Un Premio Planeta en provincias

«Esto para mí es un acto de máxima importancia, no existe pequeña provincia para mí, al igual que no existen más que grandes lectores». Esas fueron las palabras de bienvenida que Lorenzo Silva nos dedicó a un grupo de locos por la lectura que nos congregamos mensualmente para destripar las obras literarias que tiene a bien proponernos la Librería y Prensa Teorema, ubicada en San Juan, ciudad y provincia de Alicante.

Nada más ni nada menos que un Premio Planeta de la categoría de Lorenzo Silva, dedique su tiempo y palabras en compañeros de profesión y colaterales (las librerías) para reivindicar un oficio en vías de extinción, al menos, tal como hasta hoy día lo conocíamos, rebela la altura de su persona. Y está en vías de extinción no porque falte ingenio, ganas, ni lugares, sino porque el mundo de los negocios ha cambiado con internet y no podemos olvidar, que como oficio, la literatura también es un negocio. Mientras Lorenzo nos decía que «los autores existimos en la medida que tenemos lectores comprometidos con nuestro trabajo» me venía a la cabeza la idea de aquella figura típica del poeta rasgando su alma papel en mano y guardando luego los trozos en un cajón. ¿Dejamos de ser escritores porque nadie nos lea? ¿Acaso es más poeta aquél que tiene más seguidores? ¿Podemos decir que existes en la medida en que alguien piense en tu existencia?

Todos los escritores que hoy somos contemporáneos somos un proyecto para formar parte de la historia. En vida de los más grandes, ¡qué se yo! Cervantes, Béquer, Lorca, Matute, Alonso, De Castro, Machado, Benavente, etc. no vendieron en su día ni la cuarta parte ¿qué digo? ni la centésima parte, que la mayoría de los best sellers de consumo de autores que ya nadie recuerda. Hay oficios que requieren poso, y otros, cuanto antes, el foso. (Léase copista, subidor de descargas gratis, marrulleros de causas sociales para acercar el arte y luego lucrarse… en fin, se me ocurren varios)

Cuando nos habló de los premios, nos habló con humildad desde aquel que ya  ha saboreado las mieles y ya sabe que empacha. Divertido y más fue su anécdota de feriante, como yo le llamo cuando nos toca hacer la tourné de librería en librería para vender o para darte a conocer. El caso es que cuando ganó el VIII Premio Primavera, tiempo ha con «Carta Blanca», visitó a su patrocinador El Corte Inglés en todo su esplendor imperialista, así que le vistieron y agasajaron cual rey, eso sí, previo pago de su monárquico paseíllo por provincias.

Con el Premio Planeta a su obra «La marca del meridiano», parece que tiene otro tipo de affaire, pues cuando lo anunciaron a bombo y platillo dice que escuchaba cómo 200 escopetas se cargaban. ¡Ay, el precio de la fama! Te gusta, pero ponen en entredicho tu obra. ¿Será posible este país? Ganas un premio y te miran con lupa, cuando seguro que para el segundón, apenas se toman la molestia de entender el por qué de su «derrota».

Pero no sólo nos habló de las miserias y glorias de ser escritor, aún también nos dejó su compromiso personal con ciertas actitudes políticas, económicas y sociales que, a mi modo de ver, fue lo mejor que pude ver de él la tarde del 16 de diciembre, ya que su obra la tenemos ahí y podemos leer y releer, mas escuchar su mensaje… para unos pocos privilegiados de provincias.