#soydelasque

Miro y releo una y otra vez el mismo mensaje como algo positivo: Termine lo que empiece. Por lo visto tiene muchas ventajas: ganas en autoestima, tus proyectos ven la luz, entrenas la disciplina, aprendes a tener constancia y finalmente consigues tener éxito. Me lo creí y durante mucho tiempo, sin pensar más, conseguía terminar todo aquello que me proponía. Tengo que reconocer que entonces se me cumplía el imperativo, salvo el último de los beneficios: tener éxito (como sinónimo de alcanzar algo que te causa satisfacción).

¿Voy yo a estar alturas a cuestionar el gran consejo de terminar aquello que empezamos? Pues no me queda otra, ya he tenido experiencias de sobra que corroboran que no siempre es bueno para mí, pero la gota que colma el vaso es lo que me pasó el otro día. Empecé un libro de lectura sugerida que poco a poco se convirtió en un martirio y como vulgarmente se dice, por mis narices lo terminé. Ni autoestima, ni disciplina, ni constancia y ni mucho menos éxito me aportó, tan sólo me dejó un regusto amargo y una inmensa sensación de pérdida de tiempo.

¿Por qué si se supone que hice algo positivo me sentía mal? Un alivio pensar que sólo se trataba de la lectura de un libro, la verdad. Entonces pensé que no es el hecho en sí, no es el consejo de seguir y terminar el que está mal, ni siquiera el comienzo debe ser el responsable de la debacle, debe ser el factor de revisión el que falla.

Yo soy de las que termino el libro que empiezo, me comentaba la semana pasada una amiga y claro, se me quedó grabado de nuevo, así que cada vez que me sentía tentada de dejar otra lectura que comencé, escuchaba como una losa la frase: “Yo soy de las que…” ¡Ya está bien! seguir sin más algo que empiezas no debe ser el leif motiv, debe ser otro componente el que haga que me sienta bien unas veces y otras no. Eso al menos me dije para apartar el bodrio que me estaba leyendo.

Lo primero de todo es escucharte más a ti misma, Laura, y no a lo que hacen los demás. Lo segundo es cuestionarme siempre las cosas: ¿por qué es así? ¿quién lo dice? ¿bajo qué circunstancias? Lo tercero será decidir (¡uyy, otra vez el maldito verbo!) si estoy dispuesta a ello asumiendo sus consecuencias. Y el cuarto, que se me olvidaba, es revisar mi decisión. ¿Eso es cambiar de opinión? ¡Aaahhh! ¡Error! Eso es ser una veleta, una inconstante, lo que debería es… Toda la vida escuchando ese consejito para aplicarlo a los estudios, al ejercicio físico, a la dieta, a las relaciones matrimoniales, al trabajo, al plato de la comida, a…

¿A quién no se le ha convertido ese estupendo hobby que comenzó un feliz día, en una tortura insufrible? ¿Acaso rectificar no era de sabios? ¿Los sabios son inconstantes? Yo tengo una gran anécdota (por aquello de ponerle un nombre liviano) y es dejar de seguir aquello que no me estaba haciendo feliz: Después de 14 años tocando el piano, un día me planté y lo extraño es que me sentí realizada. No fue el comienzo, os aseguro que me apasionaba; no fue el camino, me llenó de pequeñas satisfacciones y experiencias gratas; no era el fin, me gustaba transmitir emociones; era yo. No se trata de revisar las cosas, se trata constantemente de revisar nuestras motivaciones para adecuarlas a nuestro desarrollo.

Es curioso, pero cada día observo que aquellas personas que más evolucionan, son aquellas que con el paso de los años, más han variado de gustos, de inquietudes, de pasiones, de motivos… aquellas que están en constante cambio. Obvio es que hay cosas que no abandonaremos, pero existen otras que nos están limitando y ni siquiera somos conscientes. Eso me ha hecho utilizar a veces como hastag de Twitter #soydelasque, para revisarlo dentro de un tiempo y medir así mi evolución.