuesto familiar en pagar unos estudios que a mitad, al final o cuando se emplean, no se parece en nada a su príncipe azul. ¿Y ahora qué hacemos?
Curiosamente siempre he trabajo en lo que me gusta, pero no porque fuera la suertuda que le tocó en el bombo esa canica, sino porque he hecho de los varios trabajos que he tenido, mi gusto. Me daban una demanda, pues a redactarla. Un acuerdo, pues a negociar. Un juicio, pues a defenderlo. Una clase, pues a impartirla. Una conferencia, pues a darlo todo. Una sesión, pues a conocer el alma del que tengo enfrente. Un equipo, pues a unir piezas. Un solar, pues a encontrar un dueño. Una dinámica, pues a jugar que vamos… Quizá me deje otras facetas u oficios que he desempeñado y me sigo desempeñando, pero cada actividad la he disfrutado. Me he tropezado, no obstante, con lo mismo que tropezamos todos, las personas, pero no con la actividad o el trabajo en sí. Creo que por ello, me entrené y me dediqué a mejorar ese aspecto, las relaciones interpersonales.
No hace falta esperar a que te caiga del cielo ese trabajo o profesión que encaja con tus talentos, con tus deseos y cubre tus necesidades vitales, creo que estamos para amar lo que hacemos, dando lo mejor de nosotros en cada acto o cosa. Este es el gran secreto, no hay otro para llegar a convertirnos en abundantes y prósperos. Pero no lo vemos. Algunos me han llegado a decir que les parece cursi esa idea. ¿Perdón? Si quieres le pongo la palabra excelencia ¿esto te cuadra más?
No conozco todavía a esa persona que renegando de lo que hace, malcarado con el cliente, desmanotado en su obra, desinteresado en sus decisiones y quejoso a cada minuto, su retribución económica le vaya de maravilla, se lo rifen en las empresas, sus clientes se agolpen a su puerta o sus compañeros le nominen para dirigirlos… Todavía no lo he visto.
Sospechosamente, a todos los cursis que ponen atención en ese preciso momento desplegando sus habilidades sin discriminar a quien tienen enfrente o a quien va destinado para realizar lo que tienen en mente o entre manos de la mejor manera posible, la vida les recompensa con oportunidades, satisfacción, cultivo del amor propio, gusto por la mejora y abundancia.
¿Cómo hago para que me guste la m… maravilla de trabajo que tengo hoy día? Es que no se trata de impostar, sonreír sin no querer, ni dar una voltereta mágica que no conocías y al segundo ¡chas! te gusta lo que haces. Es un proceso, se llama desarrollo personal. ¡Ay! ¡Si eso no se puede decir! Es como la palabra compuesta tabú, en cuanto la dices, se acabó el juego.
Hay quien tiene más desarrollada la introspección y sin acudir a libros, ni cursos, ni dejarse acompañar, ya saben cómo observarse. Otros tienen que desaprender lo que venían haciendo, para aprender de nuevo. Voy a dar pistas, a modo de tips rápidos:
- Dejas la mente a su parloteo, pero no le haces caso. Vaya… esto de dar rodeos para no decir practicar el mildfulnes o la atención plena, resulta complicadillo. Pero se trata de eso. Enfocarte en lo que haces, lo miras, lo escuchas, lo tocas, te centras, prestas toda tu atención, como si no hubiera otra cosa en ese momento, que en verdad no hay otra cosa, ni pasado ni futuro, es solo momento presente.
- Tratas a las cosas, las personas, (incluida la tuya) sin juicio, sin buscar aprobación, cero autoexigencia y perfeccionismo, sin petición de reconocimiento, ni pensar en el rédito económico, tan solo te entregas a servir. Te pones al servicio de lo que hay, de lo que es, ante quien hay, ante quien sea.
- No te tomas nada como algo personal, ni para bien ni para mal. Te gestionas emocionalmente como el ser adulto que eres, manteniendo tu poder y responsabilidad en ti. No te exasperas ante la lentitud de la wifi, del tráfico o de la gente. No te molestas ante la mala educación o el reclamo del otro. Pones límites a tu dignidad y respeto sin ofenderte ante quien no sabe controlarse emocionalmente, no es más que eso, una persona descentrada que demanda increpando como haríamos de niños. Como algunas veces te pasa a ti. Ni tampoco dices lo que tiene que hacer el otro, en vez de eso sugieres o señalas vías nuevas, punto. Si tratas con amor, eres quien domina la situación, que al fin y al cabo, es tu situación y de nadie más. Si das paz, te la das, te la estás dando.
- Repite el punto 1, 2 y 3 cuantas veces puedas a lo largo del día, todos los días.
Comprueba los resultados, cuando lleves un tiempo, comprueba los resultados. Uno de ellos es que has de notar cómo en el acto de dar y servir, ya se encuentra el gusto, el gozo, la recompensa. Eso es lo que pasa en un trabajo que te apasiona y disfrutas. No quiere decir que no haya madrugones, atascos, errores, quejas, malas caras, suciedad, incomprensiones. Claro que hay todo eso. Mas si practicas los puntos 1, 2 y 3, encontrarás el sentido de lo que haces, tu misión en el mundo en ese momento y en ese instante. Te sentirás en plena unión con un todo, reconocerás que ese instante era justo tu contribución. Hallarás felicidad en el acto de ponerte al servicio de la naturaleza y la humanidad en cada plato que pongas, en cada impreso que rellenes, cada cesta que llenes, cada local que limpies. Sí, es como si hablara del amor, pero es que de eso hablamos todo el tiempo. Así de cursis somos los que nos dedicamos al desarrollo personal.
Cuando conviertes en un hábito que te guste el trabajo que haces, al final, conseguirás trabajar en lo que te guste. A) O bien porque hayas adquirido habilidades y competencias que otros no entrenan o las hacen de mala gana y mal y te conviertas en un imán para las personas porque les guste trabajar a tu lado o que les sirvas y esto te traiga mayores oportunidades; B) o bien porque indirectamente has aprendido a amar lo que la vida te va poniendo por delante; C) o bien porque directamente la encuentres o te la tropieces ya que, como dijo Picasso, la inspiración lo pillaba trabajando. Por un camino u otro, llegarás.
Pero esto que digo no ha de ser así, tan solo es fruto de la experiencia, estadística, observación y lectura. Entre otras muchas consecuencias, el desarrollo personal te lleva a trabajar en lo que te gusta. ¿Por qué? Porque aprendes a amar con todo lo que ello significa. Bueno, ya sabes, los cursis somos así 😉