Snapchat o el presente pluscuamperfecto

—Carpe diem.

—Vive el presente, haz lo que tienes que hacer en este momento, no hay otro.

—Acción diestra.

—El momento presente es lo único que cuenta.

—Snapchat.

Resulta curioso como el mismo concepto se transforma hasta convertirse en otro con matices tales que desvirtúa su inicial idea.

En verdad Snapchat no es una nueva App, en verdad Snapchat es la alimentación constante de la falta de asunción de las consecuencias de nuestros actos. ¿Alguien dudaba de por qué a los jóvenes digitales cautiva tanto esta aplicación?

Como estamos tan tontos y despistados, mezclamos ideas y así somos capaces de confundir ferias con funerales. La tentación de hacer sin hacerte cargo… la gran trampa de esconderte tras la falta de rastro… la debilidad de que los hechos no trasciendan… la inmadurez de no imponerse la mejora… la ceguera de ya pasó y entonces no importa…

Debo reconocer que con quien más choca esta aplicación es con mi ego. Sobre todo desde que me descubrí escritora. Yo quiero que trascienda todo lo que hago. Y entiéndase que no necesariamente en todos los círculos ni mezclando el privado y el público. Mas llevo un tiempo que confieso que mi ego me tiende a ir más allá de éste mi efímero presente.

Que está muy bien eso de enfocarte en el momento, de prestar tu atención a lo que haces, pero sin olvidar que lo de hoy alimenta tu mañana. Que sin pasado, sin antecedentes y sin historia estamos obligados a repetirla. En el presente somos el fruto de lo que incubamos en el ayer. Y por supuesto, con la única finalidad presente de que al despertar haya un nuevo amanecer.

Llegan las mentes maduritas y empresariales y empiezan a ver los océanos de posibilidades que esta herramienta les permite: ofrecer experiencias únicas, exclusivas en el tiempo. Entonces les ponen la gran lazada de la inmediatez y lo embolsan en serie limitada. Por favor, estas prácticas comerciales son más viejas que el pastoreo. ¿Te lo vas a perder? Venga va, si ése eslogan camuflado sigue vendiendo es porque siempre hay sangre fresca borreguil que pica…

Íbamos todos locos detrás del producto a la carta y ahora que lo conseguimos, regresamos a la esclavitud del Tren del Ya que sólo pasa una vez. Vaya, estuviste poco tiempo de tu infancia en las estaciones observando el tráfico, el avance, las paradas, el ir y el devenir. Es más, nunca fue el tren, ni el destino: la experiencia siempre estaba dentro de nosotros.

Sin huella no hay análisis, sin análisis no hay aprendizaje. Y sin aprendizaje… no hay vida. Hay experiencias sensoriales, pero no hay impacto vital.

No me gustaría que el viento se llevara mis hechos cual polvo del camino. Ni siquiera mis errores. Sin ellos estaría perdida, volvería a ese tiempo en que las justificaciones a mis sufrimientos se quemaban en la hoguera del venidero y esperanzador futuro. Pero el futuro no está en blanco.

Y pese a lo dicho me parece tan necesario, tan sano y tan beneficioso que un joven pueda tener la oportunidad de equivocarse, enmendar el daño y continuar sin lastre, que frente al resto de redes sociales ésta me parece la más adecuada para usarse entre mentes inexpertas. Pero claro, añadí un concepto que hace que todo mi discurso anterior cobre de nuevo sentido: enmendar el daño.

Si eliminamos los pasos, Snapchat se convierte de nuevo en un «lanza la piedra y esconde la mano». Y entonces esta herramienta pervierte cualquier beneficioso uso que se le pudiera conceder. Incluso como empresa o producto: cometo tropelías sexistas, competencia desleal, plagio… Pero aquí no lo ha visto nadie. Se esfumó, no hay rectificaciones, «memes», ni escarnios.

Aunque bien pensado… nunca fue la piedra (herramienta=red social=Snapchat), siempre fue la mano.

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