Usted perdone, no me interesa trabajar en equipo

Jamás lo recomendaría decir en una entrevista de trabajo, así tal cual. Jamás lo hubiese pronunciado en mi época de por cuenta ajena. Jamás lo hubiese creído de mí y jamás lo hubiera reconocido en abierto si…. si no fuera porque ya lo dije, ya fingí antes y ahora me toca ser yo y no lo que está de moda. No me interesa trabajar en equipo porque no me siento cómoda trabajando en equipo y porque no me da la real gana de trabajar en equipo.

Con ello, con trabajar en equipo quiero decir que eso de ser una parte del todo para llegar a un mismo fin… como que no va conmigo. ¿Cómo es posible eso? He llegado a escuchar que es la tendencia del mañana. ¿Una tendencia? Mi arma, si llevamos siglos trabajando en equipo, más que tendencia es un vicio consuetudinario. Y ya la otra barbaridad que he escuchado es que el trabajo en equipo será la «única» forma sostenible de ganarse la vida. Ya estamos… la única. Pero… si yo… ¡genial para colaborar! Entonces trabajas bien en equipo. ¡Oiga, que no, se lo digo yo! Que mejor cada uno en su sitio y que los que sepan trabajar a piñón que lo hagan. ¡Pues no! ahora todos entramos en el mismo saco.

Mezclar churras con merinas, es lo que tiene… Que conste que yo de ovejas sé las que nos mostraba Heidi en su pantalla de poca resolución y además creo que eran cabras. El caso es que el dicho sí sé de dónde viene y es que teniendo por separado a unas churras que daban sabrosos quesos y a unas merinas que ofrecen lana de calidad, si las juntamos obtenemos una porcá de queso y un jersey tiñoso.

 Para poder trabajar en equipo se requiere:

1) fijar un fin común alineado con tu fin particular. Eso lo llevo bien, de hecho, cuando colaboro y lo hago a menudo con diversa gente, marcamos un fin común y soy capaz incluso de anteponer mis intereses exclusivos por ese fin común. Pero generalmente ese objetivo es de carácter temporal y cuando se cumple, o se marca otro, o no lleva más implicaciones.

2) seguir unos criterios o valores comunes que no vayan en contra de los tuyos. Ahí no suelo patinar de entrada porque tolero bastante las idas de bola de cada uno (rigideces, tradiciones, incuestionables) pero como me cuesta mantenerme constante, puede ser motivo de discordia para los demás. ¿Y ésta ahora a qué viene cambiando las reglas de juego?

3) aceptar, respetar, dejarse guiar, confiar y lo que se quiera añadir… el liderazgo. Pues ahí… ahí me he topado siempre hasta ahora. Si soy yo la que lidera, acabáramos, dicho así, trabajar en equipo lo veo ideal, he obtenido mis mayores rendimientos, experiencias, retos y quebraderos de cabeza. Pero cuando es otro el líder… Caballo salvaje no puede domesticarse, ni con látigo ni con azucarillos. No suelo, no lo he hecho y dudo que vaya a hacerlo de buena gana.

¿Error por mi parte? Puede, no voy con el discurso enarbolando la bandera de «Soy así y no puedo cambiar», pero sí tengo mi camiseta que dice «Soy así y no quiero cambiar», a la que le voy bordando matices «No quiero cambiar de momento», «No voy a cambiar porque tú lo digas», «Si te empeñas puedo hacer de otra, pero no ser otra» y más que me guardo para no ser cargante.

Afortunadamente existen muchos trabajos que no precisan ese equipo, existe la figura del freelance. Y permíteme que use ese anglicismo, pero es que suena precioso «free»… Libre… Libre para cometer errores, libre para obtener éxitos o asimilarlos como tales, libre para abandonar, libre para seguir, libre para asociarte, libre para separarte, libre para decir no, libre para decir sí. Libre, por tu cuenta, a lo tuyo, a tu aire. Es hacer las cosas «a mi manera».

Trabajar en equipo, a mi modo de ver, requiere sobre todo de una magnífica gestión emocional por parte del líder (guía, inspirador, jefe, etc) y por parte de los integrantes y esto… Es tan excepcional encontrarse con gente que sepa gestionar algo tan intrínseco al ser humano como sus emociones, que suele echar por tierra los mejores planes, proyectos y empresas. Normalmente se trabaja en grupo, que no en equipo, o por equipos de trabajo, que tampoco es de lo que hablamos.

Ir cada uno a lo suyo, ocuparse de sus propias competencias, (cada vez más super especializadas, todo sea dicho) y luego mal reunirse para no hablar de lo que en realidad importa (celebrar el buen camino y rectificar los fallos) bajo la descoordinación de alguien demasiado ocupado en cuestiones técnicas que nada tienen que ver con dirigir a personas, es el pan de cada día empresarial.

¿A qué fingir que nuestra mejor cualidad es trabajar en equipo? Por lo visto es una de las habilidades más reclamadas en la empresa tradicional. Es tan de perogrullo bajo ese prisma que ni siquiera se debería plantear como habilidad reclamada, sino imprescindible. Es como convocar una carrera de natación estilo croll y poner en el anuncio que se valorará mucho saber nadar. Y pese a todo ello, sigue sin figurar en la formación corriente de las personas. Les pedimos que sepan hablar 4 idiomas, mas es indiferente que luego sepan cómo usarlo…

Pero es que se están cociendo otras maneras de hacer empresa que quizá precise de personas autónomas (freelance) donde quepa la colaboración, la coopetencia, el joint venture, el workstorming… O quizá sí para unas funciones y no para otras. Vaya, separar las churras de las merinas. Todas necesarias, todas buenas en sí mismas y dando lo mejor de ellas.

Quizá así, la realidad vuelva a tener cabida en un currículum donde se observa que la actitud «trabajar en equipo» es la que se pone en primer orden, y sin embargo, es de las últimas en aparecer en la práctica. Porque para trabajar en equipo se requiere conocerse a uno mismo y conocer y aceptar a los demás. Y esto realmente ¿de verdad es lo que más interesa a las personas en un trabajo? Pues a las churras puede que sí, pero igual a las merinas, no.