Dejando el paradigma de la escasez

¿Eres más del paradigma de la escasez o de la abundancia? Oye, que no te dé vergüenza reconocerlo: si lo eres, lo eres. El tema es saberlo y modificarlo, si quieres. Dependiendo de tu generación, también se puede deducir. Los nacidos en el Siglo pasado tenemos todas las papeletas, mejor dicho, todas las creencias limitantes de nuestros antepasados familiares: guerras, hambrunas, carencias…

Otro de los indicativos que no falla es cómo te encuentras actualmente y no solo en el aspecto económico, también cuántos amigos «amigos» tienes. ¿Cómo vas de alegría, motivación, energía? ¿Vas que rebosas? ¿La derrochas allá dónde vas? ¿Te encuentras en tu despensa con algún producto que se repite o compras compulsivamente «por si»?

Hay un montón de signos que nos indican si operamos bajo el paradigma de la escasez o de la abundancia. ¿Qué hace cada uno? El de la escasez nos mantiene anhelantes, ansiosos, inquietos, egoístas, desconfiados, cautos. Bajo el paradigma de la escasez el mundo se ve amenazante, duro, esforzado, escaso. Y mientras pensamos desde allí, vemos pocos empleos, personas en competencia, trenes que solo pasan una vez y globos que vuelan alto y no retenemos.

Este paradigma venía de personas que atravesaron momento complejos de la historia. Máquinas que sustituyeron trabajos manuales, insalubres, pero que hacían girar la rueda día tras día sin tiempo para pensar. Cosechas que se perdían y arrasaban esperanzas depositadas en una única cesta. Pedazos de hierro y fuego que cambiaban panoramas predictivos por incertidumbres. Enfermedades sin cura y con efectos secundarios retratados en cuerpos jóvenes. Ante este panorama, es lógico que esos dolores y sufrimientos calaran hondo en la conciencia colectiva, social y familiar. Que no nos falte, que no nos quiten, que no nos reste…

Y como la mente inconsciente no discrimina circunstancias, lo extrapola a otros ámbitos de la vida. El ego se alimenta de tu escasez, de tu estrechez de miras, de tu minucia. Es como gota oscura que al contacto con el agua la impregna de su tinte. Y escuchamos mensajes de miedo y odio hacia los inmigrantes, amontonamos billetitos aunque no tengamos tiempo vital de gastarlo productivamente y ante el anuncio de cierre de supermercados, desabastecemos estantes y lejas para amontonarlos individualmente. Ilusos, pensamos que somos parte separada y que más vale provecho temporal propio, que reparto sostenido grupal.

El caso es que el paradigma de la escasez te mantiene en un aspecto o en otro en la escasez, en la carencia. De ahí nacen un montón de creencias asociadas: No lo puedes tener todo. Más vale pájaro en mano. Más vale malo conocido. Conformarse antes que estar solo. Aceptar trabajar en cosas que no nos gustan porque lo que querríamos no podemos lograrlo. Solo unos pocos llegan. El que parte y reparte se lleva la mejor parte. Estar con alguien que te quiere más a ti que tú a él. Vivir de subvenciones y ayudas. Ahorrar para un futuro pasando estrecheces presentes. Comprar más de una unidad de tu producto preferido. Priorizar un empleo fijo y estable por encima de tu realización personal. Dudar de tu valía. Pedir. Poner la mano. Mendigar amor…

Mas el paradigma de la abundancia… Nos lleva a confiar, a compartir, a cooperar, a ayudar, a entregarse sin esperar. Te sientes pleno, satisfecho y en paz. La abundancia rebosa en lo que sientes y eres y se aprecia en lo que haces y tienes. No es a la inversa, que si tienes sentirás y podrás. No. La abundancia te eleva a la categoría de «madre». La abundancia te ensancha hasta derramarte como fuente que riega y nutre.

La abundancia no necesita, la abundancia es. Así que no se arrima por interés, ni utiliza cuerpos ajenos para satisfacer placeres propios, ni esclaviza para que le sirvan. La abundancia no envidia, admira. La abundancia comparte, no atesora, guarda y a oscuras y en solitario devora. La abundancia da, no pide. Como el amor, la abundancia se da. Al contrario que el miedo o la escasez, que pide, depende, necesita, reclama y exige.

La superviviencia inicial se cimienta en la escasez. Como la infancia. Como vida incipiente, que se gesta desde otra y gracias a otra. Su posterior utilidad para proseguir en el ciclo de la abundancia precisa recibir y pedir. Pero luego ha de cambiar, ha de transformarse en dar y prodigarse. Quizá nuestra etapa vital nos retenga más en creencias donde pensemos que se nos tiene que dar, que nuestra empresa nos ha de proveer, que nuestra pareja nos ha de proporcionar, que la sociedad algo nos debe. Puede…

Aunque también puedes parar y mirar dentro y alrededor y descubrir la abundancia que hay en ti y en todo lo que entregas. No es más rico quien más tiene, sino quien más ofrece.

Si quieres cambiar tu paradigma y dejar atrás la escasez, comienza por ayudar a otros a conseguir justo lo que tú deseas para ti. ¡¿Cómo?! Que si deseas algo (ya partimos de la carencia, como puedes ver, pero es que somos humanos y no seres mega evolucionados –te dejo aquí el link a este otro post-) ayuda a otra persona que tenga tu mismo deseo. Además de entrenarte para tu propio objetivo, te sentirás feliz, porque la acción de dar en sí es fuente de felicidad.

Pero es que esto es así, y quien lo dude, no tiene más que ponerlo en práctica. Recibimos lo que damos. Todo lo que tenemos nos es dado desde lo que previamente aportamos. Y además, nadie puede dar lo que no tiene dentro. Si la abundancia no está en mí, no podré darla y no me será devuelta. Si me acerco a las cosas pensando que se acaban, veré amenazas de que desaparezca, o de que otros se lo lleven antes que yo. Y si tengo la oportunidad de ser yo el primero, protegeré mi tesoro y haré lo que sea para retenerlo. A mí cuando me vienen pensamientos de este tipo, me figuro encorvaba acariciando el anillo de poder, cual Gollum sombrío, obseso y apartado. Se me quitan las ganas…

Si quiero cosechas, habré de sembrar. Tendremos que cultivar en nuestro fértil campo con semillas de generosidad, de gratitud, de confianza, de respeto, de amor y germinarán brotes que abastecerá a quien se nos acerque. Será maravilloso no depender de cosechas ajenas. Estaremos serenos y en paz sintiéndonos llenos, completos y abundantes.

¿Te acuerdas de mi post anterior «Si buscas empleo revisa tu autoestima«? Tener autoestima tiene que ver con la abundancia, es sentirse válido, suficiente, tener competencia, confiando ante lo que venga porque tengo certeza de que podré superarlo, comportarse como un ser interdependiente, que suma, que aporta, que contribuye. Tener autoestima es el mejor indicativo de en qué medida te riges por el paradigma de la abundancia. Si te sientes carente de cosas, vacío, incapaz de obtener, o percibes ansiedad ante el futuro incierto por si pasas hambre, no cubres deudas o enfermas, estás en el paradigma de la escasez sin duda.

De ahí que el tema 1 de la empleabilidad era qué estabas tú dispuesto a aportar a la sociedad. La inmensa mayoría de las personas que buscan empleo o desean mejorar su puesto actual me dicen lo que quieren encontrar, lo que les hace falta, lo que le piden a una empresa, lo que valoran de una oferta, el sueldo que quieren cobrar, las condiciones que están dispuestos a aceptar. Es decir, me hablan desde la petición, no desde la entrega. Si pido, es que me considero carente. Si me vivo carente solo puedo dar carencia ¿y obtendré?… No será abundancia, eso seguro. Y me quejaré de mi suerte y como depende del azar y nada puedo intervenir y ese azar es amenzante, duro, esforzado, escaso, como así veo al mundo, obtendré…

Si ante un enorme pastel lo único en que piensas es en que te dejen la porción más grande y si puedes llevarte todo el pastel, mejor, eres pequeño, ínfimo. Te conviertes en un mero comensal. Pero si ante un pastel miras más allá de porciones y observas de qué está compuesto, qué puedes tú añadir, cómo se puede replicar, duplicar, triplicar, con quién te has de acompañar, te conviertes en cocinero, en proveedor, en parte, en suma, en creador.

Todos los talleres, libros y conferencias acerca del pensamiento ganador se basan en el paradigma de la abundancia. Es un cambio de enfoque. No tienes que madrugar antes que los pájaros, ni guardar un diezmo riguroso de tus ingresos, ni repetir frases como mantras, ni imitar los hábitos de nadie que muestra opulencia y bienestar. Tienes que reprogramar tu mente para cambiar de paradigma. Hay muchos caminos para tomar conciencia y adquirir nuevas creencias que nos ayuden a conseguirlo. Tantos caminos como personas, tantos maestros como alumnos. Está la terapia con todas sus variantes, el coaching, la sistémica, la PNL, la transgeneracional, la meditación… Las soluciones son abundantes. El mundo es abundante. Ve a por ello, te lo mereces.

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