¿Te preguntas qué es? El limbo del horror es el lugar a donde van a parar todos esos mensajes llenos de amor odio que las gentes se lanzan y que sus receptores no reciben.
En esta época de comunicación escrita y cobardica de cosas dichas no a la cara, se crean nuevas figuras, véase el limbo del horror. Espacio a donde van a parar todos los oprobios vertidos por algún ego encendido y que alguien en un arrebato de amor propio tuvo a bien bloquear ese canal.
Claro, que también se tropiezan con todas esas explicaciones no escuchadas… esas razones no pedidas… esos afectos no oportunamente expresados…
En ese limbo de la no admisión quedan esos reproches, esas quejas, lamentaciones y cánticos de señalamiento de dedos que mejor que no se escuchen. ¿Te imaginas el sonido o el color de ese esperpéntico lugar?
Claro, que también circulan esos bonitos pensamientos guardados, esas caricias no dadas, esos agradecimientos callados… ¿Qué rellenarán esos abrazos huecos? ¿A quién calentarán esos besos enfriados?
Si un amanecer apareciera sin que un ser viviente lo disfrutara… Pues lo meteríamos en ese limbo donde ni para arriba, ni para abajo, descansaría, en un continuo salir y ponerse, en un aburrido salir a sorprender y esconderse.
Me pido no trabajar clasificando mensajes de WhatssApp, Messenger, Mails, Instagram o demás peligrosas armas en manos de sujetos que se comportan como sombras oscuras y no como seres de luz y amor.
¿De qué sirve la queja? Aporta soluciones, proposiciones o decisiones.
¿De qué sirve el reproche? Manifiesta tu interés, tu estado emocional, tu deseo.
¿De qué sirve la súplica? Acepta, respeta.
Demuestra que te equivocaste, que no supiste hacerlo de otra manera, que algo te duele, que te apartas, pero no con palabras ligadas con odio, victimismo o reclamo. Hazlo con hechos y si no hay oportunidad, en ese silencio encuentra tus propias respuestas. Nunca las hallarás en el otro.
¿Ahora? ¿Ahora te sale el coraje para decir un te amo, te echo de menos, quiero verte, estar contigo? ¿Un perdí el tiempo buscando lo que tenía delante? ¿Un lo siento? ¿Un aquí estoy para ti? ¿Un te escucho? ¿Un no sé pero estoy dispuesto a aprenderlo a tu lado? Está bien, quizá sea tarde para ese momento… aunque a tiempo para un mañana. Y si no, se perderá en ese limbo.
Esa bandeja de entrada y no salida conservará ejemplos de malas gestiones, errores compartidos, merecidas lecciones, perdones y agradecimientos. Una inmensa bandeja de plata donde en algún banquete se sirva fría y se despedace con hojas afiladas… O bien algún glotón comensal devore para regocijo de dioses.
Quiero pensar que ese limbo es cerrado y no se volcará. Me gustaría creer que su capacidad es infinita y que a ningún vuelo de pájaro afectará.
Si alguna vez mi mensaje regresara de ese limbo me contaría que nunca debería haber partido. Que vagar por el espacio le ha dado otra perspectiva de los acontecimientos y le ha ensanchado las miras. Me mostraría que en la relación sin intermediarios tecnológicos se halla la autenticidad, la valentía del directo y la implicación emocional.
Y además… bendito limbo que se sacrifica para contener todos nuestros deshechos. Agradecida al limbo que guarda los corazones y almas de todo aquel que decide dar un no y se ve no respetado.
Cariño, no necesito un limbo contigo,
ya unimos cielo e infierno,
ya descendimos al negro sentir,
ya nos elevamos por encima de nuestras miserias,
ya no hay un solo palpitar ni un mísero latir.
No necesito un limbo para guardar tus palabras,
ya las atesora el mar y el viento.
Cariño, ya descansas en paz en mí.