¿Quién maneja mi barca?

Era genial la canción, la recuerdo perfectamente, todos los chiquillos de mi edad la cantábamos. ¿Que no ganó ni un punto en Eurovisión? Una incomprendida, está claro, pero la letra da qué pensar: ¿hasta qué punto somos dueños de nosotros? Esto fue lo que me preguntó un amigo el otro día y enseguida lo asocié a este estribillo.

Como casi siempre tengo respuesta «pa tó», no muy meditada obviamente, le contesté lo que suele venir en el guión: lo somos plenamente. Y casi casi, terminando de decirlo me muerdo la lengua. Buenooo, plenamente… Somos lo suficientemente dueños como para disponer de… todo el montón de fichas… las más grandes… vale, unas pocas, las importantes… está bien, si te tengo que decir ahora mismo te diría que éstas que tengo en la mano… sinceramente estoy buscando al tío de la barca…

Dejar el timón, el rumbo, el mapa y hasta a la tripulación en manos de otro es tanto como admitir que el destino nos lleva hagamos lo que hagamos. Y eso exactamente es lo que hacemos, ir a parar todos al mismo sitio, y más desde que la Iglesia les quitó a algunos el infierno, pero más allá de la meta final, lo que cuenta es lo que hagas hasta llegar a ella. Oye, y otra vez reconfortados todos de que somos los dueños del baile hasta que apaguen las luces, si no fuera porque no elegimos ni nuestro físico, ni nuestro temperamento, ni nuestro sexo, ni nuestros progenitores, ni nuestro tiempo histórico para venir al mundo, ni…

Venga, si tú no eliges, en realidad es un engaño, solamente elegimos de entre lo que se nos presenta. Me quedé helada ante este nuevo comentario pues coincidía bastante con un artículo, que de lo crudo que era, aparté de mi mente de dónde lo leí. Hablaba de que en realidad nos enamoramos «casualmente» de lo que tenemos alrededor. ¡Vaya, qué descenso a la realidad! Nada de ideas románticas, no señor, nos escogen y escogemos de entre la contornada. No sé qué decir, porque yo me pedí a George Clooney y algo me dice que no es vecino mío…

Bromas aparte, porque lo cierto es que si no llega a salir en la tele y si no se lo pidieran también todas mis «vecinas», tampoco le hubiera hecho caso, todas estas restricciones casi nos confunden muchas veces. ¡Qué fácil dejarse llevar por los grilletes de la prisión! Nada podemos hacer, meras marionetas en manos del caprichoso destino somos. Mas no es cierto, tenemos una poca capacidad de elección, pero de toda la elección posible, somos los dueños.

Ni los genes, ni el tiempo, ni el lugar de nacimiento, ni la familia se escoge, parece que de la pareja tampoco mucho, y aún así, tenemos libertad de pensamiento, así que teniendo eso, ya somos dueños de nosotros mismos. Como decía el gran Viktor Frankl, tenemos lo esencial que es nuestra mente y ésta es la que decide cómo pensar, qué actitud tener y cómo reaccionar y eso, aunque parezca poco, lo es todo, es lo que se denomina libertad de elección.

Casi se podría decir que en los detalles nos podemos dejar arrastrar, que un poco de «corriente» no sienta tan mal y optimizamos… Ya puestos, si vamos a tener que escoger algo tan importante como a tu compañero o compañera de viaje casi a ciegas, porque o estamos tontos con las hormonas, o de entre lo que hay… ¡Ché, va! ¿para en realidad dos o tres cosas grandes que hay en la vida? mejor nos dejamos aconsejar por quien mejor sabe de esto, ya sea por experiencia, porque así está demostrado… Y ya puestos, si total, volvemos al mismo sitio de dónde venimos…

Ay ¿quién maneja mi barca? Una genial canción, incomprendida, pero da qué pensar.