Rezaba un artículo en una revista de moda (El País, Moda) ¿Practicaban tus abuelos más sexo que tú? He tenido que releer la pregunta por si tenía truco… ¿Los abuelos de quién? ¿los míos? O sea, ¿los abuelos de la generación de quién? y supongo que además se refieren a los españolitos, porque el artículo al citar sus fuentes (estudios, estadísticas, encuestas que hizo la marca Durex… y faltó decir, «y esas cosas…») al final reconoce como datos certeros de la sociedad española los que recoge el estudio de Bienestar Sexual del año 2012.
Dejo el enlace del artículo: ¿Practicaban tus abuelos más sexo que tú?
Lo sigo leyendo, ciertamente la preguntita de marras tiene gancho. Yo no tengo ni la más remota certeza de la frecuencia en las relaciones de mis antepasados, sí una idea, pero es que estoy convencida de que los demás están tan ignorantes como yo. No sólo es que no hubiera estudios sobre el tema hasta hace bien poco, es que además se miraba siempre a Estados Unidos como referente y si ahora nos llevan años por delante en esto del progreso, hace unas décadas nos llevaban años luz.
Todas las series de TV (ficción, señor mío, ficción) que se citan en el artículo son norteamericanas y extrapolar su cultura, sociedad, avances médicos, educación o religiones a España es tan chirriante como las paellas neoyorquinas con auténtico sabor mediterráneo que pueda cocinar un sueco con productos americanos. Pues va a ser que no… Salvo, claro, un sueco más que vivido en tierra patria que cultive nuestros productos en peceras y huertos extrapolados. (Oye, igual los de IKEA lo logran en un kit a euro con quince).
Pero ya dejando el tema de los famosos «estudios», tema por cierto que me pirra ver como van pisándose unos a otros en una cadena cada vez más acelerada, lo que no tiene desperdicio son las conclusiones de las estadísticas. ¡Qué lástima no haber aprendido esa tan mal interpretada ciencia! Creo que el destino no me la puso en su camino por algo, para no terminar mis días en una celda aislada de los demás con grandes letras: «Peligrosa, no acercarse por si alguien la contrata y la liamos».
O sea, que el estudio dice que «los jóvenes esperan más para tener su primera relación sexual, usan más los anticonceptivos y tienen menos posibilidad de embarazos no deseados» ¿y nosotros sacamos la conclusión de que «la posibilidad de actividad sexual entre adolescentes de hoy día es menor que hace 25 años«? ¿No es maravilloso? De verdad, que es la ciencia que a mí me va. Esa estupenda ciencia que obtiene datos y luego los amoldas como te sale de los c…
A ver, a ver, que me expliquen… Menos mal que preguntan a alguien sensato (sexólog@s) y puntualizan. Y es que lo de la primera relación sexual como sinónimo de coito… Hay vida además del coito. Sí, eso parece, eso es y además así debe ser. Las series americanas en color que yo veía como gran símbolo de liberación para mi mojigata generación, por ejemplo Beverly Hills o El Príncipe de de Bel-Air, mostraban a unos chavales y chavalas que parecía que sólo se podía tener sexo si llegabas a ahondar en las profundidades cóncavas y que era de lo más normal que como chica te dejaras engatusar por los pérfidos chicos para luego lamentarte… Entonces salían con ese pérfido y le cortaban el grifo porque había riesgo de «contagio infantil», pese a una montoná de métodos anticonceptivos.
En fin… así se decían en esos estudios que fueron superados por otros: que los hombres tenían más líbido y estaban siempre dispuestos y que nosotras necesitábamos una relación romántico amorosa, bla, bla, bla. Y mira por dónde siempre me preguntaba en esas estadísticas ¿cuándo dicen que los hombres tienen equis muchas más relaciones que las mujeres, con quién las tenían? ¿entre ellos mismos? ¿o entre siempre las mismas espabiladas que se saltaron las clases de princesas?
Está claro que el sexo nos acompaña de siempre, pero casi nada hay tan impregnado en nuestra conducta y cultura como el mismo. Así que si hablamos de frecuencias (en todas las edades incluso en la vejez y no sólo en jovenzuelos), si hablamos de sexo voluntario (y no relaciones forzadas o consentidas a cambio de) y hablamos de coitos (abstenerse de esta lectura los homosexuales), debemos admitir que hay numerosos componentes del mismo que han variado, tanto, que dejan la comparación entre generaciones en meras conjeturas.
Creo que llego a las mismas conclusiones que una de las que cita el artículo: pudiera ser… vete tú a saber… pero conocer es poder.