Trabaja con quien te entiendas

No sé cómo explicar la reciente experiencia que me comentaba un empresario cliente… ¿Surrealista? ¿Crónica de una muerte anunciada? ¿Se ve venir pero no te lo puedes creer? ¿Por qué no hacemos caso e insistimos en contratar aptitudes y no actitudes personales? Miren, ni para ingeniero de la NASA cerebrito aislado en cuarto cerrado y sin ventilación. Las organizaciones necesitan personas y las personas son más que un archivo con estómago que almacenan información, procesan datos y aprietan teclas que mueven cosas. Las personas somos seres sociales y construimos empresas para dar servicio a las personas.

Como nos viene arrastrado de la era industrial que arrancó en el S XVIII, todavía pensamos que los «humanos tornillos» han de ser utensilios que se forjen en «escuelas fábricas» y que lo mismo da de la pasta que estén hechos, mientras tengan la forma de tornillos y entren en la «empresa máquina». Pues no, un título, o varios, prueba que sabes leer y escribir (y no sin faltas de ortografía ni fallas gramaticales) y que has llegado, como mínimo, al común listón que exigimos al común de los humanos. ¡Pero es que es ingeniero en Ingenios! Como si es peatón de Pisadas. Si sabe hacer su cometido cojonuda u ovarísticamente, será un magnífico profesional de lo suyo. No por sus títulos, no por sus conocimientos, sino por lo que hace y cómo lo hace.

Nótese que he resaltado en negrita la coletilla de cómo lo hace. Porque a las bravas, casi todo el mundo sería capaz de hacer cualquier cosa, una vez estudiada y entrenada la cosa. Es más, como humanos medios, estamos preparados en potencia para desempeñarnos en cualquier cosa que tenga que ver con acciones de humanos. Con mejores o peores resultados, pero estamos capacitados. Otra cosa será el cómo. Si gasto más de tres vidas en poder llegar a un resultado o, si preciso consumir todo el papel que se fabrica en una comarca para escribir algo legible, pero llegaríamos.

El problema radica cuando compramos «humanos tornillos». Leemos su prospecto y nos dejamos guiar por sus funcionalidades. En apariencia alguien muy útil es aquél que resuelve los problemas que tenemos, pero no nos hemos parado a pensar a costa de qué. Si el precio a pagar es destrozar un buen equipo ya formado… montar broncas porque no se aguanta el ego que tiene… tardar dos horas en hablar por teléfono para decirte nada… andar disculpándote por las patochadas que siembra… Cuando no es despedirte a quienes estaban de antes y hacían muy bien su cometido, desmoralizar a tu personal, aguantarle sus manías, andar sobre cáscaras de huevo para no ofenderle, molestarle, alterarle o retrasar su trabajo…

Claro que es importante la personalidad, el grado de madurez, las habilidades relacionales de la gente que trabaja contigo o para ti. Tan importante, que lo es todo. Si te gusta rodearte de mercenarios que solo trabajan por el dinero que les das, pues estupendo, si no te importa tu gente, lo mismo recibirás. No le importará tu empresa. ¿Implicación? ¿Proactividad? ¿Iniciativa? ¿Lealtad? Pero en serio, no creo que esperaras otra cosa.

Si te conformas con personas que no se mueven de tu empresa porque creen no encontrar nada mejor porque no se valoran, se acomodan con 8 o con 80 y viven pensando que no pueden escoger ni aspirar a algo mejor que ese puesto, pues estupendo, si te gusta que se queden no por voluntad, sino por no poder escapar, lo mismo recibirás. Trabajo carente de valor, de pasión, de ambición. Cumplirán, pero no brillarán ni harán brillar tu empresa.

Y ojo, todas esas personas no son malas, ni torpes, ni vagas. Tan solo son un reflejo o, si te gusta más la palabra, resultado, pues eso, no son más que una prolongación visible de lo que tu empresa y tú como empresario, has seleccionado, contratado, mantenido y alentado. Porque de otra forma, no estarían en la empresa. Aún así, pienso que estas personas son un ¡gracias! Te dan la oportunidad de reafirmarte, de cuestionarte, de reflexionar, de elegir, de soltar, de recapacitar. Yo creo que nadie se cruza en nuestra vida sin dejarnos una lección que aprender.

Pero si quieres atinar un poco, no te quedes en los «humanos tornillo», selecciona potencial, talento y capacidad de ser buenas personas. No te equivocarás. Las podrás formar o mandar a su casa, pero con tranquilidad y humanamente. Fíjate que no prodigo eso de que hay que contratar personalidades decididas, extrovertidas o con don de gentes, como si el que no casa en estas tendencias no ofreciera muchísimo. Con que sepan manejar su propia máquina, bastaría.

Es muy bonito eso de darle a todo el mundo una oportunidad, pero mira, que se la den en su casa con los brazos abiertos. Si tengo que trabajar con personas, que pueda entenderme. A lo mejor son ellas las que no se entienden conmigo y pasan de trabajar conmigo o para mí. Si no digo que seamos más listos, más buenos o más mejor. No se trata de catalogar por niveles o compararse en escalas del 1 al 10. Tan solo de entenderse. Profesionales hay muchos, brillantes muy pocos, pero personas con las que te entiendas…

Y ahora te hago la pregunta: ¿qué es para ti entenderte con alguien? Quizá que compartáis los mismos valores (o formas de manejarte ante las circunstancias). Que haya interés por conocerse y aportarse. Que vayáis al unísono. Que exista un mismo código y un mismo espacio para expresarlo, etc.

Aunque a mí me resulta fácil entenderme con las personas por tratarse de una de mis virtudes, que además entreno por dedicarme a ello, hay con una persona que he llegado a un grado superior de entendimiento profesional. Mi compañera, socia y amiga Maku Sirera. Juntas formamos un espacio, Egoescuela. Cuando impartimos juntas un taller o un curso, ella me mira y yo ya sé. Publico algo y me llama y justo me dice lo oportuno, me guste o no. Somos tan diferentes y venimos de formaciones y vivencias tan dispares, que se nos nota hasta en el color del pelo: ella morena y yo rubia. Nuestras carencias, juntas, se suplen. Nuestras cualidades, juntas, se potencian, precisamente por contraste.

Entenderse con alguien profesionalmente no es coincidir en todo, es poder entablar diálogos que te lleven a la construcción de aquellas metas que individualmente y en conjunto desarrollen a las personas y a la empresa. Cuanto mayor grado de entendimiento tiene un equipo, más productivo, creativo y satisfactorio se vuelve. Pero la base del entendimiento no surge esporádicamente, o sí… Si esperas que surja, toma asiento. Si quieres provocarlo o conseguirlo, trabaja por ello. Pasos a seguir para llegar al entendimiento:

  • Diálogo
  • Conocimiento
  • Respeto
  • Apertura

DIÁLOGO. Entiendo que vivimos una época en que hablar nos cuesta. Mandamos mensajes, correos, audios de voz y creemos que eso es dialogar. Dialogar es intercambiar, es devolver un feedback, es observar el lenguaje verbal y no verbal del otro, es reaccionar, es gestionar, es sumar, es crear. Seleccionamos nuestros ratos de ocio para charlar con gente con la que ya sabemos de antemano que nos entendemos y la ansiedad social que provoca las interacciones con desconocidos y ante situaciones novedosas, las evitamos. Para muestra, un botón: os dejo una publicación de una cuenta de IG de una millennials a la que sigo.

CONOCIMIENTO. Para que dejemos nuestros prejuicios y todo esa recreación de lo que es el otro que inventamos por falta de información suficiente, es preciso que conozcamos lo que tenemos enfrente. No queda otra que escuchar y ver. Las personas somos más que nuestras palabras, nuestros gestos o el resultado de nuestro trabajo. Cuando se produce el encuentro entre personas surgen momentos mágicos. Mirar a los ojos de alguien y advertir sus profundidades o sus ilusiones en la comisura de los labios. No terminamos de conocer a alguien ni aunque pasemos una vida juntos, imagina si solo compartimos varios cafés, una reunión al semestre o a lo sumo, ratos de videoconferencia.

RESPETO. Una vez que empezamos a vislumbrar otros mundos, llamados otros, por inercia vamos a rechazar algunas ideas que chocan con las nuestras, o vamos a estar todo el tiempo intentando reafirmar las nuestras. Solo si ponemos voluntad, en el sentido de parar esa tendencia ciega, nos permitiremos escuchar sin juicio, leer sin interpretaciones y empaparnos de la oportunidad que nos brinda la relación con el otro para engrandecer nuestras miras.

APERTURA. Yo creo que salió solo, puesto que una vez hechos los pasos anteriores, la puerta al entendimiento está abierta. Los mejores equipos de trabajo se dan cuando la confianza entre sus miembros en que pueden expresarse, dejarse ser y obtener respeto, está siempre presente.

¿Cómo fomentar el diálogo? Con reuniones, redes sociales internas, actividades dirigidas y conversaciones programadas. En la agenda diaria o semanal de todo equipo se ha de reservar un espacio prioritario para ello, para recabar la opinión y la participación de todos sus miembros. Sin este primer paso, los demás no se darán y a la conclusión que he llegado tras el desastre de la experiencia de esta empresa con el que he comenzado el post, es que no se tuvieron en cuenta las actitudes personales, o más bien se pensó, que se podían prescindir de éstas y trabajar solo con la parte de utilidad que una persona emplea para realizar un cometido.

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