Abstenerse personas tóxicas

No paramos de prohibirnos y hacer dietas: fuera azúcar, fuera grasas, fueras estrés, fuera personas tóxicas. Sí, las personas así calificadas son tratadas en artículos y manuales como esos alimentos que no nos matan, pero nos perjudican. Venga, voy a hacer la lista de alimentos, así a ojo, que creo que me sientan mal: las pipas, la morcilla, el melón, el pimiento verde, el ajo, la carne grasa, el café, los cacahuetes… No sigo porque me va a costar seguir viviendo privándome de esas cosas que, casualidad oye, son las que más me gustan.

Me estaba preparando una clase y revisaba material (por aquello de actualizarme como mi software, cada equis sesiones) y me encuentro con planteamientos de lo más lógico y avalados por la gran mayoría, pero que en realidad no practico. Tengo el libro y hasta lo ojeé en su día, «Gente Tóxica».

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Pero es que no lo hago, o al menos, tal como se aconseja. Detecto a los cenizos, amargados, frustrados, tóxicos, vampiros de energía, quejosos por convicción, víctimas mundiales, vamos, un elenco de personajes, y yo seguro que estoy en otro catálogo ¿y qué? Si tengo que esquivarlos o evitarlos, me voy a quedar  más sola… Bueno, más vale sola que mal acompañada, dirán algunos y en muchos casos lo refrendo, pero…

Está bien, haciendo un esfuerzo, ya los tengo lejos a los voluntarios, aunque… ¿y lo que es peor? ¿y a los que no puedes evitar? Léase compañeros de trabajo, familiares muy de sangre, parejas de amigos íntimos… Y ya para los que nunca piensan que la lluvia es para todos: ¿y si te cae en gracia un hijo así? Frecuéntelos lo menos posible, nos dicen.  ¡Ostras qué excusa más buena para escaquearme del curro! ¡No te cuento las Navidades más majas que voy a pasar a 1.000 Km de mi suegro! ¿De verdad es la mejor opción?

Claro, he puesto un símil en la comida y siguiéndolo con todas las consecuencias: ¿el problema está en los cacahuetes? Pues aún empeñándome en comerlos con piel y pensando que sí, que el problema es de los puñeteros cacahuetes ¿no sería maravilloso que con un protector gástrico pudiera comer de todo? Quizá es que yo me encuentre en esa categoría de gente «masoca», pero encuentro cierto disfrute estando con ese tipo de personas. ¡Y lo que aprendo! Hablando con el que se queja, te desahogas un ratito mimetizándote con él, y mira, terapia gratis. Y de los demás, por ejemplo, aprender a cómo no te gustaría que te percibiese la gente. Más que libros y cursos, yo me entreno en mi propia autorregulación emocional cuando estoy con gente tóxica. ¿O acaso no hacemos ejercicios que nos joroban en el momento, pero luego nos mantienen en forma? Pues oye, un ratito de gimnasia y a quemar calorías.

De verdad que a mí me ayuda y me ha permitido conocer a gente extraordinaria. Estar amargado, ser un cínico o un plasta no es un estado permanente ¡y escucha! nos puede pasar a nosotros en cualquier momento. Porque el resultado de la encuesta que haga es indudable ¿quién de los que está leyendo esto se piensa que es tóxico para los demás?

Realmente es fácil y placentero tratar con gente positiva y energética, sin duda. Yo siempre digo a mis clientes jefes que tener como empleado a uno que venga de casa motivado no tiene mérito, lo que tiene mérito es mantenerlo en ese estado, o hacer del desmotivado un magnífico aliado de nuestro proyecto. Tampoco digo que vaya a buscar a lo «mejorcito» de casa casa, ni que propicie encuentros o que me arranquen gritos de alegría, pero sí me permite algo muy importante: ayudarme a crecer ante las adversidades. Ese es el tipo de «masoquismo» que yo trabajo, verlos como retos para que no me arrastren, para hacerme inmune ante el mal rollo innecesario y hacer que las cosas dependan de mí y no de los cacahuetes.

Ahora se admiten sugerencias: qué fácil parece, pero que difícil es; ¿por qué insistir en lo que nos sienta mal?; seguro que lo dice y luego hace lo contrario; no es inteligente esa opción que nos resta energía; ya he sufrido bastante… ¿alguna más?