Se me pasó el aniversario

Totalmente, se me pasó… Pero tranquilo, a nadie afectó más que a mí. El blog, el diario, el alivio, la obligación, el desahogo, el deber, el… lo que sea que a veces se ha convertido nació un día de noviembre del pasado año. Debe de ser un mes del año fructífero para mí, porque recuerdo tantos aniversarios que me afectan en noviembre… ¿Fruto del azar o producto de una razón? Tampoco me preocupa en exceso, si no lo comprendo hoy será porque no estoy preparada todavía.

¿Es importante celebrar los hitos? Parece que sí, parece que al celebrar determinados acontecimientos de una manera periódica nos obligamos a recordarlos, a traerlos a colación, a reforzar la emoción que nos vincula con ella. Al menos ésa ha sido siempre la explicación que he escuchado.

El caso es que no se me acumulan de la misma manera los recuerdos o estados anímicos con el tiempo concreto. Mi reloj interno no funciona al mismo ritmo. Lo había observado en mi persona en infinidad de ocasiones y de niña todavía era más notorio. Me costaba a veces llegar a entender cosas que a los demás les parecía obvio, mas nunca pensé que fuera por falta de materia gris, sino como venía comprobando, porque no era ése mi momento, porque llegar, llegaba, más tarde, pero llegaba.

No me duelen prendas, lo reconozco, para actuar, para moverse con rapidez, para optar bajo presión, para decir ¡ya! el tiempo me parece una pérdida de tiempo. Mas para aprehender… para interiorizar… no encuentro la medida que encaje en nada más que no sea sentirlo y ¡ah! no cabe reloj ni métrica, ni curso, ni ciclo, ni estación del año…

Pues con el blog me ha pasado lo mismo. ¿Ya han transcurrido doce meses, trescientos y pico días, ocho mil muchas horas? Se supone que tengo que celebrarlo, extraer aprendizajes, sacar conclusiones, tomar decisiones… Pues no lo siento así todavía, ni siquiera sé si un año es mucho o poco, es exacto, ideal, suficiente o excesivo. Ni tampoco sé lo que a mí me ha aportado, si se ajusta a mis supuestas expectativas, si los datos que arroja son positivos, negativos, indiferentes…

Vaya, en esa ausencia total de respuestas y mi extraña consiguiente aceptación del estado, opté el pasado 21 de noviembre por dejarlo correr, por dejarlo pasar… Que conste que tenía pensado comprarle un vestido nuevo al blog, incluso tenía pensado permitirle tomarse su primera copa de vino para festejarlo. Le pensaba invitar a añadir algo de su propia cosecha como signo de madurez… pero no. Va a tener que esperar a que su propio reloj interno marque su aniversario, como tantas otras cosas de mi vida.

Mucho me temo que sea otra muestra más de mi tendencia a la insumisión a las reglas, aunque esta vez vengan bajo el nombre de ciclos temporales o calendarios, pero sea como sea, todavía no voy a hacer balance. ¿Eso significa que no me acuerde de mi primer post, de la alegría que sentí por dar a luz una inicial idea? ¿Acaso puede interpretarse como una falta de valoración o cariño?

Desde que entendí el significado de la canción de Alicia en el País de las Maravillas «Feliz no cumpleaños», que por supuesto para no variar lo entendí ya bien entrada mi segunda adolescencia (about 40th), lo que cuenta es lo que siento hacia mí, no en relación a un accidente temporal comúnmente establecido.

Me estuve debatiendo, tampoco fue una salida tajante lo de dejarlo correr, llevo muchos años de entrenamiento en la inercia, en el «follow them», hasta que me paré y me escuché preguntarme ¿a quién se lo debes? a nadie. Yo no me debo nada, yo hago o no hago, y así se me marchó la culpa o el remordimiento.

Cuando sienta ese momento, de verdad que te invito a mi fiesta, mientras… celebremos este ir y venir diario de yo te escribo y tú me lees.