En la política actual, y en la campaña de elecciones próximas en particular, se comportan como chiquitos de patio de colegio y además, sin domesticar. Sería por mis clases de ética o por mi gusto en debates o por mi pasión por la argumentación filosófica, pero de bien pequeña aprendí que había perdido mi razón cuando me situaba en la razón del otro. Claro que hay momentos para rebatir una idea contrastando, puntualizando o confrontando, pero si todo tu discurso se basa en negar al otro ¿quién defiende el tuyo?
A mí esto de dejarme atrapar y nadar en corriente ajena, me sucedía sobremanera, y a base de esfuerzo por permanecer en mi lugar, soy capaz de mostrar mis cartas y observar las de los demás sobre la mesa. Pero esto me pasa con las cosas ajenas a mí, con las ideas que me vienen de fuera. Ya sea en temas de ciencia, religión, cocina, metodologías, arte… Pero con las cosas que me pertenecen, que están en mí, que nacen de mí o yo misma las he creado, no puedo ir a otro lugar que no sea el mío.
Cuando hablo de mí, no lo hago por oposición a otra. Hablo de mí.
Si quiero conquistar a alguien me centro en mí, no trayendo a otra para compararme.
En caso de que quiera adeptos hacia mi causa, me centro en ésta, no en la causa de los demás.
A mí esto que me parece tan obvio y que cuando en mis propias carnes he vivido lo contrario he comprobado como ha sido la envidia, la venganza, el vacío o la incongruencia las que guían esas conductas, no comprendo cómo en uno de los oficios más nobles del mundo, como es servir al pueblo, se rigen por estas reglas. Se les nota en exceso que no creen en lo que representan, porque cuando uno está convencido, cuando las ideas y planes nacen de uno o de un grupo al que pertenece, habla desde la pasión, desde la inspiración, desde el convencimiento; pero no desde el odio al otro, desde la descalificación de los demás. No me imagino a los grandes líderes universales que hemos tenido haciendo «cortes de manga» micrófono en mano…
Nos hemos conformado con la crítica destructiva por sistema. Cuando uno debate, en vez de discutir, debería partir de que acepta que otro sea diferente o sostenga otra visión y hacer que podamos avanzar sobre el discurso del anterior y así sucesivamente. Pero no, no hacemos debates constructivos. Uno levanta una pared de 10 metros, el siguiente la derriba y empieza la suya de 8 metros, y el siguiente vuelve a destruir y hace la suya de 5… El espectáculo es terrible, me siento estafada en este gran juego de la democracia. Se asemeja más a una actitud de guerra que a una convivencia de diferentes ideologías dentro de una gran organización, una nación.
Hasta los medios de comunicación se hacen eco de estas formas. Solo escucho: «Fulano atacó a… se defendió de… contraatacó con… subía el tono del ataque de…«. Si no casara la vista con lo que narran, nadie diría que hablamos de debates o mítines políticos. Todo el foco puesto en detalles carentes de importancia, haciendo apología del anecdotario, cotilleando sobre los perfiles de sus rivales… No me puedo creer que dediquen horas a elevar memes burlescos a la altura de una campaña política y todo ello contando con nuestra anuencia. Me niego, me llega hasta molestar que me traten de idiota, que insulten mi inteligencia, nuestra inteligencia colectiva.
Pero esto nos pasa por regimos por el pensamiento simplón binario: conmigo o contra mí. Y los ciudadanos pensamos que no somos merecedores de tener un servicio de calidad. Es que si nos sirvieran una pizza de 6 pavos con los mismos estándares de calidad que nos sirven nuestros políticos, hasta nos tomaríamos la molestia de invertir tiempo y esfuerzo para denunciarlo ante la OCU.
La verdad es que da lo mismo si uno vive en Madrid o solo va de vacaciones, porque en las otras partes de España, también cuecen habas. Creo que va siendo hora de que exijamos cierto nivel de partida para ser candidato. ¿Un examen teórico tipo test? Valdría el que se exige para adquirir la nacionalidad española, algo básico acerca de nuestra Constitución, lengua, sociedad… ¿Unos años mínimos de destete del hogar parental? Nada puede saber de la vida quien no se ha enfrentado a determinados retos vitales como ser independiente económicamente, pasar por un despido, formar un hogar, crear una empresa, plantar un árbol, contribuir a algo más grande que uno… ¿Un curso acelerado de comunicación? Hasta para manipular alimentos o conducir una carretilla te exigen un minicurso que acredite un listón superior a visor de vídeos de Tik Tok…
No pienso depositar mi confianza, mi patrimonio, mis anhelos, mi deseo de mejorar este mundo para los venideros sobre alguien que no se tome la molestia de seducirme. Y a mí, desde luego, no me seducen desde la crítica, la destrucción, el odio o la oposición cuando, además, cada día me descubro más exigente. ¿Y a ti? ¿Qué hay que hacer para seducirte?
«La verdad es que da lo mismo si uno vive en Madrid o solo va de vacaciones, porque en las otras partes de España, también cuecen habas. Creo que va siendo hora de que exijamos cierto nivel de partida para ser candidato. » Y, … digo yo que no te falta razón, pero, …, ¿quién examinaría a los candidatos?, ¿quien establecería las base?. Harto complicado me parece. Estoy de acuerdo en que la calidad de los políticos roza la Borderlineria (que me invento el término por no encontrar otro adjetivo que se me antoje más ajustado). ¿Qué o cómo queremos los electores que sean los políticos?. Quizá no somos lo exigentes que deberíamos. Queremos que sean cercanos, normales y sin grandes extravagancias. Valoramos a su vez la buena presencia y su facilidad de comunicación en los medios, que sean «guapos», he oído decir en ocasiones. Por los Dioses, ¿Cuántos de nosotros hemos leído los programas políticos antes de ir a votar?. «Nos pasamos la vida esperando un príncipe azul (no politices), y cuando el pitufo llega no nos gusta su tono de azul», y si fuera rojo o morado, pasaría 3/4 de lo mismo. ¿No será que tenemos que empezar por otro lado?. Si siguiéramos las pautas por algún autor marcadas todo político debería saber administrar, ser competente a nivel técnico (candidatos con competencias demostradas previamente en el campo para el cual son escogidos y abandonar el término «persona de confianza», que no deja de ser un cajón de sastre donde cualquier «pelotilla» entra a la cancha. !Que hablamos de liderar un país!, !Puñeta!), Ser Honesto hasta la médula, como no, (hemos aceptado y perdonado robos, sobornos, malversaciones, escuchas ilegales, …, no se salva ni el «tato», !basta ya, hombre!), y por supuesto y no menos importante, debería tener un gran sentido de humildad (saber hasta donde puede llegar y dejarse bien aconsejar). ¿Dejarías en manos de un niño de 7 años la gestión de la comunidad de vecinos?. Seamos serios. Seamos exigentes. No alimentemos a los que no debemos y exijamos más a los que creen que «todo el monte es orégano». (Perdidi in ollam)
El artículo me gustó Lau. Gracias
Me gusta el artículo y el comentario. Alguna observación: ¿leer los programas políticos? no, no suelen leerse, pero ya se cuenta con ello; de todas formas ni son veraces ni realistas y a veces ni siquiera sensatos.
Comentas que es complicado… ¿y qué no lo es? Tratándose de nuestros dirigentes, deberíamos hacer un esfuerzo como sociedad en buscar criterios estándares. Está claro que luego en libertad y conciencia uno vote porque sea su amigo, sea guapo, vista conforme a tus gustos o hable cinco idiomas. Eso entra dentro de lo esperable. Pero si sabemos cómo ha de ser la conducta de un líder, ya sea empresarial, educativa o política. Un dirigente gestiona personas e ideas y además las comunica. Creo que tenemos parámetros para medir esto.
Gracias a ti. 🙂
Gracias. Si nadie los lee, es que no cumplen su función. Pero el contenido político de un programa también se escucha. Y si se dejó de escuchar, de leer y se vota a ciegas… ¿para qué votar? Hagamos una terna y que vayan rotando ¿no? Pues no. Yo creo que existe una relación de corresponsabilidad. Hay que informarse, implicarse, supervisar y exigir. Esa es tarea de todo administrado mayor de edad.