Esta es una anécdota de cómo mi atrevida ignorancia me enseñó una vez más el mejor conocimiento posible: el relativo a las personas, empezando por la mía propia. ¡Qué flaco favor me hacéis! Así no voy a corregirme jamás en la vida… ¿Pues no véis que al darme lecciones me enseñáis los mimbres de vuestro personaje y más osada me vuelvo?
Todo nace en Facebook, maravilloso escenario para las actuaciones de estrellas, segundones y reparto en general. Allí que veo algo que me interesa, que desconozco, que me fastidia, que me incita, que me divierte… Y en este caso en concreto, me atrajo contradecir para ver qué salía. A veces domino algo el tema, pero la inmensa mayoría de veces me dejo improvisar. Lo cierto es que me aburre lo ya conocido y para eso está el Face ¿no? para lanzar la piedra y esconder el perfil… si se puede.
Yo pensaba que cuando alguien cuelga un artículo en su muro, ya sabe que no está rodeado de una comunidad homogénea de conocimientos y actitudes. Vaya, yo hasta he llegado a pensar que normalmente te rodeas de personas que te complementan y tú a ellos y en esa búsqueda de construcción de un puzzle las más variadas piezas se juntan. ¡Qué equivocada me encuentro!
Unas veces la gente entiende tu ironía, otras veces te tachan de críptico y las más, pues van con su idea en mente y la colocan si viene al caso. Y tú, como responsable de lo que has lanzado, pues te conduces como quieres o puedes. Y digo puedes porque no siempre estoy con todos mis sentidos al cien por cien comentando o contestando. Que va, sé que podrá sonar muy extravagante lo que voy a decir, pero me ha llegado a pillar con el móvil en mano esperando a que me cobren en la caja de un comercio. Sé que la inmensa mayoría de los ciudadanos no usan las redes sociales con tanta frivolidad y falta de concentración en la materia, pero ya que hablamos de mostrarnos…
El pedazo de sabio que colgó ese artículo supongo que no tendría en sus planes que una incauta como yo le lanzara un comentario carente de fundamento y con la sola intención de ver qué pasaba, qué argumentación escoger y qué aprender. Ninguno estábamos preparados para la situación que se dio, eso es algo que saltó a la vista después:
- Yo, porque no medí el tamaño de tontería que dije y en vez de una pronta retirada tipo «tienes toda la razón, no tengo tanta idea como tú, ruego tomes nota de mi mail y así dispones de todo el espacio que estimes para explayarte» y entonces, por mi torpeza, me vi perdiendo el tiempo con este tipo.
- Aquél, porque me escogió como cabeza de turco para que su encogida y constreñida estima se creciera a través del resquicio de mi ignorancia que su ego vio para bombardearme con aplastantes afirmaciones y datos. En resumen, me soltó un «zasca» en toda regla, que yo soporté como autocastigo por haberlo provocado.
Y una vez ya superado el tostón que me dio y que yo debí suponerle, por ser tan insignificante rival, al fin dejó de morder presa y su papel de maestro pedante cesó de escribir. Se lo agradecí, pues que te dediquen tiempo, siempre es de agradecer. Que conste que guardé todo lo que a bien tuvo la molestia de aleccionarme y lo revisaré con detenimiento un día en la cola de cualquier comercio, que parece que resulta más provechoso que entablar conversaciones monólogos con ciertas personas. Y además, una nunca sabe cuando se le puede subir la superioridad a la cabeza y si por un casual aparece el mismo tema, pues nada, a triunfar, como debió de pensar este.
Lo malo es que me dejó con ganas de seguir tentando a la suerte… No me da la vida y la voluntad para instruirme en todas las ciencias, filosofías, temas y pajas mentales varias, pero sí para conocerme y conocer a las personas a través de cómo reaccionamos ante estas cosas, qué hacemos con la soberbia, la humildad, el incordio, la prepotencia, la vanidad, el capricho, la incitación, la descalificación, la arrogancia, la estulticia, la compasión, la agudeza, el orgullo, la venganza, la tolerancia, la aceptación…
En cada interacción humana, por muy pequeña que parezca, encierra infinidad de luchas internas que se reflejan hacia el otro en palabras o en hechos. Por eso creo que me maravilla tanto el Face y sus adláteres. Como el mando a distancia, te permite por control remoto apretar los botones que reproducirán tu película, aunque parezca que estás cambiando de canales… Lo dicho, así no creo que me vaya a corregir nunca.