—No me lo digas, no me lo des, escríbeme un beso.
Y me puse a pensar… ¿Cuál de todos? Porque tenemos varios, dependiendo de quiénes somos en algunos momentos.
Hay uno que gastamos, que me gusta especialmente. Cuando llevamos encuentros sin fundirnos. Empieza lento en la parte carnosa de los labios, despertando los sentidos. Los ojos se entreabren, para no perderse detalle. Se vuelve intenso y noto el brotar de tu barba, el perfume de tu aliento y me concentro en depositarte en cada contacto, la excitación del momento.
También me resulta delicioso ese beso que tímido roza la comisura y se intercambia la tibieza. Como caricia que sigue a la mano y mantiene la compostura. Ese beso de amigo cómplice que se sabe con permiso, que se espera y se agradece. Son besos raudos, como instantes de chispa en una hoguera. Tan necesarios… son los mantenedores de lo que construimos, que a poquitos se forja. Cuando salgo de casa los meto en el bolso para repartirlos allá por donde pisamos para que nuestro transitar por el camino se haga suave, reposado y cómodo.
De vez en cuando se me escapan esos besos de arrebato. Lo sé… consecuencias de mi temperamento… Esos besos que no vienen a cuento, que te atacan y a veces, inoportunos, nos sacan del sitio. Pero son los míos, y con ellos intento apresar todos los nuestros momentos. Me surgen y no los reprimo y tú los recibes… Ahora te confieso que con ellos mido tu grado de hartazgo. Y la verdad, me llena reconocer que no lo encuentro.
Otro de mis preferidos son los besos corporales, porque no vienen solos. Son los besos más salvajes, y al tiempo, los más emocionales. En esos besos se nos olvidan los límites, los de tiempo y los de lugares. En esos besos te arranco la pasión que escondes y tus dientes me muerden, se dan pequeños topes con los míos y si estoy atenta, hasta puedo escuchar gritar a tu hambre y pronunciar mi nombre. Esos besos me hacen sentir poderosa y vulnerable a tope. Los atesoro como frutos de lo que también somos, ardientes amantes.
Y aunque haya otros muchos, porque no sé estar a tu lado y no besarte, no por ello no son únicos y valiosos, pues en cada uno encierro un bello gesto, un certero pensamiento y una última intención, la de amarte. Parecerá que no todos los que te lance los medite, y aún así y por ello son más verdaderos, porque brotan de mi inconsciencia, como aroma de mi esencia para contigo.
Y si me tengo que quedar con alguno… que sea con el que todavía no nos ha llegado. Con ese en el que me recreo instantes antes de mirarte a los ojos y confiada sabré que te entrego. Escojo el darte ese beso que te hace quedarte y apretarte en mi pecho y estrecharte aún más a mi cintura. Y me quedo también con el que me das a sabiendas, porque me quieres. Y el que me devuelves por inercia, porque me sé querida.