Praxis y no teoritis

El otro día me quedé atrapada en la historia contada por Roberto Martínez en su blog, SolvemEstrategia. Él es un consultor experto en estrategia empresarial y emprendimiento. Conforme narraba la historia de un joven con un gran talento y visión de negocio, devoraba las líneas para ver cómo seguía el planteamiento. Este joven no se había formado académicamente más que en lo básico, si bien había hecho cursos y seminarios y no por ello su idea de negocio carecía de brillantez.

Se había sabido rodear de un equipo de personas que cubrían sus otras carencias y juntos presentaban, encabezado por él, un proyecto sólido y próspero. ¿Ello es posible? ¿Sin formación universitaria o académica uno es capaz de llevar a la práctica sus ideas con eficacia? Vaya… el mundo está lleno de ejemplos, incluso de los ejemplos más exitosos, precisas de gente que sí lo tenga, pero claro que se puede.

Además, ahora está en pleno auge la defensa a ultranza del aprendizaje autodidacta, de las vías alternativas a la académica e incluso se cuestiona si la teoría es necesaria saberla para ponerte en acción. Cada uno que vaya a buscar al pozo de la sabiduría que crea. Pero… quien aprende de un sólo maestro (él mismo) no tiene muchas perspectivas diferentes. Quien sólo se decanta por métodos y programas sin resultados contrastados, al final le pueden intoxicar o llevarse a casa una acreditación firmada por Mr. Spock de su tiempo invertido. ¿Me dispensas de perogrullear sobre lo necesario de saber la teoría? Gracias.

Pues bien, hasta aquí viene siendo lo normal, pero nuestro amigo no deja así la historia, claro, y nos enfoca en lo que más le llamó la atención: este joven le había entregado la memoria del proyecto a mano y en ella se apreciaba su gran incompetencia ortográfica, gramatical, estética y su alarde por ello. Esto ya me disparó la sorpresa y curiosidad por el personaje. Una cosa es que uno se sepa carente y otra es vanagloriarse de ello. En una época en la que está a nuestro alcance y hasta gratuito, el acceso al aprendizaje de las herramientas más básicas como es el lenguaje, me parece un despilfarro de oportunidades no hacerlo.

Igualmente ni siquiera se queda aquí su alarde, estaba cantado que quien gusta de mostrar su barro, termina por meterse dentro del charco enfangado para que veas donde se mancha con tanto gusto. Este joven no tenía ni pajolera idea de en qué mundo vivía: ni política, ni geografía, ni historia, ni lo que quieras añadir. Manifestaba que no le importaba, que ya sabrían otros…

Tan desconcertado quedó nuestro amigo Roberto que intentando hallar razones daba por válido la supremacía de la práctica sobre la teoría en estos tiempos. A la sencillez apelaba. A este joven yo lo veo un simple, no una persona sencilla. Se confunde pensando que es humilde, pero más bien lo veo osado en su ignorancia. No puedo imaginar que alguien tome decisiones empresariales acertadas desconociendo su entorno y careciendo de la mínima información gestora, organizativa y social del mercado al que se dirige. Una cosa es tener olfato para los negocios y para las personas adecuadas dejando a un lado la profundidad del conocimiento teórico, y otra muy distinta ser un Olaf y pretender vivir al sol sin derretirse. Se ve que su equipo hace todo por él, porque por corazonadas de qué necesidades cubro, a quién, cuándo y dónde, nadie mantiene una empresa.

Venderá rosquillas un tiempo, no lo dudo, pero será superado en breve por los donuts, cup cakes o levaduras siderales. Una persona cateta, sin aspiraciones educativas ni culturales está destinada a continuar con su actitud: despreciar la mejora. Tarde o temprano su actitud cubrirá su mundo empresarial. Las empresas, negocios y negocietes no son nada, son las personas.

La información es poder, finalmente se verá preso de su equipo o de su ego ignorancia. O se impone por corazonadas, o se deja llevar por los demás. Tan sólo nos resta esperar que la Historia (que requiere lenguaje, cultura, análisis, antecedentes, situación, datos, aprendizaje, etc.) nos dé o nos quite la razón.

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