Pero no te creas que te quiero a montones.
De esos desordenados, que no importa el orden, ni la prioridad, ni el cuidado.
Igual que hago con los lápices, agrupándolos por colores para entretener la mente en una impaciente espera.
Tampoco cuando aparto con el pie las piedrecitas del parque de mis recreos contigo.