Confío en ti, ser Fuerte, Obscuro y Bello.
Te siento fuerte para empujarme a entrar en la morada de lo cierto. Te sé fuerte para asir mi mano y ayudarme a salir de donde me pierdo cuando el exceso de visión me turba.
No dudo en que distinguiré, de entre todas, tu fuerza. Suave y persistente. Fuerza paciente y constante. Fuerza acuciante y distante.
También confío porque eres obscuro. No perdiste la luz, es que existes negro porque vienes del dolor y la debilidad. Eres obscuro y emborronado como cuando cojo todos mis lápices y me encapricho a pintar al tiempo. Están todos y no se distinguen en individualidad.
Te andas en las sombras. Te manejas con tu propia brújula y sin necesidad de destellos. Difícil de encontrar. Imposible de esquivar. Eres visible pero te quiero así, inalcanzable. Por eso me vuelas, Ave Negra.
Y por encima de todo me confío a ti porque eres bello. No te quedas en ti, vas más allá. Ni guapo, ni hermoso, ni armónico ni estético. Eres bello. Ave salvaje. Contemplar tu acción es arte en movimiento.
Puedes portarte como un chalado. Puedes no hablar mi mismo idioma. Puedo no entenderte. Y yo confío en ti.
Te puede fallar el ingenio, el volumen de tu apretón, puedes improvisar estrategia y errar. Me caigo y de nuevo te miro y no tienes la solución. Y yo confío en ti.
Te compruebo adentro y ahí estás. Alzo la vista y en mi cielo tu silueta recorta lo que ha de ser, lo que ha de llegar. Acechas momento en la nocturnidad, te despojas de tu pesada obscuridad y te manifiestas bello.
Y allí donde te desconozco, yo confío en ti.
Me calma la distancia entre tu mundo y el mío, como si fueran distintos y estuvieran fundidos. Te veo entre el aire y las estrellas. Te presiento bajo la tierra. Te escucho nadando sin intención de respirar.
Y pese al miedo de destruir lo que soy hasta ahora para adentrarme en lo que me transformaré luego, yo confío en ti.
Y varío y me escondo de tu presencia negra. Huyo de la aceptación. No quiero abrazar lo que ha de ser, pero si fuera… y por si fuera… yo confío en ti.