Un año de m…

Un año de m…, el 2019 ha sido un año de maravilloso aprendizaje. ¡Me ha encantado! Porque no soy de repetir experiencias agridulces, no vaya a ser que se queden solo en agri, pero volvería a transitar por todos esos 365 días que este año me ha sido ofrecido.

He honrado ese tiempo con todos esos puñeteros bocados que todavía me arrancan muecas de dolor… Y sonrisas… He perdido personas, he ganado seres. Y me he encontrado… Me he emocionado muchísimo al verme. Tan bella… tan ingenua… tan soberbia… tan petarda…

Ha sido como ir al rincón del patio a coger de la manita a mi niña con la certeza de que algún día crecerá. Y no he tenido más remedio… He alzado la mandíbula para no llorar más, para no quedarme en ese solitario e ingrato rincón. Me he secado las lágrimas con las mangas de mi camisa preferida y me he levantado para caminar.

Eso para mí es pan comido: levantarme. Lo que de verdad he aprendido es a no salir a ciegas y corriendo. A levantarme entera, sin dejarme para unos luegos que se quedan en unos siempres. A mirarme dentro, a sacudirme las alas impregnadas de polvo de hada. Y las piedras, no olvidarme de las piedras.

Ciertamente ha sido un año de maravilloso aprendizaje. He trabajado comunicando para otros los mensajes que debía de interiorizar yo. Me he sorprendido en una clase en pleno discurso con los ojos nublados, la voz atenazada y sin embargo, he abrazado mi vulnerabilidad en público y he salido fortalecida, con la sonrisa puesta y el corazón palpitante.

He pisado más de un mes la calle con menos de 5 euros en mi cuenta corriente y me he sentido confiada en que la abundancia vendría a mí. Y he agradecido lo mucho y grande y bueno que luego he cosechado.

He tomado el sol. A raudales. Sol de tarde. Sol de invierno y primavera. Sol en tu mirada. Sol y sal. Sol que me ha calentado por toda caricia. Sol que me ha alumbrado por toda solución. Sol que no se iba por toda compañía. Sol. Bendito sol.

Me han regalado música que han compuesto, alimentos que han cocinado, historias que han escrito, abrazos que me han cosido por dentro. He recibido besos que me han despertado del letargo. Me han abierto puertas de hogares construidos con cariño. Me han mesado los cabellos. Me han mirado a los ojos de verdad. Me han invitado a la fiesta de sus vidas… Y todo esto lo he acogido desde el permiso que me doy por merecerlo. ¡Gracias!

Tengo que reconocer que ha sido un año de maravilloso aprendizaje. He escuchado muchas críticas y no siempre me he hundido, ni tampoco siempre he mordido. Me han comparado, rechazado, ignorado… Ya solo me lastimo accidentalmente muy de vez en cuando… Vestigios de autocastigo por asunción de culpas mal entendidas y repartidas.

He pasado un invierno tórrido y caliente, una primavera serena, un verano quieto y templado. Un otoño precioso… con olor a paseo y tabaco; con sabor a ternura y café. Un recién estrenado invierno luminoso, esperanzador y sosegado, donde me sé estar. Donde atesoro mi soledad. Ese sitio donde estoy cuando quiero. Ese espacio donde me recargo y me doy.

Sí, desde ahí he ofrecido un cachito cada vez más generoso de mí. He dedicado mi tiempo parando el movimiento de la Tierra. He pronunciado tu nombre. He envuelto rasguños entre mi cuerpo. He agitado nuestra bandera y defendido nuestro quehacer. He consolado desaires, inventado risas, lavado disgustos, apretado tornillos, guardado platos rotos. He bailado con ganas. Y no nos hemos quemado al prender esos malditos billetes. He conducido bajo la lluvia y me he parado al ver el fin de mi mundo. He ido a por ti…

Ha sido un año de maravilloso aprendizaje. Y solo puedo desearme y desearte un feliz veinte-veinte. Esa felicidad que te hace apreciar todo lo que la vida depara. Con sombras y luces. Esa felicidad que escoges a pesar de que ves como se va lo que más quieres. Esa felicidad que dispara tu energía y te une a lo que te rodea. Esa felicidad que surge de la incertidumbre, de la duda y de la aceptación de lo que será. Esa felicidad que siento al no palparme mi sempiterno vacío. Esa felicidad presente, elegida, consciente.

Y una vez que pase este año de m…, de maravilloso aprendizaje, no esperaré que vuelvas, ni que el veinte-veinte sea seguro, cómodo, apacible o que mi color siga siendo la playa. Me conformo con ser capaz de atreverme a ser.

Quiero pasión desde mi paz. Un atardecer bonito, un delicioso sabor, una mano amiga, oler una flor, un estallido de risa, un limpio amanecer. Quiero aprender a amar.

2 comments

  1. Bonito texto. Sí señora.

  2. Laura Segovia

    Gracias. Bonito comentario 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *